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El abandono del deber
Jamás hubo tan poco aprecio de la soberanía como con estos globalistas.
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Los caballeros medievales se divertían en caza de especies menores. Cuando se perseguía un conejo o un zorro, solía esconder la cola entre las patas. La huida se relacionó con el comportamiento de la cola o couart. Cuando un hombre de espada huía, se le calificaba burlonamente de couart; es decir, se comportaba como si fuera una cola escondida del caballo.
No me toca es una excusa de pusilánimes ignorantes del supremo deber de defender a la patria.
El cobarde no es por sentir miedo. El temor asalta al más bragado frente al riesgo cierto. La valentía no se expresa por la temeridad ni por el arrojo sin medir el peligro. Frente a los carros blindados, sin medios para detenerlos, lo aconsejable es la retirada. Pero el pusilánime añade a su falta de sentido dos características principales: la falta de iniciativa y evitar tomar decisiones.
Recientemente, en Cachemira, fuerzas de la India persiguieron a los criminales culpables de la muerte de 26 turistas. El orden de batalla tuvo un error, pues atacó con bombarderos misileros antes de emplear sus cazas de alta velocidad. De esa cuenta, en los 25 minutos de la batalla, los atacantes sufrieron más bajas que los defensores pakistaníes. Después se negoció el alto al fuego. Pakistán nunca justificó la invasión india ni habló de errores operacionales. Simplemente defendió su territorio.
El 8 de junio, una fuerza armada mexicana, la Fuerza de Reacción Inmediata Pakal (Frip), invadió el territorio nacional, provocando un enfrentamiento a tiros entre sus carros blindados y vehículos nacionales. Durante el enfrentamiento, un oficial del Ejército abandonó su puesto, dejando a un soldado abandonado en un vehículo todoterreno J8. Con posterioridad, más efectivos mexicanos retiraron los vehículos y a los fallecidos, en alarde de superioridad armada.
Todo está filmado; aun así, pueden ocurrir explicaciones locas o claramente exculpatorias, como hablar de errores operacionales, exceso de celo en cumplimiento de la ley y otras de semejante laya. Afortunadamente, el mando en el Ministerio de la Defensa, de manera correcta, anunció el refuerzo inmediato del Plan Cinturón de Fuego, para fortalecer el control soberano fronterizo. Mientras tanto, en medio de titubeos, el Ministerio de Relaciones Exteriores señaló la existencia de un espacio de diálogo para coordinarse en la frontera. ¡Increíble! Mejor fue la posición de la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, quien condenó la incursión y solicitó la sanción a los responsables. Recuérdese que el presidente Trump ha pedido a México semejante permiso de persecución a narcos. Al grande se le pide respeto y se abusa del pequeño.
Por su parte, la Policía Nacional Civil expresó que realizará una investigación a fondo para evitar colusión de sus miembros con actores comprometidos con el crimen. La defensa del territorio nacional, en parte, se debe a la fuerza armada de seguridad pública, pero está sin respaldo. Si se falta al derecho internacional, como las diputadas hechoras de una intrusión en la embajada mexicana, no se puede exigir respeto a quienes, utilizando su superioridad armada, invaden a otro país.
Lo vergonzoso fueron las declaraciones del ministro de Gobernación, Francisco José Jiménez Irungaray. Afirmó que su ministerio jamás defenderá las fronteras nacionales; equivale a permitir a la delincuencia transnacional el libre ingreso y tránsito en el territorio del país, así como abandono ante las fuerzas armadas de otros países. Un funcionario con esas concepciones jamás podrá controlar a la delincuencia organizada. Se repite una y otra vez, la seguridad nacional se desliza hacia una crisis; la violencia criminal es imparable.