Alentadora alianza con el paradigma taiwanés

Alentadora alianza con el paradigma taiwanés

Es tiempo de dejar de ser como la isla de Formosa en 1960 para ser la Guatemala digital del 2040.

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Resumen Automático

06/06/2025 00:05
Fuente: Prensa Libre 

En 1960, la economía de Guatemala era más grande que la de la República de China en Taiwán, que se basaba en el cultivo de caña de azúcar y otros productos agrícolas. Pero fue al final de esa década que comenzó una transformación tecnológica, educativa, administrativa y comercial orientada a la exportación de productos manufacturados, y no solo materias primas. La tecnología estaba al centro de este visionario despegue industrial, con la iniciativa del ingeniero eléctrico Morris Chang. Comenzaron a fabricar chips electrónicos para marcas estadounidenses como RCA o Texas Instruments, pero lo hicieron con tal excelencia e innovación que superaron la calidad y revolucionaron el mercado de tan estratégicos bienes.

De hecho, el mayor fabricante mundial de microchips, a cargo también de importantes centros de investigación y formación de ingenieros, es Taiwan Semiconductor Manufacturing (TSMC), fábrica fundada en 1987 y que no ha parado de crecer. El llamado “milagro taiwanés” es en realidad un modelo de desarrollo regido por una visión de Estado coherente en la cual se invierte en la educación, el cultivo de inteligencias y la constante innovación en un entorno de libre competencia que premia la eficiencia productiva por encima de los privilegios caducos.

Taiwán tiene una extensión similar a la de Petén, pero en menos de medio siglo consolidó el desarrollo de tecnología como principal apuesta de exportación. Por ello reviste especial importancia la firma de una carta de intención firmada por el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, y el de la República de China, William Lai, para fomentar la cooperación en materia de semiconductores, potenciar las inversiones bilaterales en cadenas de suministro y fortalecer una amistad que el país ha honrado con su reconocimiento a esa nación.

De no ser por Taiwán, Guatemala no tendría la carretera de cuatro carriles entre El Rancho y Palencia; y ya estaría casi por finalizarse, también bajo modelo de donación, el tramo entre El Rancho y Teculután, de no haber sido por el desatino del exmandatario Giammattei Falla, quien, con discursos demagógicos, trocó dicho proyecto por la construcción del edificio del hospital de Chimaltenango, cuyo equipamiento, a cargo del Ministerio de Salud, finalizó en un fraude de fraccionamiento de compras por Q70 millones de aparatos inservibles: un caso de corrupción en el que, por cierto, el Ministerio Público poco ha avanzado.

Una posible inversión taiwanesa en una planta de microchips en Guatemala marcaría un hito industrial y económico, debido a la plusvalía de estos suministros, la ubicación geoestratégica próxima a Estados Unidos y las oportunidades laborales para talento humano guatemalteco. Pero existe un desafío: se necesitan más profesionales de Ingeniería Informática o Eléctrica, y materiales, incluyendo semiconductores: un salto cuántico que podría marcar el milagro guatemalteco. Inteligencias jóvenes hay, pero muchas de ellas aún están limitadas a un sistema educativo público agotado, que a su vez fabrica miedos absurdos a la Matemática y las ciencias.

Es de hacer notar la traición de países centroamericanos que recibieron mucho de Taiwán y después le dieron la espalda para irse con China continental. Ello incluye al obtuso e inservible Parlacén, que admitió al régimen totalitario de Pekín como “observador”, un expansionismo adversado fuertemente por la política exterior de Donald Trump. Mientras tanto, Taiwán apuesta por la juventud guatemalteca hace décadas, al brindar becas universitarias en varias disciplinas. Es tiempo de dejar de ser como la isla de Formosa en 1960 para ser la Guatemala digital del 2040.