Tiananmén y el modelo chino

Tiananmén y el modelo chino

La masacre de Tiananmén, en 1989, marcó el origen del modelo de una China y dos sistemas.

Enlace generado

Resumen Automático

08/06/2025 00:01
Fuente: Prensa Libre 

El 4 de junio fue el 36 aniversario de la masacre en la plaza de Tiananmén, en Pekín, que puso fin a casi dos meses de protestas de ciudadanos chinos que estaban experimentando los efectos de los cambios económicos y sociales impulsados desde el inicio de la década de 1980 en la China post Mao Zedong. Estos cambios fueron impulsados por Deng Xiaoping, que en ese entonces ocupaba el cargo de presidente de la Comisión Militar Central de la República Popular de China, principal liderazgo sujeto a las disposiciones del Partido Comunista Chino (PCC). Los acuerdos para la devolución de Hong Kong por parte del Reino Unido y de Macao por parte de Portugal fueron el detonante de las protestas, puesto que la población tenía la incertidumbre si el futuro de China era el de una economía de mercado —impulsada por Xiaoping— o se mantendría un control total como en la época de Mao.

China necesitaba un cambio de fondo, y Deng Xiaoping lo hizo realidad, pero a un costo muy alto.

Deng Xiaoping, popularmente conocido como “el pequeño timonel” por su baja estatura —1.57—, pero su gran capacidad de liderazgo y precisamente por esto reconocido como el arquitecto de la China moderna. Fue un héroe de guerra y, si bien fue parte del Partido Comunista desde joven, siempre tuvo una idea de modernización política y económica que chocó frontalmente con la visión de Mao. Su popularidad y el respeto que tenía dentro de las filas del Ejército Popular de Liberación fueron la principal razón por la que Mao no eliminó o anuló políticamente a Xiaoping, logrando únicamente ponerlo en arresto domiciliario y darle puestos políticos de poca importancia. Después de la muerte de Mao, Deng Xiaoping llegó a ser el máximo líder de China, gracias al apoyo popular y el resentimiento que existía hacia la rosca de Mao, conocida como la “banda de los cuatro”, por su promoción de políticas asociadas a los grandes fracasos de El Gran Salto Adelante (1958-1962) y la Revolución Cultural (1966-1976, aunque en regiones como el Tíbet y Sinkiang medidas de la misma se siguen aplicando). China necesitaba un cambio de fondo, y Deng Xiaoping lo hizo realidad, pero a un costo muy alto.

Primero, corrigió el caos social generado por la Revolución Cultural, para después promover reformas económicas conocidas como socialismo con características chinas, que se llegaron a convertir en el modelo de “Una China, dos sistemas”. Sin embargo, esta apertura económica preocupó a muchos en el PCC, que sentían que el control del país se les podía ir de las manos. Socialmente, empezó a surgir una clase media, a la vez que, debido a la apertura económica, también hubo aquellos que perdieron su estatus socioeconómico, como suele suceder en una economía de mercado. Más allá del debate sobre si Xiaoping estaba de acuerdo o no con lo ocurrido el 4 de junio de 1989 en Tiananmén, la realidad es que dicha masacre sentó la base de la China de hoy: una economía encaminada a ser la más grande y atractiva del mundo bajo una dictadura sanguinaria que, bajo Xi Jinping, ha sacado las garras político-militares que estuvieron ocultas durante los liderazgos de Jiang Zemin y Hu Jintao.

Es importante tomar esto en cuenta ante el tema de nuestra relación con nuestro socio y aliado Taiwán. El llamado de la cancillería china por la visita del presidente Bernardo Arévalo a Taiwán solicitando que “se dé cuenta de la tendencia general” y “tome pronto la decisión correcta” de reconocer ese modelo de una sola China —la continental— y dos sistemas, implica una acción maquiavélica de valorar las oportunidades económicas —si es que las pudiéramos aprovechar—, pero darle la espalda a los valores de democracia y libertad asesinados en Pekín hace 36 años. ¡Feliz domingo!