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Por qué nos aburrimos con facilidad: Esto dice la psicología sobre el vacío crónico y la insatisfacción constante
El aburrimiento constante y la sensación de vacío pueden señalar desconexiones profundas que requieren atención profesional.
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Vivimos en una época en la que el entretenimiento está al alcance de un clic, un scroll en pantalla o una búsqueda, y las opciones parecen infinitas. Por eso resulta contradictorio que cada vez más personas experimenten una sensación persistente de aburrimiento y vacío existencial. Esta condición, que va más allá del tedio ocasional, se ha convertido en un fenómeno psicológico que según expertos merece atención especializada.
El aburrimiento crónico no es simplemente la ausencia de actividades interesantes. Según el sitio Psicología Online, se trata de una emoción que surge ante la falta de estímulos en el entorno. Esta condición suele asociarse con la tristeza y con la sensación de que falta algo, aunque la persona no siempre puede identificar qué es.
La desconexión profunda puede manifestarse incluso cuando se está rodeado de estímulos o realizando actividades que antes resultaban gratificantes. En estos casos, aparece una sensación de vacío constante, en la que nada parece suficiente ni significativo.
Aunque podría percibirse como un estado de ánimo pasajero, este tipo de aburrimiento puede indicar procesos psicológicos más complejos que requieren comprensión y, en muchos casos, intervención profesional.
¿Cómo identificar cuándo el aburrimiento se vuelve crónico?
El aburrimiento ocasional cumple funciones importantes en el desarrollo psicológico. “Nos ayuda a hacer cambios, ya sea en nuestro entorno o en nuestra rutina, o incluso en la forma en que hacemos las cosas. Nos ayuda también a explorar alternativas nuevas, pasatiempos e intereses”, explica la psicóloga clínica Ana Ximena de la Peña. Este tipo de aburrimiento saludable impulsa al crecimiento y a la exploración.
Sin embargo, cuando alguien se aburre con facilidad, incluso de actividades que antes disfrutaba, puede estar atravesando lo que el psicólogo clínico Diego Massanet describe como “una desconexión emocional o cognitiva”. En estos casos, no se trata de que la persona no quiera disfrutar, sino de que algo interno le impide conectar plenamente con lo que hace.
La diferencia fundamental radica en la persistencia del síntoma. “Cuando la sensación de vacío es constante, como si nada alcanzara o todo perdiera sentido rápido, hablamos de algo más profundo”, señala Massanet. Esta condición puede asociarse con síntomas depresivos, crisis existenciales o un desgaste emocional significativo.
En síntesis, la distinción entre el aburrimiento normal y el crónico está en su persistencia e intensidad. Mientras sentirse aburrido de forma ocasional es natural e incluso beneficioso para el desarrollo personal, experimentar esta sensación de manera constante puede indicar dificultades en la regulación emocional, problemas de autoestima o síntomas depresivos.

El impacto de la era digital
La tecnología moderna ha creado un contexto especialmente desafiante para gestionar el aburrimiento. “Contenidos cortos, como los que encontramos en Instagram o en TikTok —estos videos de menos de 10 segundos—, hacen que nuestro cerebro produzca dopamina de manera constante”, explica De la Peña. Esta estimulación artificial genera un problema específico: el mundo real comienza a parecer menos interesante en comparación.
Massanet profundiza en este fenómeno: “Buscamos dopamina barata: pequeños picos de placer inmediato que no llenan, pero nos mantienen enganchados. Esta dinámica es adictiva y crea un ciclo de insatisfacción constante”. El resultado es una disminución en la capacidad para disfrutar del presente, permanecer en silencio o conectar con actividades más simples pero significativas.
En este escenario, la atención se ha convertido en el recurso más valioso. Las redes sociales y los estímulos constantes nos entrenan para vivir en la inmediatez, debilitando la capacidad de sostener procesos más largos o profundos. Esto crea un ciclo en el que la búsqueda de gratificación inmediata impide desarrollar la paciencia necesaria para un crecimiento personal genuino.
Factores de riesgo y señales de alerta
Existen varios factores que pueden predisponer a una persona al aburrimiento crónico.
Uno de los más comunes es tener una tolerancia muy baja al aburrimiento. “Apenas empiezan a sentirse aburridos, desisten de hacer alguna actividad”, observa De la Peña. Esta tendencia impide que las personas exploren si una actividad puede resultarles gratificante y crea un patrón de evitación que limita sus opciones de disfrute.
Otro factor significativo es el autoconocimiento limitado. Hay personas que no se conocen lo suficiente como para saber qué actividades realmente disfrutan. “Pareciera que nada les gusta porque no han tenido la oportunidad de explorar lo que sí les gusta”, explica la especialista.
En casos más severos, el aburrimiento crónico puede estar relacionado con condiciones clínicas. “En el caso de quienes padecen depresión o algún trastorno del estado de ánimo, puede que se esté experimentando anhedonia, que es la pérdida del placer”, advierte de la Peña.

Estrategias de recuperación para el aburrimiento crónico
El tratamiento del aburrimiento crónico requiere un enfoque integral que atienda tanto los síntomas como las causas subyacentes. La psicoterapia emerge como una herramienta fundamental para comprender qué ocurre internamente y por qué nada parece suficiente.
“Un proceso terapéutico permite trabajar en la raíz del vacío, reconstruir la identidad, reconocer el deseo propio y conectar con lo emocional de una forma más sana”, explica Massanet. El objetivo no es simplemente encontrar nuevas actividades, sino desarrollar una mayor conciencia y conexión con uno mismo.
El trabajo terapéutico suele complementarse con estrategias prácticas, como ejercicios de regulación emocional, revisión de hábitos digitales y exploración del propósito de vida. “Recuperar espacios sin pantalla, sin ruido y sin presión puede ser el primer paso para reconectar con la calma y el sentido”, sugiere el especialista.
La recuperación es posible, pero requiere tiempo y compromiso. Implica aprender a tolerar la incertidumbre, vincularse con los propios deseos y mantenerse constante a pesar de los altibajos emocionales. Con el acompañamiento adecuado, es posible salir del estado de apatía y recuperar el deseo de estar presente en la propia vida.
Según los expertos, este sentimiento no debe minimizarse como una simple falta de entretenimiento. Es una señal que puede indicar la necesidad de realizar cambios profundos en la forma de relacionarse con uno mismo y con el mundo.