La importancia de las VAS y la libertad de producir

La importancia de las VAS y la libertad de producir

Con un Estado facilitador podría haber más vías alternas generando progreso.

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Resumen Automático

14/10/2025 00:04
Fuente: Prensa Libre 

La carta del gobernador departamental de Guatemala dirigida a los propietarios de la VAS, pidiéndoles “como un acto de solidaridad y responsabilidad social” reducir el precio del peaje por la emergencia provocada por el colapso del kilómetro 24.5 de la carretera a El Salvador, revela más que un gesto político la confusión del Estado frente a la iniciativa privada.

Algunos proyectos de vías alternas llevan más de cinco años en trámites.

La VAS fue construida con riesgo propio, sin un centavo del erario público. Empresarios apostaron por una carretera moderna que el país necesitaba con urgencia. Y sin embargo, cuando la infraestructura estatal colapsa, se les pide compensar las fallas del gobierno. Esa lógica refleja una mentalidad estatista muy arraigada: la creencia de que el éxito privado debe subordinarse a un interés público definido por los burócratas de turno, aunque el Estado sea quien ha fallado.

El economista Frédéric Bastiat bien podría haber pensado en Guatemala cuando escribió que “el Estado es la gran ficción mediante la cual todos intentan vivir a costa de los demás.” Tenía razón. Aquí, en vez de reconocer la eficiencia del capital privado, el discurso politiquero lo culpa de los males sociales. El empresario que arriesga, crea empleo y paga impuestos termina tratado como si fuera responsable de las fallas del propio Estado.

La raza politiquera y sus alfiles los burócratas acostumbrados a “mamar de la teta privada hasta matar la vaca” viven de lo que otros producen. Buscan el poder no para servir, sino para servirse, prometiendo que la pobreza y los servicios públicos mejorarán cuando ellos gobiernen. Pero aunque los presupuestos estatales crecen cada año, la realidad nos abofetea con indignación: hospitales desabastecidos, carreteras colapsadas, escuelas en ruinas, puertos semi colapsados.

En esta tierra, como decía el Sholón Porras, donde el hierro flota y la balsa se hunde, la lógica se invierte. Una carretera nacional colapsa bajo un derrumbe, miles de vehículos quedan afectados, y mientras la reparación se prolonga por días, la VAS se convierte en la única alternativa viable. Pero en lugar de celebrar la existencia de una ruta eficiente y segura, se la trata de convertir en botín político.

De esa mentalidad surgen las “nacionalizaciones” y los intentos de controlarlo todo: empresas, servicios, precios y voluntades. No es solidaridad lo que buscan, sino poder. No sirven, se sirven y se imponen. Los resultados están a la vista en los países que siguieron ese camino: Ingobernabilidad, infraestructuras destruidas, economías estancadas y ciudadanos dependientes de un Estado que no produce sino exigencias.

Los estatistas temen a las alianzas público-privadas porque debilitan su control. Saben que la subcontratación de hospitales, puertos o aeropuertos funcionaría mejor bajo esquemas privados, y eso amenaza sus intereses. Por eso bloquean, retrasan y regulan hasta asfixiar la inversión. Paradójicamente un proyecto como la VAS requiere años de trámites: Digebos, Marn, Mintrab, Munis, Minecom y una lista interminable de permisos diseñados para frenar el progreso.

Lamentable que el Estado politiquero no piense en la necesidad ciudadana ni en la urgencia del servicio, sino en cómo mantener el control sobre cada trámite y cada firma. Hay proyectos de carreteras estilo VAS que llevan más de seis años esperando aprobación, atrapados entre sellos, dictámenes y mesas técnicas. Y sin embargo, en medio de la emergencia, la empresa de la VAS, actuó rápido, sin discursos, sin decretos. Simplemente abrió el paso a los camiones, gratis, en forma libre, voluntaria y eficiente.

Hasta que no tengamos un gobierno que asuma su verdadero papel de facilitar en vez de obstaculizar y de abrirle camino al que produce, nada cambiará. Sigamos soñando.