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Avivemos la esperanza de salvar el lago de Amatitlán
El renacer del lago de Amatitlán: la pasión de la Dra. Enma Díaz.
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En el corazón de Guatemala yace un espejo de agua que por décadas fue símbolo de vida, cultura y belleza natural: el lago de Amatitlán, que además de ser el 4o. lago de importancia en el país, es el único reservorio de agua dulce para las poblaciones locales y la Ciudad de Guatemala. Sin embargo, el paso del tiempo y la indiferencia colectiva lo fueron tiñendo de abandono. Pero hoy, gracias a una gestión comprometida, liderada con visión y entrega por la doctora Enma Díaz al frente de Amsa (Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago de Amatitlán), se empieza a escribir una nueva historia para este cuerpo de agua que se resiste a desaparecer.
Pero el rescate total del lago no será posible si la ciudadanía no se involucra.
La instalación del nuevo Laboratorio de Biología Molecular especializado en el estudio del agua residual de Amsa marca un antes y un después en los esfuerzos por rescatar el lago. No se trata solamente de un espacio con tecnología de punta; es una herramienta vital que permitirá medir con precisión los niveles de contaminación, realizar estudios periódicos del agua y del suelo, y diseñar estrategias con base científica para recuperar la salud del ecosistema. Esta acción concreta es reflejo de una voluntad firme por dejar atrás los diagnósticos obsoletos y las soluciones improvisadas. Y esa voluntad tiene rostro: el de la doctora Enma Díaz.
Quien conoce el trabajo de la doctora Díaz sabe que su labor trasciende lo administrativo. Su corazón ha estado por muchos años en el tema ambiental y su compromiso es personal, profundo y cotidiano. Día tras día, con energía incansable, se levanta muy de madrugada para tomar sobre sus hombros la que probablemente sea una de las misiones más difíciles del país: revertir décadas de deterioro ambiental, enfrentando intereses, limitaciones presupuestarias y una ciudadanía muchas veces apática. Pero, lejos de rendirse, lleva la convicción de que el lago puede salvarse.
El avance es real. Se está luchando por reducir los niveles críticos de contaminantes, y el monitoreo constante ha permitido tomar decisiones más efectivas y planificar acciones para atacar causas y no efectos. Pero el rescate total del lago no será posible si la ciudadanía no se involucra. Este no es un esfuerzo que dependa únicamente de Amsa. Empresas, industrias, municipios, alcaldes, familias e incluso los vendedores informales —los recolectores de residuos y recicladores— tienen un rol clave. Todo suma para devolverle la vida al Amatitlán que tanto amamos.
La visión que impulsa la doctora Díaz no es de corto plazo. Ella trabaja pensando en conservar la diversidad biológica, y el agua para las futuras generaciones. “Este no es solo un proyecto ambiental; es un acto de amor por Guatemala”, ha dicho en más de una ocasión. Y es precisamente ese amor el que la ha llevado a perseverar, a tocar puertas, a tender puentes con la academia, la cooperación internacional y el sector privado, y sin olvidarse de organizaciones no gubernamentales.
El llamado hoy es claro. La instalación de un laboratorio de punta es una señal de que el camino ya se está trazando. Pero la ruta hacia un lago limpio no es recta ni rápida. Requiere constancia, apoyo y conciencia. Y sobre todo, requiere que más guatemaltecos se sumen a esta cruzada ambiental que ya no puede esperar.
A los ciudadanos, a las empresas, a los alcaldes, a los jóvenes y a los padres de familia: este lago también les pertenece. Y si todos colaboramos, el sueño de volver a ver sus aguas limpias, vibrantes y llenas de vida dejará de ser una utopía para convertirse en una realidad palpable.
La doctora Enma Díaz ha encendido la llama de la esperanza. Ahora nos corresponde a todos avivarla.