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Por qué el presidente de El Salvador es un autócrata para algunos y un enviado de Dios para otros
Los legisladores salvadoreños abolieron los límites presidenciales y ahora Nayib Bukele podrá permanecer en el poder indefinidamente. ¿Por qué ahora?
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Ha eliminado los controles y contrapesos. Su gobierno ha realizado detenciones masivas. Y sus legisladores acaban de reescribir la Constitución para permitirle gobernar indefinidamente, lo que hace temer que el hombre que una vez se autodenominó en broma el “dictador más cool del mundo” ya no esté bromeando.
Pero para muchos salvadoreños, el presidente Nayib Bukele ha sido un regalo del cielo.
Al tomar medidas enérgicas contra las pandillas, que no hace mucho dieron a El Salvador la reputación de ser la capital mundial del asesinato, Bukele ha convertido a su país en uno de los más seguros del hemisferio. Los salvadoreños promedio pueden pasear por las calles sin miedo, dejar que sus hijos jueguen al aire libre y dirigir negocios sin amenazas de extorsión.
Los homicidios han descendido de varios miles al año a poco más de cien, según el gobierno, una tasa inferior a la de Canadá.
Por eso, cuando los legisladores del partido de Bukele abolieron los límites del mandato presidencial a finales de la semana pasada, los salvadoreños no se opusieron de manera uniforme ni mucho menos. El éxito de Bukele en el restablecimiento de la seguridad lo ha hecho enormemente popular, incluso cuando sus tácticas han hecho saltar las alarmas entre los grupos de derechos humanos. Pero la cuestión a la que parece enfrentarse, según los expertos, es cuánto puede durar ese apoyo a medida que aumentan los problemas más allá de las pandillas.
“Ya no sé si tú me entrevistas dentro de 10 años te voy a decir lo mismo, no lo sé”, dijo Cecilia Lemus, quien regenta un salón de manicura en San Salvador. “Pero hoy por hoy, no tengo lío” con que se reelija.
Y añadió: “No sé si esto va a ser como Venezuela; no creo que vayamos a lo que puede ser Cuba, pero no lo sé”.
Es posible que Bukele haya decidido consolidar su poder ahora por varias razones, dijeron los expertos. Sus índices de aprobación siguen subiendo como la espuma, su lenta economía avanza a buen ritmo, aunque con grandes préstamos del fondo de pensiones de la nación. Y el presidente Donald Trump está en el poder, feliz de elogiar a Bukele tras enviarle deportados y de desestimar las preocupaciones por los derechos humanos.
Un líder que resuelve una crisis importante puede “hacerse tremendamente popular y la población le dará un cheque en blanco, durante un tiempo”, dijo Steven Levitsky, politólogo de Harvard que estudia América Latina y es coautor de How Democracies Die.
“Bukele es un tipo inteligente, y sabe que un cheque en blanco no es para siempre. Ha tenido una carrera increíble, tiene mucho apoyo, pero la popularidad de ningún líder en la historia del mundo ha durado para siempre”, añadió. La revisión electoral “lo protegerá para el día en que el electorado se mueva en su contra”.
Bukele ha criticado duramente a Nicaragua y Venezuela por medidas similares, pero el domingo defendió la reforma constitucional de El Salvador.
La mayoría de los “países desarrollados permiten la reelección indefinida de su jefe de gobierno, y nadie se inmuta”, dijo en las redes sociales, al establecer una comparación con los sistemas parlamentarios europeos, en los que, de hecho, los legisladores tienen poder para destituir a los dirigentes. “Pero cuando un país pequeño y pobre como El Salvador intenta hacer lo mismo, de repente es el fin de la democracia”.
La estrategia de seguridad de Bukele le ha granjeado admiradores en la región, y cierta imitación por parte de otros dirigentes que luchan contra las bandas de narcotraficantes, como los de Costa Rica y Ecuador. Pero, en gran parte, los vecinos de El Salvador guardaron silencio tras su última medida.
Y algunos salvadoreños comienzan a pedir más a Bukele, como crecimiento económico, programas sociales básicos y ayuda para hacer frente al aumento de los costos.
Según los expertos, Bukele ha tenido dificultades para realizar cambios, sobre todo en el ámbito económico, y no ha dado a conocer un plan global para hacerlo, más allá de sus esfuerzos por atraer a más turistas. Desde que llegó al poder en 2019, el crecimiento de El Salvador ha ido a la zaga de sus vecinos Guatemala y Nicaragua.
El año pasado, el crecimiento cayó al 2.6 por ciento desde el 3.5 por ciento del 2023, y se espera que este año se estanque de nuevo, en el 2.2 por ciento, según el Banco Mundial. Alrededor de un tercio del país vive en la pobreza.
Es posible que Bukele haya consolidado su poder antes de que la situación pudiera deteriorarse aún más, dijeron Levitsky y otros analistas.
Otro factor puede ser el ocupante de la Casa Blanca.
Durante el gobierno de Joe Biden, el Departamento de Estado denunció “importantes problemas de derechos humanos” en El Salvador, al destacar los abusos en las prisiones tras las detenciones masivas de Bukele, que han dejado a más de 80 mil personas entre rejas.
Pero Trump ha dejado claro que no está interesado en vigilar los derechos humanos en el extranjero, al recortar las entidades del Departamento de Estado que trabajan en esos asuntos. Esta primavera, Trump envió a los deportados acusados de ser miembros de pandillas al sistema penitenciario de Bukele.
Además de abolir la limitación de mandatos, los cambios constitucionales eliminan la segunda vuelta de las elecciones, amplían el mandato presidencial de cinco a seis años y adelantan dos años las elecciones presidenciales, para que coincidan con las legislativas del 2027. Si Bukele es reelegido ese año y completa su mandato, habrá servido durante al menos 14 años.
La oleada de protestas de este año puede haber sido otro factor para consolidar el poder de Bukele lo más pronto posible. Su gobierno ha “perdido el control de la narrativa” en los últimos meses, dijo Noah Bullock, director ejecutivo de Cristosal, grupo salvadoreño de derechos humanos cuyos empleados huyeron recientemente del país.
En primer lugar, el gobierno puso fin a la prohibición de la minería metálica. La decisión, tomada a pesar de la fuerte oposición pública, provocó un inusitado reproche de los obispos católicos, que reunieron 250.000 firmas pidiendo el restablecimiento de la prohibición.
Los obispos fueron ignorados, lo cual creó lo que Bullock denominó “la sensación de que este gobierno hace lo que quiere e impone su modelo de desarrollo a la población sin escuchar”.
Entonces, un medio de investigación salvadoreño, El Faro, publicó entrevistas en video con líderes de pandillas que hablaban de un pacto secreto con el gobierno de Bukele para reducir la tasa de asesinatos. Bukele ha negado durante mucho tiempo tal pacto, pero las entrevistas fueron ampliamente difundidas en El Salvador. El gobierno dictó órdenes de detención contra los periodistas de El Faro, quienes huyeron del país.
Y en mayo, una cooperativa agrícola celebró una vigilia pacífica ante la residencia de Bukele para protestar por una orden de desalojo que afectaría a decenas de familias campesinas. Las fuerzas de seguridad detuvieron a los manifestantes, a quienes Bukele acusó de estar influidos por “ONG globalistas” empeñadas en socavar su gobierno.
“Esa secuencia de acontecimientos conduce a una represión que cambia radicalmente la relación entre el régimen y el país”, dijo Bullock, quien afirmó que había creado un ambiente de “miedo y autocensura”.
Para las familias de los jóvenes implicados en las detenciones masivas, la medida de poner fin a la limitación de mandatos era especialmente preocupante.
Reyna Isabel Cornejo, cuyo hijo fue detenido en la iglesia hace un año por motivos desconocidos, señaló que esto significa que Bukele ya no abandonará la presidencia. No ha sabido nada de su hijo desde entonces. Dos de sus sobrinos también han sido encarcelados.
Reconoció que, con Bukele, más gente visita su restaurante de pupusas y que es seguro enviar pedidos a domicilio. Pero la seguridad ha tenido un alto costo, dijo.
“Él ha hecho cosas muy bien”, dijo Cornejo. “Pero, también, entre lo bien que está haciendo, hay mucha maldad”.
La decisión de Bukele de permanecer en el poder debería servir de advertencia a la gente de otros países que claman por un líder de línea dura que acabe con la delincuencia, dijo Will Freeman, miembro de estudios sobre América Latina en el Consejo de Relaciones Exteriores.
“Si tu gobierno es un poco débil y no logra resultados, y te enfrentas a estos grandes desafíos, tal vez quieras que alguien sea un Bukele durante un par de años y luego las cosas vuelvan a la normalidad”, dijo. “Pero el problema es que, a menudo, eso no es lo que les interesa hacer a los Bukeles del mundo”.