Devoción, civismo y pulcritud en Semana Santa

Devoción, civismo y pulcritud en Semana Santa

¿Será que cada ciudad, pueblo y aldea en Semana Santa comparten civismo, limpieza y orden?

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Resumen Automático

26/04/2025 00:02
Fuente: Prensa Libre 

La Semana Mayor en Guatemala es una de las celebraciones religiosas y culturales más impresionantes y profundas de América Latina. Es una mezcla única de espiritualidad, arte, tradición y expresión popular, vivida con una intensidad que transforma pueblos y ciudades enteros, y lo vemos también con las procesiones y expresiones de convivencia entre amigos y familiares. Es una experiencia multisensorial, donde los colores se fusionan con el olor del incienso, y los rezos y sonidos de tambores y cornetas de los feligreses se vuelven altamente festivos.

Los espacios ordenados y verdes activan el córtex prefrontal, relacionado con el juicio, la empatía y el autocontrol.

Durante estos días, las calles se convierten en templos al aire libre, adornadas con alfombras efímeras de aserrín teñido, flores, frutas y hojas de palma; verdaderas obras de arte. Sobre ellas pasan las procesiones que representan las imágenes de la crucifixión de Jesucristo, y se mueven al ritmo solemne de marchas fúnebres, mientras la multitud acompaña en oración.

Sin embargo, la Semana Santa también se ha convertido en un momento crítico para el medio ambiente, pues los vacacionistas dejan una mayor acumulación de basura en carreteras y playas. Esto no solo arruina visualmente el paisaje y afecta al turismo, sino que tiene consecuencias profundas para los ecosistemas marinos, la pesca y la salud humana. Cuando la basura se abandona en la playa, el viento y la marea la arrastran fácilmente al mar. Una vez allí, los residuos —especialmente el plástico— comienzan a fragmentarse en microplásticos y son trampas para la fauna marina; luego los consumimos en nuestros alimentos.

Me pregunto: ¿por qué, si contamos con un país rico en tradiciones, religiosidad, belleza escénica y multiculturalidad, repetimos año tras año signos visibles de desorden, basureros, grafitis, orines en las calles, deterioro y contaminación de nuestros ríos, lagos y mares? Esto lo único que comunica es que “nadie se preocupa”, y promueve que continuemos con comportamientos incívicos, dañando el medioambiente y propiciando más desorden.

Así surge una de las teorías más influyentes en criminología urbana, propuesta por James Q. Wilson y George L. Kelling en los años 80. La premisa es poderosa: “Si se rompe una ventana y no se repara, pronto todas las ventanas estarán rotas”. Y yo anoto que, con una sola bolsa de basura que tiremos al río o en la playa, pronto tendremos un gran basurero.

Los expertos han estudiado ampliamente el fenómeno de por qué las personas tienden a tirar basura en lugares que ya encuentran sucios, mientras que no lo hacen en lugares inmaculadamente limpios. Un ejemplo es el Irtra, donde nadie tira basura, porque siempre encontramos un ambiente inmaculadamente limpio.

Otro ejemplo nos lo da un pueblo del lago de Atitlán, cuyas casitas fueron todas pintadas en colores alegres, lo que ha propiciado orgullo entre los pobladores para cuidar y no ensuciar su entorno, sabiendo que donde hay belleza y dignidad, hay respeto. Cuando las personas ven un espacio bonito, limpio y ordenado, sienten que hay normas sociales claras, vigilancia implícita y consecuencias posibles. En cambio, un lugar sucio transmite abandono y anomia (falta de normas), lo que legitima a los ciudadanos a seguir ensuciando, propiciando deterioro, y desconexión.

Por lo tanto, velemos siempre por espacios limpios, con vegetación, colores armónicos y ausencia de ruido excesivo. Nos dará sensaciones de calma, seguridad, orgullo y pertenencia, y aumentará la empatía y el sentido de comunidad. Por ende, termino diciendo que, si durante la Semana Santa Ud. regresó con la conciencia limpia de que puso todo de su parte y no contaminó, siéntase orgulloso de ser un buen guatemalteco.