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Desnutrición infantil
Hablar de la desnutrición infantil es algo que trasciende lo que a simple vista puede observarse. Algo que afecta no sólo el presente de quienes la padecen, sino también su futuro personal en el marco de la sociedad. Y aunque claro, cualquier acción honesta y seria que se emprenda para contrarrestarla y llevarla a porcentajes […]
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Hablar de la desnutrición infantil es algo que trasciende lo que a simple vista puede observarse. Algo que afecta no sólo el presente de quienes la padecen, sino también su futuro personal en el marco de la sociedad. Y aunque claro, cualquier acción honesta y seria que se emprenda para contrarrestarla y llevarla a porcentajes más bajos es aplaudible, ciertamente aún hay mucha tela que cortar.
Las causas estructurales y socioeconómicas del fenómeno son complejas –de larga data, sin duda–. Y si tomamos en consideración el hecho de que existen áreas –particularmente rurales– en donde la malnutrición infantil alcanza porcentajes sumamente altos de la población, la situación adquiere un matiz realmente preocupante de cara al futuro.
La desnutrición afecta no sólo el estómago de los seres humanos, que usualmente es el hecho más obvio, sino que incide a largo plazo y directamente en otros aspectos tanto físicos como psicológicos, cognitivos y del aprendizaje escolar: la estatura física, la propensión a adquirir ciertas enfermedades y afecciones cutáneas, la capacidad de concentración y retención de conocimientos, el agotamiento físico, entre otros…
Siendo así, vale la pena preguntar ¿qué futuro espera a un pueblo cuyas nuevas generaciones no logran suplir las necesidades mínimas de nutrientes indispensables para un buen desarrollo físico y de sus habilidades cognitivas? Reza un conocido refrán popular que a veces se escucha “mucho ruido y pocas nueces”, haciendo clara referencia a la poca voluntad que en ocasiones existe para la búsqueda seria de soluciones que permitan cambiar la incertidumbre de panoramas tan sombríos y nefastos.
Tarde o temprano –como todo en la vida–, el tiempo pasará una factura que puede ser muy alta. Tristemente los índices de desnutrición infantil aguda y severa, lejos de disminuir, pareciera que se siguen incrementando. Es innegable y urgente hacer algo al respecto si no queremos lamentarlo –aún más– muy pronto.