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El origen literario de Ben Hur: de novela a un clásico del cine de Semana Santa
La novela combinó historia, fe y aventura, y se convirtió en el libro más vendido en EE. UU. durante los primeros años del siglo XX.
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La primera vez que el mundo escuchó hablar sobre Ben-Hur no fue en 1959, cuando el estudio Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) estrenó la película —que hasta la fecha se corona como una de las cintas más premiadas en la historia de los premios Óscar—, sino medio siglo antes.
El 12 de noviembre de 1880 el estadounidense Lewis Wallace lanzó un libro llamado Ben Hur: una historia de Cristo, una novela que le cambiaría la vida.
Wallace, además de ser soldado de la Guerra Civil estadounidense, gobernador de Nuevo México y, posteriormente, embajador en Turquía, era un prodigio de las artes que fabricaba y tocaba sus propios violines, dibujaba y pintaba, y poseía ocho patentes para diversos inventos, incluyendo un carrete retráctil oculto en el mango de una caña de pescar.
Pero fue en la literatura donde Wallace realmente dejó huella, lo que lo convirtió en el único novelista homenajeado en el Salón Nacional de Estatuas del Capitolio de Estados Unidos.
El origen de la inspiración
Ben Hur: a tale of the Christ, no fue la primera novela publicada por Wallace. Luego de regresar a casa tras haber luchado en la Guerra Civil y en la Batalla de Monocacy, publicó un relato sobre la conquista del Imperio azteca por los españoles, titulado El Dios Justo, en 1873.
La inspiración para su siguiente obra nació de su propia ignorancia, pues, según un texto del Fondo Nacional de Humanidades de Estados Unidos, Wallace solía contar cómo en 1875 conoció en un tren al coronel Robert Ingersoll. Luego de muchas horas de conversación, en las que este cuestionaba la existencia de Dios, el cielo, Cristo y otros conceptos teológicos, Wallace se dio cuenta de lo poco que sabía sobre su propia religión.
Con el fin de conocer todos los detalles necesarios para escribir su obra, Wallace se puso a estudiar: primero la Biblia y luego todos los libros de referencia sobre el antiguo Medio Oriente que pudo encontrar. Así comenzó su viaje al mundo de la Judea del siglo I.
El autor sospechaba que una novela sobre Jesucristo sería puesta bajo la lupa por expertos, así que todo lo que iba a escribir debía ser exacto.
Según el texto del Fondo Nacional de Humanidades, Wallace hizo todo, excepto viajar él mismo a Jerusalén. Sin embargo, años más tarde, cuando visitó Tierra Santa, se percató de que su investigación había sido tan completa que no encontró ninguna razón para modificar el texto del libro.

Una novela que hizo historia
Wallace escribió un relato muy minucioso. Tanto así que dedicó cuatro páginas solo a la descripción de la arena de la carrera de carros en el circo de Antioquía.
El libro se publicó el 12 de noviembre de 1880. Aunque no tuvo un éxito inmediato, dos años después cobró gran impulso entre los lectores.
Para el año 1900 ya se habían impreso 36 ediciones en inglés del libro y se había traducido a otros veinte idiomas, incluido el braille. Además, se convirtió en la novela más vendida de Estados Unidos ese año.
Desde su primera publicación, el libro Ben-Hur: Un cuento de Cristo nunca ha dejado de imprimirse. Durante mucho tiempo se mantuvo como la novela más vendida en Estados Unidos, hasta que en 1936 Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell, le quitó el puesto.
La novela entrelaza la vida de Jesús con la de un protagonista ficticio, el joven príncipe judío Judá Ben-Hur, quien sufre traición, injusticia y brutalidad, y anhela que un rey judío derrote a Roma. Este libro combina una emocionante aventura histórica con un sincero mensaje cristiano de redención.
Del papel al teatro
Durante esos años, muchos consideraban el teatro como algo pecaminoso. Sin embargo, el espectáculo de la versión de Broadway de Ben-Hur atrajo durante veintiún años a muchos espectadores.
Más de 20 millones de personas vieron la puesta en escena entre 1899 y 1920. Para transportar toda la escenografía y el ganado de la obra de un lugar a otro se requerían cuatro trenes completos.
En un principio, Wallace se negó rotundamente a la dramatización de su libro, hasta que el productor teatral Abraham L. Erlanger lo convenció de que Jesús no sería interpretado por ningún actor; Cristo solo sería representado como un rayo de luz en el escenario. Algo que también permaneció en el cine, donde el público nunca ve su rostro.

Un éxito taquillero
Lewis Wallace murió en 1905, a los 77 años, y no pudo ver ninguna de las adaptaciones cinematográficas de su libro.
Dos años después de su muerte se estrenó la primera versión cinematográfica no autorizada, con una duración de 15 minutos. Sin embargo, el hijo de Wallace demandó al cineasta por usar la trama sin permiso.
La segunda adaptación se hizo en 1925. Esa película fue autorizada y siguió de manera más fidedigna el manuscrito de Wallace, incluso conservando la segunda parte del título de la novela: Una historia de Cristo.
Esta versión, realizada en la época del cine mudo, fue una odisea. Según el medio Infobae, su filmación incluyó incendios, accidentes y toda clase de imprevistos.
Por una casualidad del destino, en esta cinta William Wyler trabajó como asistente de producción, sin imaginar que años después sería él quien dirigiría una nueva adaptación que también le cambiaría la vida.
A mediados del siglo XX, MGM enfrentaba problemas financieros, debido a la entrada en vigor de la ley antimonopolio en Estados Unidos y al auge de la televisión, que golpeaba cada vez más al cine. Sin embargo, el estudio apostó por la adaptación de Ben-Hur con el objetivo de crear una película tan impresionante y conmovedora que atrajera al público a las salas de cine.
La película le costó a MGM US$15 millones, uno de los presupuestos más grandes de la época. Se estrenó el 24 de noviembre de 1959 y para el estudio se convirtió en un éxito rotundo.
Obtuvo un total de 11 premios Óscar y, por mucho tiempo, mantuvo el récord como la cinta más premiada por la Academia, marca que solo pudo igualarse casi cuatro décadas después, con Titanic (1997) y El señor de los anillos: El retorno del rey (2003).
Ben-Hur ha sido la única película de Hollywood incluida en la lista oficial de filmes religiosos aprobados por el Vaticano y, como un reloj, se vuelve a emitir en las cadenas de televisión cada Semana Santa.
