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Seis personajes en busca de autor
Como Diógenes, la ciudadanía tendrá que encender la lámpara para esa búsqueda pronta de liderazgos.
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Uno de los autores más conocidos del teatro del absurdo era el dramaturgo italiano Luigi Pirandello. Entre sus obras se encuentra Seis personajes en busca de autor, que narra la extraña y curiosa situación en la que seis personajes del teatro buscan desesperadamente un autor que escriba la trama que precisamente les llegue a dar vida. Una situación en la que se invierte el orden de los factores, pues uno supone que no pueden existir personajes sin que exista una obra que los incluya. De allí que esta pieza pertenezca al teatro del absurdo.
La política local pareciera estar pasando más o menos por una situación similar. Aun cuando es muy pronto para hablar de proceso electoral y mucho menos de candidatos, sí que se percibe una ausencia de liderazgos políticos que convoquen a los ciudadanos alrededor de ideas y programas bien construidos. Esto es lo que precisamente da pie a esa curiosa analogía que propongo, pues pareciera que muchos ciudadanos —el símil con los personajes de teatro de la obra en cuestión— se encuentran buscando desesperadamente en el vacío a un liderazgo que pueda darles una esperanza para el próximo ciclo político.
Todo hay que decirlo. Las antiguas premisas de tener un liderazgo posicionado y una participación electoral previa para asegurarse un boleto ganador han sido ya puestas en cuestión, como lo pudimos atestiguar en las elecciones pasadas. Sin embargo, la necesidad de un liderazgo capitalizador, de alguien que pueda representar ideas que atiendan las principales necesidades de la población es algo que no puede obviarse. Hoy, todavía no está claro que eso esté sucediendo en el contexto actual.
Hay quienes ven las designaciones institucionales del año próximo como las verdaderas elecciones.
Lamentablemente, nuestro sistema político ha quedado diseñado con una serie de reglas y procedimientos que asegura que los liderazgos tempranos corran el riesgo de quedar excluidos. La última reforma electoral se aseguró que nadie quiera hablar de temas nacionales por el riesgo de ser señalados por campaña anticipada. Los requisitos draconianos e impracticables para el financiamiento electoral lícito lograron que los fondos que entran a la política sean mayoritariamente de aquellos a quienes nadie se atreve a fiscalizar. La amenaza de la judicialización y los vetos asociados a la falta de finiquitos también contribuye a liderazgos afónicos. Por último, hay quienes ven las designaciones institucionales del año próximo como las verdaderas elecciones, siguiendo el principio de que las contiendas se ganan en la mesa y no en el terreno. En fin, no la tenemos fácil.
En este panorama, es cierto que algunos pocos se han aventurado desde ya para ocupar el espacio público, pero nadie les tiene asegurado que por mucho madrugar les amanezca más temprano. Yo percibo que hay en el ambiente un vacío que está esperando por alguien o por algo que pueda responder a las preocupaciones legítimas de la sociedad.
Como Diógenes, la ciudadanía tendrá que encender la lámpara para esa búsqueda pronta de liderazgos. Esos que no exploten los odios sino convoquen a la unidad nacional; no los que simplemente prometen, sino los que muestren de lo que han sido capaces en el pasado; que sean ejecutores eficaces y no solo maestros de la prosa; que conozcan cómo generar empleo y no solo dominen el arte de distribuir lo de los demás.
Mientras eso sucede, en las conversaciones familiares, en las plazas públicas y en las paradas de bus, los personajes seguirán planteando, como Pirandello lo proponía en su obra, la necesidad de localizar a ese autor que les dé significado a su ciudadanía política.