Persiste el círculo vicioso de la leña

Persiste el círculo vicioso de la leña

El problema ahora es ¿a dónde iremos si se hace leña el bosque?

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Resumen Automático

29/07/2025 00:05
Fuente: Prensa Libre 

La leña ha sido desde tiempos ancestrales un material combustible utilizado por generaciones para múltiples propósitos: cocinar alimentos, brindar calor en el hogar —término cuya etimología viene de hoguera—, para hornear pan, fabricar ladrillos, cerámica o cal. Pero con el paso del tiempo, para tales fines se ha utilizado el propano o aparatos eléctricos; incluso, hace un par de décadas se impulsaba el uso de estufas solares, para tratar de frenar la dependencia de los árboles. No obstante, según el estudio de fuentes energéticas del 2024 del Ministerio de Energía, la leña sigue teniendo demanda en el 53% de los hogares del país, un porcentaje que se eleva arriba del 80% en áreas rurales, sobre todo aquellas en condición de pobreza.

Pero también en áreas urbanas de provincia y de la metrópoli persiste la demanda de árboles cortados, para decirlo de otra manera. En esencia, no existe otra fuente de leña, y eso agrava el problema de la deforestación. Aunque la leña ha sido un combustible natural desde tiempos inmemoriales, el crecimiento poblacional ha acarreado una multiplicación de la demanda. Un leño se quema en una hora, un árbol maderable lleva de 10 a 20 años en crecer, y esa paradoja basta para dimensionar el avance de la crisis.

Para muchas familias en condición de pobreza, ese círculo vicioso de corte de árboles y arbustos, la quema de leña y deforestación paulatina se agrava a causa del cambio climático y la aridez de regiones como el Corredor Seco, en donde la vegetación escasea. Pero no se detiene, se arrasa incluso con árboles jóvenes, lo cual amenaza con llevar la situación a un paroxismo casi apocalíptico. Pero no es el único punto de preocupación; el uso de leña en condiciones insalubres, sin ventilación adecuada, acarrea enfermedades pulmonares crónicas.

Estudios técnicos, académicos, ambientales y sociales han sugerido metodologías para tratar de reducir la dependencia de la leña. Las previsiones más optimistas apuntan a que para el 2050 la participación de ese recurso como fuente energética se reduzca a 38%. Ello podría ocurrir a causa de mayor acceso a estufas de propano o queroseno. Un ejemplo de eso ha sido la transformación de las tortillerías de barrio, que utilizan planchas industriales en vez de los antiguos comales de barro. Pero no en todos los planos se implementa esa mejora, pues aún es usual ver promontorios de leña en las afueras de panaderías o pizzerías, no tanto por un motivo económico, sino por razones de sabor y textura, aunque eso abone a un problema mayor.

Las perspectivas de abordaje de ese desafío deben integrar no solo la visión ecologista, sino también la viabilidad económica y la innovación científica. En numerosos casos, el problema no es que la gente quiera usar leña, sino la falta de otra opción. ¿Qué se puede hacer a futuro? El cambio no vendrá de un solo. El Gobierno debe ampliar los programas de acceso a estufas mejoradas o los programas de incentivos forestales para consumo. Además, las autoridades de Salud deben educar a la población sobre los efectos letales de la exposición de humo de cocina por períodos prolongados a diario.

Finalmente, cabe dar un vistazo al pasado para aprender de errores pretéritos. Está demostrado, por estudios arqueológicos, análisis de suelos y de ciclos naturales, que la excesiva tala de bosques figuró entre las causas del colapso de la civilización maya. Necesitaron ingentes cantidades de leña para procesar piedra caliza, lo cual impactó en la cobertura vegetal y el patrón de lluvias. Sobrevino una sequía que obligó a desplazarse. El problema ahora es ¿a dónde iremos si se hace leña el bosque?