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Los convenios internacionales y nuestra soberanía (III)
Subió como la espuma, pero poco a poco se ha ido asentando la cerveza helada. Parecía que se iba a rebalsar del tarro; como en un anuncio comercial. De igual forma ha ido bajando el vocerío que se armó con la noticia del levantamiento de la reserva por parte del presidente Arévalo. Al respecto […]
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Subió como la espuma, pero poco a poco se ha ido asentando la cerveza helada. Parecía que se iba a rebalsar del tarro; como en un anuncio comercial. De igual forma ha ido bajando el vocerío que se armó con la noticia del levantamiento de la reserva por parte del presidente Arévalo. Al respecto van los siguientes comentarios:
Poco olfato político. El presidente sabe muy bien que tiene muchos opositores y lo van a criticar por cualquier cosita. Hasta porque su corbata no combina con el saco. O que vista pantalones vaqueros, al mejor estilo del viejo Oeste. Cualquier movimiento extraño que haga va a pasar por muchos microscopios que estarán tratando de detectar bacterias y virus extraños. O puede ser lo contrario, criticarán la inacción, la falta de movimientos: léase carreteras, hospitales, puertos, cárceles, seguridad, etc. Claro, esas falencias son padecimientos crónicos de nuestra República. Enfermedades sistemáticas de nuestra endeble democracia que han operado como eje transversal en todos los gobiernos desde que inauguramos el régimen constitucional en 1986. En ese contexto de estar siendo constantemente monitoreado cabe la pregunta ¿por qué la iniciativa de levantar la reserva? ¿Por qué ahora? No soluciona ningún problema emergente y realmente no representa cambio alguno.
Explicación a la población. Continuando con la misma línea, el presidente debió “socializar” la idea que estaban planificando; después de todo él maneja cuestiones públicas, que interesan a toda la población. Apenas nos enteramos hasta que salió publicado el acuerdo gubernativo 65-2025. ¡Sorpresa! En el portal del Minex se justifica el acuerdo para “evitar la continuidad de errores y manipulaciones realizadas por gobiernos anteriores”. Hay mucho de verdad; el Minex ha sido presa codiciada política y han sido pocos los cancilleres doctos, conocedores de la materia. Echamos de menos a juristas de la estatura de Molina Orantes, Villagrán Kramer, Skinner Klee, García Bauer, entre otros. La mayoría han sido meros políticos oportunistas que han utilizado el cargo para colocar a amigos, familiares y recomendados en embajadas, consulados, etc. o bien como puente de plata para muchos rivales políticos que conviene “tener lejos”. La población se quedó esperando, y sigue esperando al día de hoy, que alguien explique la “urgencia” o al menos la necesidad, del levantamiento de la reserva. Ese silencio ha sido fertilizante de especulaciones, señalamientos, rasgamientos de vestiduras y jaladas de barbas con ceniza incluida (¡Antejuicio!). El jurista Edgar Ortiz indica que “una parte del problema se explica por la falta de entendimiento del derecho internacional, y por otro lado, como siempre ocurre en política, hay gente que quiere sacar provecho”. Ciertamente Edgar, no se comprende el derecho internacional.
La Convención. La Convención de Viena es de mayo de 1969. Guatemala, la ratificó hasta en junio de 1996 (decreto 55-96 del Congreso), sin objeciones ni reservas. Pasaron, por lo mismo casi 30 años sin inmutarnos. Todo tranquilo. En ese lapso se suscribieron varios tratados sin problema alguno. En otras palabras, la importancia de la citada convención es secundaria. Cabe señalar que hay otras dos Convenciones de Viena que tienen mucha aplicación, la del año 1961 relativa a las relaciones diplomáticas donde se regulan muchos aspectos cotidianos como son la inmunidad del personal, inviolabilidad de la embajada (asilo), valija diplomática, familiares, beneplácito, presentación de credenciales, declaración de non-grato, etc., y la Convención sobre relaciones consulares que regula lo relativo a las oficinas que dan servicios a sus propios ciudadanos, facilitan el comercio internacional y la cooperación entre estados. Por ejemplo, el reciente matrimonio entre personas de igual sexo celebrado en México, donde es legal, aunque en la embajada que, por virtud dichas Convenciones, se considera territorio de ese país.
Tratados comerciales y de DD. HH. como indicaba en la entrega anterior, tratados o convenios hay de las materias más extendidas: política, comercio, inversión, coordinación de protocolos comunes, combate a la delincuencia, cooperación, derechos humanos, etc. Es que los estados, en tanto personas jurídicas pueden comprometerse igual que los individuos. De todas esas variantes de tratados, los temas que ahora nos ocupan son dos: los tratados de inversión y los de derechos humanos. En los de inversión se quiere consolidar una estructura, un andamiaje, que fortalezca la confianza para beneficio del inversionista –el que arriesga su dinero— de manera que se anime a desembolsar en un proyecto en país ajeno; y también reporta beneficio al país receptor que, con esas inyecciones de capital va a poder desarrollar una región, industria o actividad generando, en todo caso, empleos para la población. En otras palabras: “reglas fijas” para todos. Un escenario gana-gana. (Continuará).