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Un lugar de suplicio “corrosivo” e “indigno”
Es urgente un pronunciamiento firme del gobierno de Bernardo Arévalo para acceder a la lista de detenidos.
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Hace 20 años fue generalizada la condena y severas las sanciones contra un grupo de soldados estadounidenses que en el 2003 cometieron vejámenes contra prisioneros árabes en el centro de detención Abu Ghraib. La administración republicana de aquel momento expulsó a los efectivos y los llamó “manzanas podridas” por aquella exhibición de crueldad acicateada por prejuicios, estereotipos y un afán enfermizo de menoscabar la dignidad de seres humanos. Medios de prensa revelaron aquellas prácticas denigrantes, indignas de soldados defensores de la nación insignia de la democracia, la institucionalidad y el Estado de derecho, cuyo gran lema es “en Dios confiamos”.
¿Qué se puede decir, entonces, del improvisado campo de encierro denominado Alligator Alcatraz, en donde permanecen, en condiciones insalubres, encerrados en jaulas, sin derecho a visitas ni defensa legal, cientos de detenidos señalados de ofensas migratorias? Que es una negación de garantías universales de todo ser humano. Argumenta el gobierno estadounidense y también el gobernador de Florida, Ron de Santis, que allí han sido encerrados los “peores criminales”, pero no hay manera de comprobar eso debido a que muchos de ellos no han enfrentado juicio ni han tenido oportunidad de defenderse debido a la oleada antimigrante desatada por la administración actual.
Es verdaderamente valiente y merecedora de respaldo la postura del arzobispo de Miami, Thomas Wensky, al denunciar y repudiar las inhumanas condiciones del “centro de detención” que, en realidad, es un campo de carpas en medio de la nada. “Es indigno para los funcionarios públicos y corrosivo para el bien común, hablar del valor disuasorio de los caimanes y pitones en las instalaciones de Collier-Dade”, resaltó el prelado.
“La decencia común exige que recordemos que las personas detenidas son padres y madres, hermanos y hermanas de familiares en dificultades”, agregó el religioso. En efecto, la campaña de redadas antimigrantes indocumentados en ciudades de Estados Unidos —pero sobre todo en aquellas consideradas santuario o bajo gobiernos demócratas— han sido demostraciones de exceso de fuerza perpetradas por individuos enmascarados e incluso cazarrecompensas, según señaló monseñor Wenski.
“Todos queremos hacer grande a EE. UU., de nuevo, pero no se logra haciendo que Estados Unidos sea cruel”, añadió el arzobispo Wenski en un poderoso mensaje que debería ser acuerpado por el propio papa León XIV, quien con esta defensa bien podría sentar cátedra sobre el pensamiento social de la Iglesia actual. Y es que la declaración de principios cristianos y apego a la creencia en un solo Dios forma parte del discurso conservador que llevó a Trump al poder y a quien incluso atribuyó haber sido salvado del atentado de hace un año. “Pero nadie puede decir que ama a Dios a quien no ve, si odia a su hermano a quien sí ve”, dijo San Juan en el siglo I.
Para más inri, uno de cada cuatro detenidos en tal campo de castigo —que no cárcel— es originario de Guatemala, según la investigación periodística de dos medios floridanos. Es urgente un pronunciamiento firme del gobierno de Bernardo Arévalo para acceder a la lista de detenidos, para apoyar su defensa y buscar su excarcelación. Se entiende la necesidad de aplicar una política migratoria firme, pero también de una reforma migratoria integral, sobre la cual Wenski apeló a la atención del Congreso. Incurrir en excesos de fuerza o prácticas denigrantes contra personas indefensas es más bien propio de regímenes extremistas y despóticos a los que EE. UU. solía combatir.