¿Qué está pasando con las monedas en Guatemala y por qué los guatemaltecos están dejando de usarlas?

¿Qué está pasando con las monedas en Guatemala y por qué los guatemaltecos están dejando de usarlas?

Las monedas pequeñas se desvanecen de la vida cotidiana, mientras Guatemala avanza hacia una economía en la cual el dinero digital sustituye, poco a poco, al metal que antes pesaba en las faltriqueras.

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26/10/2025 06:00
Fuente: Prensa Libre 
El uso del efectivo disminuye en Guatemala mientras los pagos digitales ganan terreno en la vida diaria. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)

¿Qué está pasando con las monedas en Guatemala y por qué los guatemaltecos están dejando de usarlas?

26 de octubre de 2025

Las monedas pequeñas se desvanecen de la vida cotidiana, mientras Guatemala avanza hacia una economía en la cual el dinero digital sustituye, poco a poco, al metal que antes pesaba en las faltriqueras.

En la cartera de don Mario hay siete billetes de Q100, tres de Q50, dos de Q20 y una moneda solitaria de Q1. Nada más. Hace 10 años, el peso de su billetera era otro: las monedas tintineaban en el bolsillo, hacían bulto, sonaban al caminar. Ahora, el silencio. Las monedas pequeñas han desaparecido de su rutina sin que él se diera cuenta del momento exacto en que dejaron de importar.

Hoy, la mayoría de monedas que llegan a sus manos tiene el mismo destino: van a su alcancía. La misma historia se repite en los bolsillos de miles de guatemaltecos. Algunos —los más jóvenes— han dejado de lado las billeteras físicas y prefieren las digitales.

Y las monedas, especialmente las de baja denominación, se han vuelto invisibles, como si las personas hubieran decidido, sin decreto ni aviso oficial, que ya no las necesitan. No han desaparecido formalmente —el Banco de Guatemala las sigue produciendo por millones—, pero, a simple vista, han dejado de circular con la fluidez de antes. Se acumulan en frascos de vidrio, en los compartimientos de los carros, en las alcancías infantiles; en cualquier lugar, menos en las manos que realizan transacciones diarias.

En el mercado de San Luis, ubicado en San Pedro Ayampuc, doña Anita vende frutas y verduras desde hace más de 20 años. Cuando le preguntan si acepta monedas de Q0.05, la respuesta es una risa breve: “Ya ni las veo, seño, y si las acepto, a veces se me pierden. Además, los clientes ya no me las reciben como vuelto”.

Sus precios terminan en cifras exactas. Los centavos intermedios simplemente no existen en su economía. Es más fácil dar vueltos de esa manera. Si alguien insiste en pagarle con un puñado de monedas pequeñas, las acepta con desgano y las deja en una lata debajo de la mesa en la que se encuentra su producto.

La transformación ha sido silenciosa, pero profunda. Guatemala se encuentra en medio de una mutación económica donde los billetes y monedas, poco a poco, han empezado a ser reemplazados, y lo digital ha ganado espacio.

No es un cambio abrupto ni planificado, sino un deslizamiento gradual en los hábitos de millones de personas que, sin pensarlo demasiado, han comenzado a prescindir de esas piezas pequeñas y pesadas que alguna vez fueron indispensables para la vida cotidiana.

La situación actual

Según estadísticas del Banco de Guatemala, a principios de octubre circulaban en el país Q109.2 millones en monedas de Q0.05, Q157.3 millones en monedas de Q0.10, Q233.8 millones en las de Q0.25 y Q206.3 millones en las de Q0.50.

“De momento, no tenemos ninguna estimación de que vayamos a retirar de circulación ninguna de las monedas de baja denominación”, explica William Cano, gerente financiero del Banco de Guatemala. La institución continúa acuñando estas denominaciones cada año, convencida de que la demanda “se mantiene con normalidad”.

Sin embargo, la normalidad de los números choca con la realidad del comercio. “La circulación de estas monedas ha disminuido progresivamente”, señala María Antonieta Del Cid de Bonilla, expresidenta del Banguat y decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Rafael Landívar. Los factores: pérdida de valor adquisitivo por la inflación, redondeo generalizado de precios y aumento de pagos electrónicos.

Arte ilustrativo sobre la circulación actual de las monedas de Guatemala.
El Banco de Guatemala no prevee que las monedas dejen de circular a un mediano plazo. (Infografía Prensa Libre: Sofía González)

La evolución de “los vueltos”

El rechazo a las monedas pequeñas no es un capricho. “El costo de su manejo puede ser más elevado, ya que el manejo de monedas pequeñas genera costos operativos en términos de almacenamiento, transporte, conteo y cuadre de caja”, explica Del Cid. Para un pequeño negocio, contar y transportar cientos de monedas de Q0.05 representa tiempo y esfuerzo que no compensa su valor nominal.

La solución ha sido pragmática: el dulce como moneda de cambio. Una práctica que, aunque ilegal —la ley obliga a aceptar moneda de curso legal—, se ha normalizado hasta convertirse en parte del paisaje comercial guatemalteco.

“En mercados, tiendas de barrio o ventas ambulantes, donde los productos tienen precios fraccionarios (por ejemplo, Q1.25), la falta de monedas obliga a ajustar precios o usar compensaciones no monetarias”, indica la economista. El problema es que estos redondeos casi siempre favorecen al comerciante, lo cual genera un costo acumulado para el consumidor.

La revolución silenciosa de lo digital

Aparentemente, el uso de monedas es cada vez menor entre la ciudadanía, mientras los pagos electrónicos avanzan. Transferencias bancarias, tarjetas y billeteras digitales han transformado la forma en que los guatemaltecos mueven su dinero. “A partir del 2020, a raíz de la pandemia, se potencializó mucho el uso de este tipo de medios de pago”, comenta Cano.

Las cifras de inclusión financiera lo confirman: para marzo del 2025, el 64.4% de los guatemaltecos adultos tenía acceso a cuentas bancarias, según datos de la Superintendencia de Bancos citados en el último informe de la Estrategia Nacional de Inclusión Financiera (Enif).

“En la medida en que usan más medios de pago electrónicos, disminuye más la circulación de billetes y monedas en general”, explica Del Cid. Las transacciones digitales son exactas: Q47.85 se pagan con Q47.85, sin necesidad de dulces compensatorios ni redondeos arbitrarios.

Además, según explicó Cano, los medios de pago electrónicos “están formando ya parte importante de las transacciones que se realizan en la economía”.

Sin embargo, el coeficiente de preferencia de liquidez —que mide la proporción de efectivo respecto del total de dinero— se mantiene estable en Guatemala. Según el Informe de Evaluación de la Política Monetaria, Cambiaria y Crediticia a noviembre del 2024 y perspectivas Económicas para el 2025, elaborado por el Banco de Guatemala, en promedio, al 30 de noviembre del año pasado, se ubicó en 0.2233.

Es decir, los guatemaltecos aún prefieren portar billetes y monedas.

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Costo de producción
El Banco de Guatemala gasta entre uno y tres centavos de dólar en acuñar cada moneda, según la denominación. Los billetes cuestan entre cinco y siete centavos de dólar cada uno. La producción se concreta en empresas internacionales especializadas: ninguna moneda o billete guatemalteco se fabrica aquí.

Del bolsillo a la vitrina

En una pequeña tienda del Centro Histórico capitalino, José Pinetta organiza las monedas de su negocio. Su tienda familiar, Numismática Las Argollas, localizada en el Pasaje Rubio, lleva 46 años dedicada a la numismática —el arte de coleccionar monedas—. Aquí, el metal vuelve a valer.

“Cuando mi papá empezó —hace unos 46 años que tiene la tienda—, podríamos decir que era la Asociación Numismática la que venía los sábados, solo ellos, y eran mayores; ahora hay muchos jóvenes”, relata Pinetta. Las redes sociales, especialmente desde la pandemia, han democratizado el coleccionismo. Grupos de Facebook dedicados a la numismática guatemalteca han multiplicado el interés.

Pero no todas las monedas son iguales para los coleccionistas. El valor depende de varios factores como antigüedad, material, rareza, estado de conservación y, crucialmente, el tamaño de la emisión. “Cuando hay una emisión muy grande, puede ser bastante antigua, pero el precio no aumenta”, explica Pinetta.

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El coleccionismo numismático revive el valor del metal, y convierte antiguas monedas en objetos codiciados.

Foto Prensa Libre: Esbin García

El adiós a la plata

La fecha clave es 1964. “De 1964 para abajo son monedas de plata”, afirma Pinetta. Después de ese año, el Banguat cambió la composición: primero, níquel; luego, aleaciones cada vez más baratas. “Ahorita se pueden jalar con imán, o sea, ya ni siquiera son como pesadas. Cuando uno las bota, ya no suenan”, comenta Boris Herrera, dueño de Antigüedades La Moneda, una pequeña tienda ubicada en la 13 calle y 3 avenida de la zona 1 capitalina.

Las monedas de plata de Q0.05, Q0.10 y Q0.25 —conocidas como “colección 720” por la pureza del metal— son las más buscadas por los coleccionistas. “Una de Q0.05 actualmente cuesta de Q25 para arriba, por el detalle del estado”, indica Pinetta. En perfecta condición, pueden alcanzar entre Q75 y Q200, según el año.

Además, el valor del metal precioso impulsa el precio de las monedas antiguas.

Por mucho tiempo, las monedas fueron de plata 720. Aquí, monedas de Q0.05 de 1948, de Q0.10 de 1928 y de Q0.25 de 1946.(Infografía Prensa Libre: Sofia González / Fotos: Esbin García)

Los santos griales de la numismática

En el mundo de los coleccionistas guatemaltecos existe una jerarquía clara. En la cúspide: el quetzal de 1925, la primera moneda de Q1 emitida en el país. “Es la que todo coleccionista de Guatemala quiere”, comenta Pinetta. Su precio: alrededor de US$3 mil (aproximadamente Q23 mil).

La historia de esta moneda explica su valor. “Cuando salió en 1925, era bastante grande y a la gente no le gustó. Entonces no les gustaba usarla, era muy pesada, muy grande”, relata Pinetta. El banco empezó a recogerlas y las fundió. “Solo las que la gente guardó en su casa son las que ahora hay”. De conformidad con el experto, se calcula que sobrevivieron unas tres mil piezas.

Herrera añade otro elemento. “Al pueblo le convenía más adquirirla como plata y venderla como tal a los joyeros, porque ganaban más que por el peso de Q1”. La moneda valía menos que el metal del que estaba hecha, un error fatal de diseño que selló su destino.

Pero el quetzal de 1925 no es la moneda más cara. “Hay monedas coloniales de ocho escudos de puro oro”, refiere Pinetta. “Una pieza de Guatemala colonial puede alcanzar los US$12 mil, dependiendo de su estado de conservación”.

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Moneda de Q1 acuñada en 1926.

(Foto Prensa Libre: Esbin García)

El enigma del 98

Entre las monedas modernas destaca un caso peculiar: el quetzal de 1998. “Se hicieron unas dos mil de cada una; una con canto liso y otra con canto estriado (bordes laterales de la moneda)”, indica Pinetta.

Según relata el experto numismático, el banco regaló algunas a funcionarios, y las demás “están en la bóveda del banco y no se sabe cuántas sacaron”. Su precio actual ronda entre Q3 mil 500 en buen estado, refiere.

Herrera relata una anécdota que ilustra el desconocimiento general. “Un señor tenía cinco sets; la muchacha que trabajaba con él, un día necesitaba para tortillas y agarró de ahí”. Pensó que eran quetzales normales. Muchas de estas piezas valiosas terminaron en la basura o en tiendas de barrio.

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La moneda de Q1 de 1998 es deseada por numismáticos de afición.

(Foto Prensa Libre: Esbin García)

El valor del presente

Las monedas actuales Q0.05, Q0.10 y Q0.25 no despiertan interés entre coleccionistas. “Realmente, los coleccionistas todavía no las buscan”, explica Pinetta. La razón la principal es emisión masiva de millones de piezas.

“Estas las llevan a vender por peso. Por kilo. Valor numismático no están teniendo”, indica Pinetta sobre las monedas de Q0.01 de los años 80 y 90, que han corrido la misma suerte.

Entonces, ¿cuánto tiempo debe pasar para que las monedas actuales adquieran valor más allá del actual? “Del año 2000 para acá, estaríamos hablando de unos 25 años, quizás”, calcula Pinetta. Hay monedas de plata de los años 50 que apenas cuestan Q20 después de 75 años. Las de níquel, con materiales menos nobles, tardarán aún más.

La excepción conmemorativa

Solo las monedas conmemorativas rompen esta regla. Las del Bicentenario de la Independencia y del Centenario del Quetzal, emitidas con tirajes limitados, se cotizan entre Q1 mil y Q1 mil 200. “Es increíble que, haciendo la cola, la gente desesperada ya no quería hacer la cola y ahí mismo, afuera, la gente la vendía al doble”, recuerda Pinetta.

Estas monedas, de plata pura de casi una onza, mantienen su valor tanto por el metal como por la escasez. “La plata sigue aumentando su valor”, indica Pinetta, lo que garantiza un piso mínimo de precio.

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La moneda conmemorativa de Q1 emitida por el Banguat está elaborada con plata.

(Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

El futuro sin metal

Cano, del Banguat, explica que retirar una denominación requiere estudios técnicos que evalúen “el ingreso promedio de las personas, la demanda y el costo que podría implicarle al banco central la acuñación de una determinada denominación”. Hasta ahora, ningún estudio recomienda retirar las monedas pequeñas.

Pero el funcionario reconoce el impacto potencial. “Cuando una moneda de las bajas denominaciones se retira de circulación, la economía tiende a ajustarse. Muy probablemente los agentes económicos hacen sus redondeos de los precios que ofrece; generalmente, tienden al alza”.

Estos redondeos, según Del Cid, “representan un costo adicional acumulado para el consumidor, especialmente en zonas de bajos ingresos”.

La economista vislumbra un futuro diferente. Algunos países ya emiten monedas digitales de banco central: Bahamas, Nigeria y Jamaica. China efectúa pruebas masivas. “Una moneda digital del banco central permitiría realizar pagos exactos, incluso de montos muy pequeños, sin necesidad de contar con monedas físicas”, explica Del Cid.

Esta tecnología “resolvería el problema del redondeo en el comercio y haría innecesario el uso de monedas de Q0.05, Q0.10, Q0.25 que ya están en desuso”, indica.

(Infografía Prensa Libre: Sofia González / Fotos: Esbin García)

El ocaso del centavo

Guatemala ya vivió este proceso. En el 2008, la Junta Monetaria autorizó al Banco de Guatemala dejar de emitir la moneda de un centavo. Desapareció casi sin que nadie lo notara.

Respecto de las monedas actuales de baja denominación, Del Cid proyecta que, “aunque es poco probable que desaparezcan por completo en el mediano plazo (cinco a 10 años), su uso se reducirá considerablemente”. La desaparición total requeriría “una mayor penetración de los pagos digitales en todos los niveles de la economía, así como una transformación estructural en los hábitos de consumo”.

Mientras eso ocurre, las monedas pequeñas están en el limbo: producidas por miles de millones, rechazadas en el comercio pequeño, ignoradas por coleccionistas.

En los bolsillos guatemaltecos, el metal cede terreno a lo digital. Y, en alguna vitrina del futuro, quizás dentro de 25 años, un coleccionista observará una moneda de Q0.05 del 2025 y recordará una época en que el dinero pesaba, sonaba y se podía tocar.