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Fin de un paro ilegal e innegablemente lesivo
La declaratoria holgante nació decrépita, pues solo fue atendida por menos del 10 por ciento de maestros.
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No deja de preocupar el profundo resentimiento impregnado en la filípica del sindicato magisterial jovielista con la cual anuncian el fin de una huelga estéril, ilícita y dañina de 79 días. Preocupa, porque ese es el ánimo con el cual regresan a las aulas, en donde deberán reponer el tiempo perdido, si es que acaso es posible. Invocaciones divinas, posturas de victimización y una aceptación dudosa de los fallos judiciales adversos figuran en el comunicado con el cual el jovielismo admite, tácitamente, una derrota que fue propiciada por sus propios métodos, desfases y despropósitos.
Es lamentable que docentes utilicen una retórica polarizada e incluso violenta, para afirmar que regresan a trabajar en la educación infantil. El comunicado afirma que vuelven a sus “trincheras”, en alusión a las aulas. Pero las escuelas nunca han sido, ni son ni serán parapetos: son campos de cultivo de la inteligencia y no caldos de cultivo de resentimientos, bastante bien exhibidos y explicados por el STEG, sobre todo por su dirigencia, durante 79 días.
El daño infligido al proceso de enseñanza-aprendizaje será difícil de subsanar. Y más difícil si los que regresan creen que van a enquistarse para mantener privilegios o prebendas inviables. En todo caso, prosiguen su proceso las sanciones administrativas a cargo del Ministerio de Educación, las cuales no van en contra de algo, sino a favor de una transformación educativa, que desde ya el comunicado se apresura a rechazar. Que no van a aceptar cambios al Currículo Nacional Base, que ellos como “sindicato mayoritario” no aprueben, dice. Si tan bien saben del derecho de la mayoría, bien pudieron empezar por escuchar a los miles de padres de familia que les pidieron, les insistieron y les rogaron regresar a dar clases. Ningunearon los llamados.
Prefirieron obedecer al caudillo visceral y a sus guardianes, que agredieron a periodistas y camarógrafos en repetidas ocasiones. El mismo grupo que simuló obedecer la orden judicial de deponer el paro, para salvarse de consecuencias, subrepticiamente lo seguía acicateando a pesar de que con ello usaban como barrera a sus propios seguidores. No les importó el suplicio de pasar días y semanas bajo champas de nailon, comiendo mal y durmiendo peor, durante días y semanas; deberían cuestionar a su dirigencia.
Por otra parte, la declaratoria holgante nació decrépita, pues solo fue atendida por menos del 10 por ciento de maestros. Miles de escuelas siguieron funcionando con normalidad, con docentes que, con dignidad e inteligencia, se resistieron a plegarse a las imposiciones de un grupo de pretorianos cuyo paradigma se agotó hace mucho. El modelo clientelar de recibir dádivas interesadas de previos mandatarios para luego corresponder con marchas bajo pedido quedó evidenciado ante toda la sociedad guatemalteca.
En el camino, el jovielismo también quemó a la bancada del partido Unidad Nacional de la Esperanza, que en una jugada de citaciones intentó capitalizar un influjo inexistente e incluso indeseable. No solo Joviel Acevedo calcula mal, pero gracias a ello queda claro quién lo devolvió a la vida cuando iba a ser despedido en el 2008 por incumplimiento de trabajo. La exigencia ministerial de reposición de clases deberá atender la lógica y natural capacidad humana de aprendizaje. Por lo tanto, los maestros que regresen deberán ser evaluados conforme a la calidad de su desempeño, por la autoridad ministerial y por los propios comités de padres de familia, pues sus hijos fueron víctimas de quienes aún aducen defenderlos.