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El maestro profesional de segunda
¿Son realmente buenos los maestros de los niveles de enseñanza formal? Esta pregunta se la hace todo ciudadano y algo en ella es claro para los expertos: la formación no puede nacer ni debe venir desde arriba y según encuestas y estudios nacionales e internacionales no podemos presumir de un magisterio de alta calidad. Atracción, […]
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¿Son realmente buenos los maestros de los niveles de enseñanza formal? Esta pregunta se la hace todo ciudadano y algo en ella es claro para los expertos: la formación no puede nacer ni debe venir desde arriba y según encuestas y estudios nacionales e internacionales no podemos presumir de un magisterio de alta calidad. Atracción, selección, capacitación continua y condiciones laborales dignas son desafíos constantes a resolver y que vienen de décadas. Alguien con mucha propiedad señaló hace décadas “Aún más irracional es que una educación cuyo núcleo es la enseñanza tenga tan poca enseñanza” y en efecto como también lo ha señalado Fundesa “La profesionalización docente es la asignatura pendiente en Guatemala, y se debe trabajar en una selección de candidatos basada en el mérito y una formación inicial y continua de alta calidad”. Es ridículo se quejaba un pedagogo “mientras los estudiantes reciben semanalmente una media de diez horas semanales al año de docencia dirigida por el profesorado, para los futuros docentes, la cifra no llega ni a una hora semanal y eso es totalmente irrazonablemente para una formación profesional que requiere mucha práctica, reflexión y retroalimentación”. Aún más irrazonablemente es que un programa de formación centrado en la docencia tenga tan poca docencia.
Y en términos de remuneración y reconocimiento social, el maestro dista mucho de estar a la par de otras disciplinas y trabajos. En consecuencia, gran parte de la docencia suele ser realizada por empleados temporales, y en el caso de los fijos, a menudo al igual que los otros, carecen de formación de posgrado completa, mientras que los didácticos y pedagogos con doctorado, buscan otros puestos mejor remunerados alejados de aulas y alumnos.
En la sociedad segregada actual, se necesitan más que nunca profesores competentes en las escuelas que puedan regirse por el principio de primus inter pares –el primero entre iguales–. Este no debería ser sólo un lema académico, sino una práctica viva en la formación docente. Eso significa cuatro cosas: más horas a la capacitación/actualización/Aumentar el atractivo de la enseñanza/recompensa económica y mentalmente más clara. Ajustar los sistemas de recursos y méritos para que la enseñanza sea verdaderamente basada en el mérito y así promueva una mejor asignación de recursos. A la par de todo ello, los investigadores pedagogos más experimentados, deberían bajar a la operación educativa enfrentando las situaciones y cursos docentes más desafiantes. De esta manera, podrán difundir su excepcional nivel de experiencia.
Finalmente, una observación que no deja de necesitar de buena reflexión “Vivir como enseñamos es importante”. Como bien dicen muchas madres: “La formación de mi hijo es demasiado libresca y no le proporciona las habilidades prácticas necesarias para convertirse en algo en un mañana próximo”. Eso se complementa con otra reflexión de una docente: “Como maestro de primaria, tu rol es más educativo en la escuela, mientras que en secundaria los estudiantes pueden ser más independientes. Por lo tanto, son profesiones muy diferentes, por lo que la formación docente de primaria requiere un mayor enfoque en los conocimientos prácticos y en el ejemplo real”.
Solo con un cambio genuino en la estructura y funcionamiento del sistema educativo, podrá desvanecer aquel prejuicio tan de moda en nuestra sociedad “«La gente piensa que soy tonta y retrasada y que solo estudio para ser maestra porque no pude entrar en nada más”.