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Doña Violeta de Chamorro, valioso personaje histórico
Intencionalmente, no se valora el paso de doña Violeta de Chamorro en una etapa esperanzadora de Nicaragua.
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Doña Violeta Barrios viuda de Chamorro, un ama de casa muy relacionada con la política y el periodismo nicaragüenses, rodeada de sus hijos inició su descanso eterno el sábado a los 95 años, víctima de los efectos de un derrame cerebral sufrido en el año 2018. Fue la primera mujer de América Latina electa popularmente, luego de derrotar en un frente nacional al entonces presidente Daniel Ortega, como antes el asesinato de su esposo Pedro Joaquín Chamorro Cuadra había desencadenado el fin de la dictadura de Somoza. Pronto rompió con Ortega y el diario La Prensa, fundado por él, siguió realizando un periodismo de combate y políticamente opositor de frente, y sus hijos y nietos sufrieron después los efectos de una sangrienta dictadura peor al somozato.
Intencionalmente, no se valora el paso de doña Violeta de Chamorro en una etapa esperanzadora de Nicaragua.
En 1993, el absurdo y fracasado serranazo unió al resto de presidentes centroamericanos, y como apoyo al presidente Ramiro de León Carpio anunciaron su visita a Guatemala. Tuve oportunidad de ser testigo de la llegada de doña Violeta, a quien me tocó ir a dar la bienvenida al aeropuerto antiguo de La Aurora bajo la lluvia del 6 de junio de 1993, hace 32 años. No estaba completo el gabinete y solo estábamos disponibles el canciller, Arturo Fajardo Maldonado, y yo. Con un paraguas para protegerla de la fuerte llovizna, la ayudé a descender de su avión. Y allí comenzó una experiencia inolvidable. Me extendió la mano y preguntó: ¿Vos quién sos? —Estoy colaborando con el presidente. —O sea, ¿sos su amigo? —Sí. —Esa gente es la que me gusta a mí. —Y subimos al carro oficial.
Los carros se hacían a un lado y eso hizo corto el viaje a la casa presidencial, pero siguió hablándome. —Decime, ¿cómo está todo aquí? Y le expresé mis criterios, mientras escuchaba atentamente. Agregué: —¿Y cómo están Ortega? (Me refería a Daniel y a su hermano Humberto, muerto en 2024 en un hospital, luego de pasar en bartolina varios años por órdenes expresas del dictador y de su esposa y copresidente Murillo). —A esos patojos, como dicen aquí, los puedo convencer, pero es difícil. Al llegar, entramos al salón de los espejos. Se sentó en un asiento y otra vez se dirigió a mí. —Decí que me traigan un whisky. Llegó el pasador con una botella y un vaso pequeño. Cuando le iba a servir, ella tomó la botella y se sirvió una generosa porción, sólo con hielo.
Doña Violeta actuó como lo hacían entonces los nicaragüenses, cordiales, dicharacheros, sonrientes, “buena onda”. Eso lamentablemente ha cambiado ahora con la sangrienta dictadura sandinista, peor y más larga a la última de Anastasio Somoza. Entró Ramiro y ella se tomó rápidamente la “horchata amarilla de Escocia”. Luego llegaron Alfredo Cristiani, de El Salvador; Rafael Callejas, de Honduras, y Oscar Arias, de Costa Rica, arrastrando su ego. Llegó la prensa nacional e internacional, interesada en entrevistar al exprocurador de los Derechos Humanos, perseguido por Serrano y ahora electo presidente por el Congreso, junto con el ilustre abogado Arturo Herbruger Asturias, quien envió una carta de no aceptación al plan conservador de realizar una elección entre ambos. El paso de doña Violeta, no por estar ahora intencionalmente olvidado por el nefasto ortegato, deja de brillar en la historia de Nicaragua, mancillada por tantas dictaduras dinásticas. Al analizar sus seis años de gobierno y compararlos con la situación actual, reluce su valor y el momento histórico de una esperanza del renacimiento democrático del istmo, ahora desaparecido o derrumbándose. Pero su caso demuestra la posibilidad de hallar políticos de buena cepa y la fuerza ciudadana cuando se hastía de politiqueros. Ojalá pronto sus cenizas salgan de Costa Rica y regresen a la tierra donde merecen estar por haber luchado tanto por su bien. En lo personal fue una de las más agradables e inolvidables experiencias de mi larga y variada carrera. Mi pésame a su valiente familia.