“La cena de los sentidos”: ver con el corazón en la oscuridad

“La cena de los sentidos”: ver con el corazón en la oscuridad

Una experiencia sensorial y humana inolvidable. La inclusión sí es posible cuando aprendemos a mirar más allá de lo evidente.

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29/04/2025 00:03
Fuente: Prensa Libre 

La semana pasada viví una experiencia profundamente conmovedora: asistí a “La cena del sonido”, una actividad organizada por el Benemérito Comité Pro-Ciegos y Sordos de Guatemala. Más que una simple cena, fue un viaje sensorial que nos permitió a los asistentes experimentar, por unas horas, lo que significa vivir sin el sentido de la vista. Pero también, y más importante, nos enseñó que quienes no ven con los ojos, muchas veces ven con más claridad con el alma.

En una noche sin luz, guiados solo por sonidos, personal ciego nos enseñó que la discapacidad no limita la grandeza humana.

La noche inició en el auditorio de la institución, donde representantes del Comité compartieron con nosotros las diversas actividades que realizan en favor de las personas con discapacidad visual y auditiva. Un video emotivo nos mostró historias reales, rostros llenos de esperanza y esfuerzos que cambian vidas. Luego, participamos en una dinámica auditiva, con tapones en los oídos observamos a la presidenta del Comité comunicarse con nosotros a señas; esto nos principió a sensibilizar y nos preparó para la siguiente actividad: movernos, orientarnos y confiar en otros sin la ayuda de la vista.

Antes de la cena, aprendimos técnicas básicas de movilidad, guiados por personal capacitado. Luego, con los ojos completamente vendados, fuimos trasladados desde el auditorio hasta el comedor por miembros del staff. El recorrido, en completa oscuridad, se convirtió en una metáfora de confianza, vulnerabilidad y apertura. Una vez en nuestras mesas, comenzó el verdadero reto: cenar a ciegas.

Comer sin ver implica agudizar todos los otros sentidos. El sabor de la comida se vuelve más intenso; las texturas, más notorias, y los sonidos, más reveladores. El acto de buscar el vaso, identificar los cubiertos, cortar los alimentos, adivinar qué se está comiendo… todo se transforma en un ejercicio de paciencia, respeto y humildad.

Pero el momento más poderoso llegó al final. Se presentó el equipo que preparó y sirvió la cena: chef, cocineros y anfitriones. Todos ellos, personas ciegas. Fue imposible no emocionarse. Recibieron un largo aplauso, no solo por su profesionalismo, sencillez, humildad y amor, sino por la poderosa lección que nos dieron: la discapacidad no define límites, y la inclusión no es un favor, sino una responsabilidad social.

El Benemérito Comité Pro-Ciegos y Sordos de Guatemala, fundado en 1945, actualmente con ocho centros hospitalarios, ha dedicado décadas a trabajar incansablemente por la rehabilitación, educación e inclusión de miles de guatemaltecos con discapacidad visual o auditiva. Su labor incluye atención médica, centros educativos especializados, formación técnica, acceso al empleo y actividades de sensibilización como esta cena. Cinco centros educativos para personas con discapacidad auditiva, uno para personas con discapacidad visual y tres centros regionales que atienden discapacidades visuales y auditivas son ejemplo vivo de que, con el apoyo adecuado, los límites son superados.

La “Cena de los sentidos”, amenizada por un músico no vidente, no fue solo una actividad distinta. Fue una experiencia transformadora. Nos hizo comprender que muchas veces somos nosotros los que tenemos todos los sentidos, quienes vivimos más distraídos, menos conscientes, menos humanos. Nos enseñó a ver con el corazón, a escuchar con atención y a valorar la inclusión como un acto cotidiano y urgente.

Guatemala necesita más espacios como este, donde se rompan los prejuicios y se construyan puentes. Y nosotros, como ciudadanos, debemos involucrarnos más: informarnos, apoyar y compartir estos mensajes. Porque una sociedad justa no se mide por lo que dice, sino por cómo trata a quienes enfrentan más barreras.

Cerrar los ojos, aunque sea por un momento, puede abrirnos el alma.