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Benjamín Carrión (1897-1979): Cría cuervos
Nunca quiso escucharme. La cultura es el eje transversal de toda transformación revolucionaria.
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De las buenas cosas que llegan por internet está el análisis social de Benjamín Carrión (1897-1979), escritor, político, diplomático y promotor cultural ecuatoriano, en el que desnudó la realidad latinoamericana que vivió hace más de medio siglo. Realidad que para nuestra desgracia sigue incólume, agravada por las nuevas taras, como el narcotráfico, los inversionistas especuladores y el lumpen político que han tomado el poder en distintos países de nuestro continente con intenciones dictatoriales, revestidos de pureza democrática. Grupos de poder a quienes la cultura les es ajena y que a la distancia consideran superflua e inútil, desestimando el valor de su trascendencia real: Cría cuervos.
Nunca quiso escucharme. La cultura es el eje transversal de toda transformación revolucionaria.
“Nunca quiso escucharme. La cultura es el eje transversal de toda transformación revolucionaria. Un pueblo sin cultura solamente podrá aspirar al cemento armado y al último modelo de carro.
La nueva clase media olvida pronto a quién posibilitó su ascenso y se convierte en estrella semanal del supermercado. La competencia empieza a ser la ideología de los mass media y el vestido de marca se transforma en su piel. Dios es el mercado, el centro comercial la nueva iglesia y el cliente su esclavo fiel.
“La honradez, la lealdad, la solidaridad son lobos esteparios arruinados. El pueblo gordo de avaricia tambaleándose en la nueva realidad no sabe qué hacer con lo que tiene. Le han caído del cielo los hospitales, las universidades, las carreteras; el trabajo, el sueldo mensual, las pensiones. Ahora sí puede carajear, ahora sí puede insultar, solazarse y manifestar su ego escondido, ahora nadie le ningunea; puede hasta dilapidar y enseñorearse y pervertirse porque es su derecho, nadie le quita su derecho; el Estado vigila y propone su derecho. Se le entregó el pez sin enseñarle a pescar. Analfabeto de principios y de símbolos, su egoísmo, su individualidad, su mediocridad, su ambición están garantizadas.
“Nunca quiso escucharme. Lo primero que define y permite una transformación es la cultura y la cultura es la percepción que tenemos del mundo, la forma en la que accedemos al otro; la posibilidad de llenar el espíritu de una sensibilidad bondadosa. Es la fuente de nuestro comportamiento y la herramienta para manejar el buen vivir en la sociedad, en la comunidad; el aprendizaje diario de la generosidad y el respeto al otro.
“En la televisión, denigrantes estereotipos de nosotros mismos. En el cine, la manera más sofisticada de asesinar a tu padre. En la política falsos profetas. En la administración pública prestidigitadores del hurto. En la escuela el implacable ejemplo de las drogas. En la familia la violencia y el alcohol, como un mueble más. En la vida cotidiana la grosería, el trato burdo, el insulto brutal. Amores eternos que terminan en la comisaría. Deseos de que a nuestros hermanos les azote otro terremoto por no pensar como uno.
“Por eso hay que llegar al pueblo con humildad, por eso hay que tocar sus resortes guardados para que salte su sensibilidad, por eso hay que llenarlo de poesía, de música, de literatura, de teatro, de la sabiduría y el ejemplo de los hombres y mujeres que construyeron la patria. Por eso hay que poner en sus manos el arte, la ética, la estética porque, si para algo sirve la cultura, es justamente para eso, para sensibilizarnos, para hacernos más comprensivos e incluyentes.
“Nunca quiso escucharme. Y ahora, la ceguera de un pueblo aturdido, de un pueblo al que no se le dio la oportunidad de abrir su corazón a la cultura, da cabezazos, grita y blasfema sintiéndose olvidado y herido dispuesto a sacarte los ojos.”