El espejo y la fotografía

El espejo y la fotografía

La región ha sufrido graves procesos de cambio, aunque muchas veces no nos demos cuenta de ello.

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Resumen Automático

28/05/2025 00:03
Fuente: Prensa Libre 

En un panel celebrado en el festival “Centroamérica Cuenta” se tuvo oportunidad de reflexionar sobre la situación en que se encuentra nuestra región. Una especie de hacer las cuentas luego de más de dos décadas de haber cruzado el umbral del nuevo milenio. En la conversación se comentó sobre los procesos de cambio y de cómo estos van ocurriendo frente a nuestros propios ojos, aunque muchas veces no nos demos cuenta de ello. Para ejemplificar, tomemos la analogía del espejo y la fotografía.

Es preciso recuperar la voz de las élites en la discusión de los asuntos públicos.

Cuando una persona se ve reflejada en el espejo todos los días, no es capaz de determinar, de ayer a hoy, el momento en que ha subido de peso, perdido cabello o empezado a encanar. Aunque ese proceso esté ocurriendo, la gradualidad de este hace que la persona simplemente sienta que la imagen reflejada es la misma de ayer. Sin embargo, ha cambiado. Si, por el contrario, toma una fotografía de por lo menos unos años antes, podrá entonces sí notar los cambios importantes que ha sufrido. Allí las diferencias son notorias. Por lo tanto, siempre es una buena herramienta de análisis comparar estados de situación con, por lo menos, una perspectiva de separación temporal de algunos años.

A comienzos del nuevo milenio, Centroamérica tenía razones para estar muy optimista. Habían quedado atrás los años del conflicto armado. Los gobiernos elegidos democráticamente se sucedían unos a otros respetando la alternabilidad entre las fuerzas tradicionales e históricas; es decir, había una cierta estabilidad en el sistema político. Las economías se estaban abriendo al mundo, por medio de los instrumentos comerciales. La arquitectura de la integración centroamericana estaba teniendo un segundo aire con la celebración de nuevos acuerdos entre los países. Los procesos de modernización de las administraciones públicas transformaban las viejas burocracias del siglo pasado. Finalmente, los países del istmo comenzaban a levantar las barreras fronterizas, posibilitando un mejor transito de personas y mercaderías. En suma, en Centroamérica se respiraba un ambiente colectivo de cambio y progreso.

Hoy poco o nada queda de aquello. Las grietas y divisiones han surgido a tal nivel que los países son incapaces, por ejemplo, de llegar a un acuerdo para nombrar funcionarios en la institucionalidad de la integración. Los sistemas políticos están irreconocibles, al grado de que los partidos políticos han sido sustituidos por liderazgos personalísimos. Los principales controles republicanos, esos que aseguran los pesos y contrapesos en toda sociedad democrática, han desaparecido o se han debilitado considerablemente. En al menos un caso, la oposición ha sido llevada a la cárcel, y en otros la labor de la oposición ha sido marginada o es inexistente.

El tema es que mientras nos sigamos viendo en el espejo, estos cambios irán sucediendo paulatinamente, cercenando nuestro modelo político y modo de vida sin que caigamos en la cuenta. Un poco como el cuento de la rana en la olla del agua caliente. Las sociedades siempre encontrarán una razón para justificar la última medida política del poder de turno, esa que propine un nuevo mordisco a las libertades, atribuyéndolo a una necesidad aparentemente resuelta.

Ver, en cambio, la fotografía nos recuerda que tenemos que hacer algo con aquello que vemos y no nos gusta. Es como cuando decidimos regresar al gimnasio o alimentarnos mejor. Ese es el papel de las élites en una sociedad. Hoy vilipendiadas por el prejuicio ideológico o por la incomodidad del autócrata, deben recuperar pronto su voz en los asuntos públicos.