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Morderse las uñas: qué revela este hábito sobre ti y cómo superarlo
Desde la psicología, morderse las uñas puede reflejar una dificultad para gestionar las emociones y estar asociado a un trastorno poco comprendido, al desarrollarse como un hábito.
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Conocido como onicofagia, este comportamiento va más allá de una simple costumbre: suele tener raíces emocionales profundas, vinculadas a la ansiedad, muchas veces originada desde la infancia, según diversos estudios en el campo de la salud mental.
La psicóloga clínica Ximena Fuentes señala que, desde el enfoque psicológico, este hábito puede interpretarse como un mecanismo de afrontamiento o una conducta repetitiva centrada en el cuerpo, considerada dentro del estudio del comportamiento humano como un trastorno de origen nervioso.
El portal especializado en salud Sanitas destaca que la onicofagia es un trastorno frecuente que suele iniciarse entre los tres y seis años como una respuesta al estrés, la ansiedad, la inseguridad, el cansancio o incluso el aburrimiento.
Este acto puede convertirse en hábito cuando el cerebro lo asocia con una sensación de alivio, lo que genera una dependencia emocional a morderse las uñas para sentirse mejor, señala la misma fuente.
“El objetivo de estas conductas es buscar un alivio temporal de la tensión o ansiedad. Morderse las uñas puede producir una sensación momentánea de calma, ayudando a liberar tensión emocional acumulada. Es decir, el acto físico busca distraer del malestar psicológico”, explicó Fuentes.
Cuando el hábito se vuelve severo, puede considerarse un síntoma de un trastorno del control de los impulsos.
“Podemos observar también un patrón de condicionamiento. Es decir, este tipo de conducta inicia en la infancia y se refuerza con el tiempo al ser percibida como efectiva para aliviar la tensión. Si morderse las uñas reduce momentáneamente el malestar, el cerebro puede interpretarlo como una forma adecuada de afrontamiento, aunque no lo sea”, enfatizó.
Según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5), esta conducta puede clasificarse dentro de los “otros trastornos obsesivo-compulsivos y relacionados especificados”, específicamente como una conducta repetitiva centrada en el cuerpo (CRCC).
Esta clasificación se justifica porque, en general, este tipo de actos compulsivos se relaciona con un pobre manejo emocional frente a la ausencia de estrategias efectivas para regular las emociones, detalla la especialista.
“Las personas que no han desarrollado mecanismos eficaces para gestionar sus emociones recurren a comportamientos automáticos como este para sentirse tranquilas o en control, especialmente si atraviesan momentos de tensión”, añadió.
Cuando este hábito surge como una respuesta automática al estrés, puede formar parte de un trastorno más amplio, como el trastorno obsesivo-compulsivo o el trastorno de ansiedad generalizada, donde las conductas repetitivas se utilizan como forma de manejar pensamientos intrusivos o nerviosismo constante.
Según el portal News Medical, trastornos como el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno negativista desafiante y el trastorno de ansiedad por separación están comúnmente asociados con la onicofagia.
También se han documentado otras condiciones comórbidas, como el trastorno depresivo mayor, trastornos de tics, diversas formas de trastorno obsesivo-compulsivo, enuresis (micción involuntaria), retraso mental, trastornos generalizados del desarrollo, así como trastorno de pánico y ansiedad generalizada, según detalla el mismo medio.
¿Cómo se puede abordar el morderse las uñas?
Fuentes recomienda, como primer paso, realizar una evaluación profesional para determinar no solo si existe el trastorno, sino también los efectos que ha tenido la conducta compulsiva en el contexto emocional y funcional de la persona.
Una vez realizado el diagnóstico, el profesional en salud mental puede sugerir tratamiento mediante terapia cognitivo-conductual (TCC), enfocada en identificar los desencadenantes del comportamiento y desarrollar respuestas más saludables.
Además, se aconseja llevar una terapia constante que permita aprender herramientas para la gestión emocional, con el objetivo de evitar recurrir a conductas compulsivas y construir alternativas más funcionales para enfrentar el estrés.

La onicofagia es un trastorno frecuente que suele iniciarse entre los tres y seis años como una respuesta al estrés. (Foto Prensa Libre: Shutterstock)