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El sentido filosófico y artístico de la libertad
Características y rasgos del romanticismo a partir de “el arte por el arte”: 1 Libertad absoluta en el clima de la creación, Si el artista romántico (o el escritor) desea otear más allá que el filósofo racional no debe, por tanto, estar encadenado por reglas, cánones, normas y disposiciones que limiten búsquedas y expresión ni […]
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Características y rasgos del romanticismo a partir de “el arte por el arte”:
1 Libertad absoluta en el clima de la creación, Si el artista romántico (o el escritor) desea otear más allá que el filósofo racional no debe, por tanto, estar encadenado por reglas, cánones, normas y disposiciones que limiten búsquedas y expresión ni de índole retórica ni de ninguna otra; y tampoco debe ser mal criticado por incursionar “en campos que no le corresponden” porque todo le compete. Este primer punto lo heredan casi todas las corrientes posteriores hasta nuestros días, Desde el impresionismo hasta el expresionismo y un largo etcétera.
2 El romanticismo no continuará concediendo a la razón un papel hegemónico en la cultura. Por tanto, declara su independencia de ella para buscar y encontrar caminos propios e intrínsecos que perforen la verdad.
3 Algunos, como Schiller, llevaron más allá, aún, el principio que he expresado en el párrafo anterior y declararon que como conclusión se impone (por contradicción dialéctica) el imperio de la emotividad y del sentimiento que ocuparán el sitio de la destronada razón.
4 En el momento en que sentimientos y emoción ocupen la zona antes sólo concedida a la razón, deberán por tanto conducir a la humanidad al auténtico conocimiento del infinito que por siglos trató de penetrar la filosofía tradicional, más o menos racional. De esta idea los románticos derivan una vinculación de búsquedas similares entre arte, religión y filosofía.
5 A partir de la famosa proposición de Holderlin: “El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando piensa” (que parece querer anunciar de alguna manera a Freud y a Heidegger) los románticos más audaces declaran una guerra de desprecio y de frases peyorativas a la razón con el fin de elevar el mundo irracional y emotivo y con ello asumen la actitud beligerante que antes había encarado los racionalistas en contra de casi cualquier expresión demasiado desbordada en lo sentimental.
6 Opinan que la belleza brota esencialmente en el campo de la fantasía y de la imaginación (nunca de la razón) y a través de ella el infinito se revela. Este infinito puede ser entendido un poco como Dios.
7 El artista viene a asumir –en el contexto romántico- el papel de sacerdote de la belleza en cuyo rito estético Dios se nos muestra. Desde luego, este sería un Dios mucho más evolucionado que el del cristianismo –por ejemplo- puesto que nada tendría de providencial ni de fabricante de destinos.
8 El artista romántico cree que la búsqueda de la verdad es siempre dolorosa. Pero más aún cuando ésta es calada por los sentimientos y no por la razón. Puesto que ellos (como la misma palabra de que se derivan lo dice) sienten de una manera hiperestésica y, en consecuencia, el desgarrón, la herida y la llaga vendrían a ser intrínsecos del conocer estético. Por esa causa es que durante el romanticismo (y sus impactos en nuestro presente) se exalta el dolor y se insta a sufrirlo (¿o a gozarlo?). En esta característica del romanticismo no pocos han visto un componente sadomasoquista difícil de contradecir, porque es evidente que al artista romántico le place el sufrimiento. Con su credo de libertad reta y acusa. Pero finalmente resulta víctima de su propio reto al ser marginado de la sociedad. Y es ahí donde se refocila en el dolor y en la desesperación y de perseguidor pasa a perseguido, encarcelado, difamado, golpeado. A raíz de esto buscará cuando ya no soporte más ni la persecución ni el dolor: la evasión que no es gratuita sino reactiva.