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PEG-5-2025, una decisión de avance hacia lo sostenible o riesgo de retroceso
La PEG-5-2025 define el futuro eléctrico de Guatemala, permitiendo avanzar con visión o retroceder con costo.
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Durante décadas, Guatemala se posicionó como un referente regional gracias a un modelo energético cimentado en reglas claras, apertura a la inversión y un crecimiento sostenido de la generación renovable. La Ley General de Electricidad de 1996 marcó el punto de partida de una transformación profunda que dio lugar a un sistema sólido, autosuficiente y competitivo. Gracias a este marco, hoy más del 50 % de nuestra generación eléctrica proviene de fuentes hídricas, un modelo que ha impulsado el desarrollo del país y que, lejos de detenerse, merece continuidad y mayor impulso en el contexto actual. Sin embargo, como en todo proceso, alcanzar el éxito es apenas el comienzo; lo verdaderamente desafiante es sostenerlo en el tiempo.
La PEG-5-2025 define el futuro eléctrico de Guatemala, permitiendo avanzar con visión o retroceder con costo.
Hoy el sector eléctrico atraviesa una etapa decisiva. En los últimos años, hemos declarado varios estados de emergencia energética, situación que lejos de ser coyuntural se ha convertido en estructural. hay señales claras de desbalance entre la oferta y la demanda, retrasos en transmisión, y una necesidad crítica de nuevas inversiones.
Los agentes generadores de energía, trabajan de forma constante para impulsar el desarrollo del potencial renovable del país. Lo han hecho, cuando parecía un tema visionario, lo hacen hoy con más urgencia, y lo deben seguir haciendo con el mismo compromiso.
En este contexto, la licitación PEG-5-2025, que busca contratar 1,400 MW para cubrir la demanda de los próximos 15 años, representa una oportunidad única. Pero también implica riesgos si no se toman decisiones con visión de largo plazo, con criterio técnico y pensando en el desarrollo del país.
La pregunta clave es, ¿estamos tomando el camino correcto?
Guatemala cuenta con un potencial renovable extraordinario, pero aún subutilizado, más del 88 % de nuestros recursos hídricos, solares, eólicos y geotérmicos está por desarrollarse. Apostar por estas fuentes no solo es ambientalmente responsable, también es económicamente acertado. Las energías renovables ofrecen costos estables, reducen la exposición a la volatilidad internacional y promueven inversión local. Son la mejor garantía de un suministro confiable, competitivo y sostenible.
La Política Energética vigente y los planes nacionales a largo plazo trazan un objetivo claro, alcanzar una matriz diversificada, con al menos 80 % de generación renovable. No podemos desviarnos de esa ruta. Apostar por tecnologías dependientes de combustibles importados, que encarezcan la energía y nos hagan más vulnerables, sería un error costoso para los guatemaltecos y para el país.
Las autoridades del sector deben estar conscientes que las decisiones que se tomen hoy definirán el futuro energético, económico y social de Guatemala. La energía no es un sector más, es la base del desarrollo. Sin ella no hay salud, educación, productividad ni oportunidades para la población.
La historia recordará este momento como un punto de inflexión. Quedará claro quién apostó por un modelo energético sostenible, y quién prefirió soluciones de corto plazo y un alto costo. Guatemala tiene los recursos, el conocimiento y la experiencia. Lo que necesita ahora es decisión y visión.
Este es el momento de avanzar, no de improvisar. La transición energética es posible, necesaria y urgente. Y debe ser, sobre todo, guatemalteca.