La violencia: el ángel negro

La violencia: el ángel negro

Hace unos días, al abrir la prensa, me sorprendió encontrarme con once noticias de violencia doméstica y callejeras. Inicialmente pensé que eso era casualidad, pero al revisar los últimos días, el promedio fue de 9.3 casos informados. Mi respuesta a ello es que esos hechos son el resultado de múltiples factores individuales y sociales que […]

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Resumen Automático

04/08/2025 07:59
Fuente: La Hora 

Hace unos días, al abrir la prensa, me sorprendió encontrarme con once noticias de violencia doméstica y callejeras. Inicialmente pensé que eso era casualidad, pero al revisar los últimos días, el promedio fue de 9.3 casos informados. Mi respuesta a ello es que esos hechos son el resultado de múltiples factores individuales y sociales que desembocan en comportamiento violento.

Como médico, diría que la violencia es una crisis del sistema nervioso; más que crisis, es un estado caótico nervioso tanto del nivel individual como colectivo. En nuestro entorno, este fenómeno lleva años arraigado y así seguirá mientras mantengamos una sociedad marcada por parámetros físicos, humanos y de gobernanza, que perpetúan todo tipo de injusticias y de desigualdades y la falta de equidad, impidiendo a la mayoría ejercer sus derechos fundamentales. Estamos pues, ante una enfermedad mental social que se infiltra desde los cimientos del hogar hasta las estructuras más altas de poder.

Decíamos arriba que estamos ante un trastorno social mental que, en mi opinión, conduce a algo tan específico como la ansiedad generalizada. En unos casos, esta ansiedad surge por conseguir, en otros por mantener y en una mayoría, por adquirir aquello que consideramos esencial: educación, salud, trabajo, recreación, vivienda. Todos elementos vinculados al bienestar humano.

En sociedades como la nuestra, donde predomina todo tipo de injusticia e inequidades, muchos individuos, experimentan necesidades que no buscan resolverse a través de la comprensión y la solidaridad, sino mediante la autocomplacencia. Esto lleva a priorizar instintos agresivos sobre los compasivos, lo que fomenta y fortalece comportamientos violetos. Es aquí donde en muchos individuos, la necesidad se convierte en la siguiente reflexión: si no tengo qué comer, pido; si no tengo éxito en ello robo; y, si logro hacerlo con éxito, desarrollo una pericia que consolida mi voluntad de repetir tales actos. Esta pericia delictiva en robo, maltrato, incumplimiento a la ley, etc., se ve reforzada por la tolerancia pública y social hacia esas acciones. Esta es, lamentablemente, nuestra realidad actual como sociedad.

Cuando pienso en las personas que cometen actos delictivos, me sorprende cómo su voluntad y discernimiento se enfocan a una perspectiva que justifica el incumplimiento de la justicia y la inequidad. Esto al final, conduce a una falta de solidaridad y respeto hacia el prójimo. El trastorno de ansiedad (dado un estrés continuo), desconecta al individuo de los demás, ya que las respuestas afectivas se orientan a favor de sobrevivir en un entorno hostil. En ese contexto, se busca la manera más fácil, práctica y con mejores resultados inmediatos para satisfacer deseos y necesidades, algo que la experiencia misma parece validar.

Un ladrón callejero me contó una vez que, de cada diez intentos, lograba éxito en cinco y que al menos uno de ellos terminaba en frustración. Al principio, decía era al revés. Él afirmaba: si la ley se cumpliera, nada de eso sería posible.

El hombre es, en gran medida, el creador de su propia violencia. Solo rompiendo con una sociedad y sistema de gobernanza plagados de injusticias e inequidades, podremos cambiar nuestra vergonzosa historia. Esto exige enfrentar desafíos, y los desafíos son esenciales para encontrar soluciones que permitan una práctica política y social basada en valores, no en injusticias, desigualdades e inequidades.