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Jóvenes tienen el arma más letal en sus manos
La participación y el voto son armas de mayor letalidad al fusil. Las tienen todos, en especial los jóvenes, mayoritarios.
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La participación de los jóvenes, ciudadanos de edades comprendidas entre 18 y 40 años, cada vez es percibida más en su importancia. Esto se nota con la gran cantidad de videos preparados por adultos muy recientes, quienes usan las redes sociales para expresarse, y lo hacen por ser esta la manera de comunicarse entre ellos, lo cual es una realidad poco conocida y poco comprendida en su importancia real por el aparato politiquero del país. Algunos mensajes tienen el problema de ser anónimos y demuestran cobardía, otros son malintencionados por ser de encargo, y el resto es realizado por jóvenes genuinamente interesados en participar y lo hacen en forma abierta, pero su inexperiencia y sobre todo la ignorancia de sus alcances les causa problemas.
Sin entrar a profundizar en las cifras, la percepción válida y esperada demuestra un interés en cambios en la conducción del país, rechazo a la politiquería y a la corrupción. A simple vista son notorios los mensajes de preocupación sincera. Quienes quieren participar, necesitan tener en cuenta la enorme responsabilidad de divulgar sus criterios, opiniones y percepciones, para evitar la frase de un intelectual italiano: “gracias a las redes sociales, lo que era una conversación de amigos ebrios, se puede volver una tendencia”. La voz de cualquier persona difusora de su opinión tiene un posible alcance mundial e instantáneo y peor aún, el mensaje malintencionado, criminal, puede tener la percepción de credibilidad y tiene inmediatez y sobre todo credibilidad aunque no la merezca.
Las elecciones se encuentran a sólo 16 días de distancia. La lucha de insultos, descalificaciones y medias verdades entre los candidatos demuestra la efectividad de los mensajes basados en la frase “miente, miente; algo queda”, cuyo efecto de divulgación es instantáneo, pero su permanencia, efímera, al contrario de aquellos divulgados en la prensa escrita, porque tiene a su favor la tradición, la percepción de ser producto de análisis y de revisiones a causa de la mayor cantidad de tiempo para aclarar los puntos de vista diversos. Ningún mensaje escapa a la posibilidad de estar errado o tener equivocaciones y mala fe, pero cuando son escritos simplemente la reducen.
El mensaje para incrementar la participación es fácil de decidir y redactar, pero también de recibir, con la ventaja de su permanencia. Por eso uno de los elementos más importantes debe ser fomentar la lectura y también el ejercicio de la responsabilidad exigida, con razón, a la prensa profesional escrita. Los mensajes por las otras vías pueden convencer en pocos segundos a alguien de la obligación moral de participar, y luchar por aumentar la participación es una forma segura de dificultar la burla e irrespeto a la voluntad popular. Nunca como ahora ha sido fundamental la participación, porque mantenerse en casa convierte en cómplice a quien lo hace y votar en blanco, así como quien vota por votar y no por quien puede, solo puede, lograr cambios usando al sistema.
No sería el primer cambio político gracias a la presión juvenil. En 1944, el ubiquismo fue desterrado por una generación juvenil ahora casi desaparecida, porque quienes entonces eran veinteañeros están cercanos o acaban de pasar el centenario de vida. Los ciclos históricos se repiten y la masiva participación juvenil de hoy tiene la posibilidad de hacerlo. Si fracasa ese reconocimiento a la causa principal del inicio de la llamada primavera democrática, desaparecida diez años después por causas internas y externas. Sería un caso de buscar la repetición de la Historia, por conocerla. Las armas entonces fueron de fuego; hoy, de convencimiento y conocimiento de la vida por causas tecnológicas.