Misioneros de esperanza

Misioneros de esperanza

El texto subraya que la esperanza no es ingenuidad, sino la certeza de que Dios no abandona su creación.

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18/10/2025 00:03
Fuente: Prensa Libre 

El penúltimo domingo de octubre, la Iglesia católica celebra el Domingo Mundial de las Misiones, que este año tiene por lema: “Misioneros de esperanza entre los pueblos”. En el mensaje que el papa Francisco dejó antes de su muerte —y que su sucesor, León XIV, ha descrito como un verdadero testamento espiritual misionero— se invita a comprender la misión como una siembra de esperanza en medio de un mundo herido. El texto subraya que la esperanza no es ingenuidad, sino la certeza de que Dios no abandona su creación, aun cuando el horizonte parezca oscuro.

La Iglesia proclama que la existencia humana tiene un destino eterno.

Aunque su finalidad principal es recordar la dimensión universal de la misión, apoyar a los misioneros y promover en los fieles el compromiso con el anuncio del Evangelio, esta jornada trasciende el ámbito estrictamente religioso. Hoy puede entenderse también como una llamada a la solidaridad universal, al respeto entre culturas y al compromiso con el desarrollo de los pueblos olvidados. De este modo, la celebración misionera se convierte en un recordatorio de que toda vida humana posee un valor inviolable y de que el bien común no puede seguir siendo una utopía distante.

El sentido más profundo de la misión es conducir al ser humano a la plenitud de la vida en el encuentro con Cristo, fuente de toda esperanza y salvación. La Iglesia proclama que la existencia humana tiene un destino eterno y que solo desde esa perspectiva puede edificarse una sociedad verdaderamente justa y fraterna. Por eso, la misión, que tiene su fuente en el anuncio de Cristo y su horizonte en la salvación eterna, abarca también el compromiso por la justicia, la educación y la defensa de la vida.

En Guatemala, la misión no es una idea abstracta. A lo largo de los siglos, los misioneros han sido pilares de la construcción espiritual y cultural del país. Custodios de las lenguas originarias y guardianes de la memoria de los pueblos indígenas, impulsaron la educación y la salud al fundar escuelas, hospitales y talleres para los más pobres.

En tiempos de conflicto, muchos dieron testimonio hasta el martirio, defendiendo la vida y la dignidad de las comunidades más vulnerables. Hoy continúan su labor en la pastoral y en la promoción humana: acompañan a migrantes, protegen la naturaleza y sostienen la formación de mujeres y jóvenes. En muchas regiones, la única escuela o clínica en funcionamiento sigue siendo fruto del trabajo silencioso de una congregación religiosa. Todo ello muestra que la misión no es solo un hecho religioso, sino un elemento vital en la construcción de la nación.

El Evangelio de este domingo (Lucas 18, 1-8) presenta una escena conmovedora: una viuda pide justicia a un juez indiferente. Ella representa a quienes no se resignan: los pueblos que sufren la guerra, los migrantes que cruzan fronteras, las madres que esperan a sus hijos, los jóvenes que aún sueñan con un país distinto. El juez injusto simboliza un sistema sordo ante el clamor de los pobres, pero la parábola no termina en el desencanto: la perseverancia de la viuda revela la fuerza de una esperanza que lucha, reza y resiste. Esa es también la actitud del misionero, que no se deja vencer por la indiferencia del mundo. Ser misioneros de esperanza significa no acostumbrarse al dolor ajeno, no rendirse ante la corrupción ni el fatalismo, y seguir creyendo que el bien todavía tiene futuro. Donde el Evangelio se vive de verdad, el ser humano alcanza la libertad interior, las relaciones se iluminan por la fraternidad y el horizonte de la vida se abre plenamente hacia lo eterno.

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