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Thanksgiving: la tradición que une a los Estados Unidos
Ese deseo de unión familiar, de compartir abundancia y de abrir las puertas a quienes no tienen hogar ni familia cerca vale oro.
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Me da un sentimiento encontrado cómo es que, con tanta división y odio por ideología diferente, la tradición del Dia de Acción de Gracias, llamado Thanksgiving, es motivo de acercamiento entre amigos o familiares que no piensan igual, o al menos, así lo espero. Es en esta fecha especial donde familias se unen y olvidan rencores y malentendidos.
Lo que me gusta de esta fecha es que no se comercializa, como la Navidad, con regalos. Cada cuarto jueves de noviembre, Estados Unidos se detiene para celebrar Thanksgiving, una fecha que, más allá de su nombre, simboliza gratitud, familia y el deseo profundo de compartir. Para muchos estadounidenses, es la celebración más importante del año: millones viajan de costa a costa para reunirse con sus seres queridos, y quienes no tienen familia cercana siempre encuentran un hogar abierto entre amigos o en las comunidades locales, convirtiéndose en un feriado nacional.
El origen de esta festividad se remonta a 1621, cuando los pilgrims o peregrinos de la colonia Plymouth, en el actual Massachusetts, celebraron su primera cosecha exitosa. A esta mesa se unieron miembros de la tribu wampanoag, quienes aportaron venado recién cazado, mientras los colonos ofrecieron aves silvestres, maíz indígena transformado en pan o papilla, pescados, mariscos y algunos vegetales de estación. Fue un banquete sencillo, que curiosamente fue sin pasteles azucarados, sin puré de papas y sin la icónica salsa de arándanos que hoy se da por sentada, ya que el azúcar era un lujo escaso, y muchas de las recetas modernas aún no existían.
Thanksgiving no se consideró, en su época, una tradición naciente, sino un evento aislado que tomó siglos para transformarse.
Con el paso de los siglos, la tradición se transformó. El pavo —abundante, grande y capaz de alimentar a familias enteras— se convirtió en el centro de la mesa. Llegaron después los acompañamientos que hoy parecen indispensables: el puré de papas, la salsa dulce de arándanos, los rellenos con pan y especias, las cazuelas de vegetales, las batatas horneadas y los pasteles de calabaza o nueces. Aunque la mesa moderna es muy diferente a como empezó esta celebración, sin duda representa un mosaico de influencias que refleja la diversidad cultural del país.
Aunque no es una celebración religiosa, muchas iglesias de distintas denominaciones realizan servicios especiales de gratitud. Cada comunidad lo vive a su manera, recordando que Thanksgiving pertenece a todos y no a una fe en particular. Su esencia radica en agradecer, compartir y valorar las bendiciones recibidas.
Un secreto poco contado —y quizá uno de los “mejores guardados”— es que el famoso “primer Thanksgiving” no se consideró, en su época, una tradición naciente. Fue un evento aislado que tomó siglos para transformarse en un símbolo nacional. Los documentos de 1621 no mencionan los platillos típicos actuales, y este contraste entre mito y realidad histórica añade profundidad a la festividad y la vuelve aún más fascinante.
Hoy, Thanksgiving continúa siendo un recordatorio de lo esencial: la familia reunida, la hospitalidad hacia quienes están solos y la gratitud por lo que se tiene. Es una tradición que, pese a sus orígenes complejos y reinterpretados, sigue uniendo a un país entero alrededor de la mesa. Ojalá en esta fecha reconsideren los estadounidenses el valor de la unión para dejar atrás sus diferencias, ya que ese deseo de unión familiar, de compartir abundancia, de agradecer por lo que se tiene, y de abrir las puertas a quienes no tienen hogar ni familia cerca vale oro. Su dimensión histórica compleja está llena de capas que vale la pena reconocer. En tiempos de incertidumbre, esa unión —quizá más que el pavo y los postres— es el verdadero corazón de esta celebración.