Conforme transcurre el período presidencial del actual gobierno, paulatina e inexorablemente se van consolidando algunos de los proyectos que se plantearon, aunque esto sea más reconocido en el ámbito externo que en el nacional.

Además, es clara la profundización de la relación de Guatemala y los Estados Unidos de América, evidenciada por los esfuerzos conjuntos para modernizar puertos y vías férreas, con proyectos necesarios que trascenderán a este gobierno. Y aunque los resultados en infraestructura y mantenimiento vial siguen siendo muy precarios, en algunos ministerios se han venido sentando las bases para mejorar los servicios y la administración pública, conforme las autoridades y funcionarios han ido aprendiendo a gobernar. Ha mejorado la percepción internacional del país y en los organismos financieros multilaterales, aunque internamente sabemos que el respaldo al presidente Arévalo ha venido declinando.

En este contexto, recordemos que una fuente de referencia para los inversionistas es la calificación crediticia soberana, otorgada por calificadoras como Moody’s, Fitch Ratings y Standard & Poor’s (S&P). Y, en general, sus opiniones son favorables.

El viernes pasado, S&P mejoró la calificación de Guatemala, subiendo la perspectiva de estable a positiva (+), ubicándola como BB+. Valora la resiliencia y estabilidad macroeconómica, un sólido perfil externo y una política monetaria sana, a pesar de la incertidumbre global. Reconoce que, durante el último año, las negociaciones políticas entre el Gobierno Central y el Organismo Legislativo han permitido algunos avances en materia legislativa, a pesar de la fragmentación histórica del Congreso de la República.

Comentan que el alto nivel de pobreza (55% de la población) y la economía informal (80% en edad de trabajar), la escasa inversión en infraestructura y la debilidad de las condiciones sociales siguen lastrando el crecimiento. Así como las luchas internas entre el Gobierno y la Fiscalía General, que ponen de manifiesto desafíos en materia de gobernabilidad.

Estiman que las remesas se desacelerarán, pero que solo afectarán marginalmente el sólido perfil externo del país, mientras la inversión extranjera directa se mantendrá baja. La posición externa seguirá sujeta a cambios en las remesas, derivado de los flujos migratorios, y eventuales impuestos a las mismas; o por la desaceleración de la economía estadounidense que afectaría el crecimiento de Guatemala, pero el sólido historial de política macroeconómica debería ayudar a mitigar los impactos adversos.

Cabe resaltar que S&P podría elevar la calificación a BBB (saliendo del ámbito especulativo, pasando al escalón más bajo, pero ya como grado de inversión), si dentro de los próximos 12 a 24 meses se reciben señales sólidas y prolongadas de que el Gobierno y el Congreso colaboran consistentemente en iniciativas para mejorar la resiliencia del modelo económico y aumentar el nivel de riqueza de la población, logrando un crecimiento superior al esperado, un ingreso “per cápita” más alto y mejores condiciones sociales.

En resumen, a pesar de las circunstancias y percepciones adversas de la realidad nacional a nivel local, en general las apreciaciones y expectativas externas sobre el país se muestran positivas, no obstante encontrarnos en un ambiente de incertidumbre en el ámbito internacional. Ojalá que eso que nos ven mejor desde afuera, se vaya convirtiendo en hechos, realizaciones y resultados positivos aquí adentro, en beneficio de los guatemaltecos.