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Sin claridad, todo se vuelve riesgo
Nos cuesta saber qué es verdad y qué no.
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En estos días, Guatemala vive momentos cargados de confusión. Nos cuesta saber qué es verdad y qué no. Las redes sociales, los grupos de WhatsApp y ciertos medios se han vuelto campos de batalla donde la información muchas veces se manipula, se exagera o simplemente se inventa. Y cuando eso pasa, en lugar de construir puentes, se levantan barreras. En vez de acercarnos a soluciones, nos alejamos entre sospechas y acusaciones.
Nos cuesta saber qué es verdad y qué no.
Uno de los temas que ha generado más polémica recientemente es el retiro de la reserva que Guatemala mantenía desde hace décadas al artículo 27 de la Convención de Viena. En palabras simples, esta reserva nos permitía decir: “Antes que un tratado internacional, está nuestra Constitución”. Al quitarla, el mensaje que se ha dado, aunque no haya sido la intención, es que ahora los compromisos internacionales podrían estar por encima de nuestra carta magna.
Este cambio se dio de forma sorpresiva, sin explicar bien al país qué significa ni por qué se hizo. Y en tiempos donde hay tanta desconfianza hacia las instituciones, tomar decisiones de este tipo sin escuchar, sin informar con claridad, solo enciende más alarmas.
Muchos sectores han mostrado su preocupación. Y con razón. Porque aunque hay quienes defienden esta decisión como un paso hacia el respeto del derecho internacional, también hay quienes temen, y no sin fundamento, que esto abra la puerta para imponer en Guatemala agendas que van en contra de nuestros principios. Me refiero, por ejemplo, a temas que afectan directamente la defensa de la vida desde la concepción, el valor de la familia o el respeto a la soberanía nacional.
No se trata de cerrarse al mundo ni de vivir con miedo a todo lo que viene de afuera. Se trata de cuidar lo que somos. De que nuestras decisiones, como país, se tomen aquí, respetando nuestra historia, nuestra cultura y nuestros valores.
Y mientras este debate se da, el Ministerio Público sigue actuando como si fuera dueño de la verdad absoluta. Aún se ven acciones selectivas, casos que se abren a conveniencia y otros que se ignoran por completo. No hay señales claras de que la justicia esté funcionando de forma imparcial. Y eso también preocupa.
En medio de todo esto, la ciudadanía está cansada. Harta de que las decisiones importantes se tomen sin consultar, sin explicar, sin pensar en las consecuencias. Harta también de que el sistema de justicia sea usado como un arma política.
Por eso es tan importante levantar la voz, pero hacerlo con responsabilidad. No para dividir, sino para construir. Guatemala no necesita más ruido ni más enfrentamientos. Lo que necesitamos es claridad, sensatez y líderes que digan las cosas como son, sin adornos, pero también sin gritar.
Yo creo firmemente que sí es posible vivir en una sociedad con respeto y sentido común. Que se puede defender la vida, la verdad y los valores sin caer en el juego de la polarización. Que se puede construir un país más justo sin abandonar lo que nos define como nación.
Para lograrlo, necesitamos decisiones bien pensadas, bien explicadas y, sobre todo, hechas en el momento correcto. Porque en política, como en la vida, el fondo importa, pero la forma, y el momento, también.