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Lo ancestral y lo moderno en Bosque Modelo Los Altos
Rodeado por nueve volcanes, parte de los 37 que posee el país, el paisaje resulta siendo espectacular.
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Por más de quince años he recorrido los rincones más sorprendentes del planeta, documentando comunidades, paisajes exóticos, biodiversidad, proyectos ecológicos y estilos de vida que dejan huella. Una, la encontré en Quetzaltenango: Bosque Modelo Los Altos, un ejemplo vivo de conservación, resiliencia, buena gobernanza y esperanza.
Casi el 50% de su población vive en pobreza, y un 19.6%, en pobreza extrema.
Con 20,600 hectáreas de paisaje forestal entre los ocho municipios que lo conforman actualmente: San Martín Sacatepéquez, Concepción Chiquirichapa, San Mateo, Quetzaltenango, Cantel, Zunil, Almolonga y El Palmar, y rodeado por nueve volcanes, el paisaje resulta siendo espectacular.
Nuestro guía fue Heraldo Escobar, coordinador del Bosque Modelo los Altos. Su estampa singular —alto como europeo, vestido como tejano— y poseyendo un carácter afable y campechano, le hace cercano a las comunidades. Junto a él recorrimos lugares mágicos como el Mirador de la Pistola, que es un punto estratégico para dar la bienvenida a los visitantes, donde próximamente se estará abriendo la Estación de Carretera Michinoeki, para promover los productos y lugares turísticos de la región, la Laguna de Chicabal —espejo sagrado dentro del cráter del volcán del mismo nombre— las fuentes termales Georginas, cuyas propiedades curativas me dejaron sin aliento, y los senderos naturales Loma Linda, Camino a la Aventura, donde se puede apreciar el quetzal, nuestra ave nacional, respirar oxígeno puro, canopy, rapel y degustar café orgánico de calidad.
El concepto de Bosque Modelo nació en Canadá, en 1992, como respuesta a conflictos entre empresas forestales y comunidades locales. En Guatemala, esta visión ha florecido gracias a la Mesa Forestal de Concertación de la Región VI (Mesaforc VI), con apoyo del Gobierno de Canadá, Helvetas, FCA, PNUD y la Red Latinoamericana de Bosques Modelo RLABM, que impulsaron la creación y consolidación del Bosque Modelo Los Altos, en Quetzaltenango.
Pero este bosque no solo es naturaleza. Es lucha y transformación. Aporta agua a tres cuencas (Ocosito, Naranjo y Samalá), alberga siete especies endémicas, y sus alturas, entre 1,500 y 4,200 metros, crean un mosaico de microclimas. Sin embargo, casi el 50% de su población vive en pobreza, y un 19.6%, en pobreza extrema. Este dato nos habla de una urgencia que trasciende lo ambiental.
Durante nuestra visita, el proyecto Uk’ Uch Ixcanul —Corazón del Volcán—, literalmente me robó el corazón, pues articula conservación, cultura ancestral y economía local. Fuimos testigos de la restauración ecológica, agroforestería, turismo rural y estrategias para enfrentar el cambio climático. Este modelo ha logrado integrar a instituciones claves como Inab, MARN, Maga, Conap, la Cooperación Internacional y las comunidades indígenas, que representan el 57% de los habitantes del área.
Uno de los momentos más simbólicos fue visitar Chiquirichapa y luego ascender a las Cumbres del Cacique Dormido, donde el alma del bosque y su niebla parece susurrarnos, y nos encontramos con la modalidad de Bosque Escuela.
En el Centro Intercultural de Quetzaltenango conocimos guardianes de semillas nativas, plantas medicinales y saberes ancestrales. Martha Tax, como experta en recursos naturales; Claudia Ruiz, como impulsora de la seguridad y soberanía alimentaria; Íngrid Alburez, promotora ambiental; y el propio Heraldo, como agroecólogo, nos compartieron su visión de un futuro donde lo ancestral y lo moderno se abrazan.