Especialista en rescates y vocación desde niño: la huella que dejó Javier Castillo, el bombero caído en cumplimiento del deber

Especialista en rescates y vocación desde niño: la huella que dejó Javier Castillo, el bombero caído en cumplimiento del deber

Entre lágrimas, aplausos y sirenas fue el último viaje del galonista Javier Castillo, un héroe que vivirá para siempre en la memoria de su brigada.

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25/04/2025 10:00
Fuente: Prensa Libre 

Javier Armando Castillo Márquez, el bombero voluntario que perdió la vida el miércoles 23 de abril mientras combatía un incendio forestal en la ruta al Atlántico, es recordado no solo por su vasta experiencia en rescates, sino por la calidez humana que ofrecía a quienes lo rodeaban.

Desde muy joven, Castillo supo que su vocación era servir. A los 11 años ya decía con firmeza que quería ser bombero, y tan solo tres años después logró ingresar a la Brigada Infantil gracias a una carta de compromiso.

A los 18, ya formaba parte oficial de las filas del Benemérito Cuerpo Voluntario de Bomberos.

Un compañero ejemplar

Sus compañeros lo describen como un hombre íntegro, dedicado y profundamente humano.

Raúl González, quien compartió seis años con él en la estación de Antigua Guatemala, lo recuerda como alguien que se entregaba por completo a sus labores: “Era puntual, responsable, y cada día buscaba capacitarse más. No se conformaba con saber lo básico; se especializaba constantemente para ser mejor”.

Y no solo lo hacía en el plano profesional, también era el alma de la estación por las mañanas. Tenía su propia plantación de café, lo tostaba y molía artesanalmente, y cada día preparaba tazas para todos sus compañeros. “Ese café tenía su toque especial, era como un abrazo en medio de las guardias largas”, comentó González con nostalgia.

Honras fúnebres Javier Armando Castillo Márquez Bombero Voluntario fallecido (8)
A las 12:10 horas, partió la caravana desde Estación Central en el camión contra incendios 1715. (Foto Prensa Libre: Bomberos Voluntarios)

Vocación y entrega inquebrantables

Especialista en cuerdas, rescate en estructuras colapsadas y rescate acuático (hombre rana), Castillo formó parte de la Brigada Especial de Rescate. Su preparación fue intensa: dedicó más de cuatro años a entrenarse en estas áreas, y su participación en emergencias fue constante.

Uno de los rescates que más marcó a sus colegas fue el de dos niños atrapados en un barranco de 50 metros en la colonia El Amparo. Castillo descendió solo, guiado por su pericia y temple, y logró sacarlos a salvo. “Era impresionante verlo actuar. En esos momentos, sabías que estaba hecho para eso”, recordó Edwin de León, su compañero durante once años.

Más que un bombero, un ser humano excepcional

Castillo no solo destacaba por su capacidad técnica. Era un hombre noble, que compartía su conocimiento sin ego y ofrecía su tiempo sin esperar nada a cambio.

Uno de los momentos que más le marcó la vida fue la tragedia provocada por la erupción del volcán de Fuego en junio del 2018.

Su compañero Raúl González recordó con precisión cómo Javier no dudó en ofrecerse desde el primer momento: ya se encontraba en la zona tras colaborar en la búsqueda de una persona desaparecida en el volcán Acatenango, y al enterarse de la erupción, se quedó de inmediato a apoyar en el desastre.

Fue de los primeros en llegar a la comunidad de San Miguel Los Lotes, una de las más devastadas.

Su labor no se limitó solo a los rescates. Durante los primeros días participó activamente en la localización y recuperación de víctimas, pero conforme pasaron las semanas, su rol fue transformándose: lideró comitivas médicas hacia las comunidades afectadas, colaboró en la instalación de albergues temporales, y juntos se encargaron de coordinar el traslado de víveres y suministros.

Formados a cada costado del ataúd, los integrantes de la Brigada Especial de Rescate rindieron tributo a su compañero caído. (Foto Prensa Libre: Bomberos Voluntarios)
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Uno de los momentos más conmovedores fue cuando un comandante entregó el casco de Javier a su madre. (Foto Prensa Libre: Bomberos Voluntarios)

“Javier se convirtió en un puente entre quienes querían ayudar y quienes lo necesitaban”, narró González.

Su experiencia como rescatista lo llevó a colaborar en las brigadas de salud que llegaron a la zona afectada. “Conocía el terreno, y más importante aún, conocía a la gente. Era respetado y querido”, añadió su compañero.

Los días pasaron y los esfuerzos se extendieron. Para cuando se dieron cuenta, habían transcurrido tres meses sin descanso. “Javier nunca pidió nada a cambio. Nunca preguntó si iba a recibir un pago o un reconocimiento. Todo lo que hizo fue por vocación. Fue una entrega absoluta ante una de las emergencias humanitarias más dolorosas que ha enfrentado Guatemala”, resaltó.

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El féretro de Javier Castillo fue recibido en la 8a. Compañía de Bomberos Voluntarios, ubicada en el Campo La Pólvora de La Antigua Guatemala. (Foto Prensa Libre: Bomberos Voluntarios)

Una frase que hoy resuena con dolor

“Siempre decía que los bomberos no debíamos ser protagonistas de los incidentes. Pero hoy, tristemente, él lo es”, lamentó su compañero.

Además de su legado como rescatista y formador de brigadistas infantiles, Javier deja a sus dos hijos y a su hermana, quienes también forman parte del cuerpo de bomberos. Con ellos compartía no solo el uniforme, sino el sueño de ayudar a los demás.

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El Padre Gil Ramírez, de la Santa Iglesia Catedral de La Antigua Guatemala, bendijo a la familia Castillo Márquez y a la hermandad bomberil. (Foto Prensa Libre: Bomberos Voluntarios)

Hoy, sus compañeros y seres queridos lo recuerdan como un hombre que vivió con disciplina, honor y abnegación. Que supo combinar el profesionalismo con el gesto humano. Que, con una taza de café y una soga en mano, salvó vidas y tocó corazones.

“Descansa en paz, Javier. Tu vocación sigue viva en cada uno de los que te conocieron”, aseguraron sus compañeros.