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El cálculo de la fe
La aceptación del Dios cristiano implica también la conversión moral.
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En cierta ocasión, Jesús hizo una advertencia acerca del cálculo que debe preceder a la opción de seguirlo. Lo comparó al cálculo estratégico que hace un jefe militar que pretende repeler una agresión o al cálculo de diseño y presupuesto que realiza un ingeniero que construye un edificio. ¿En qué consiste el cálculo de la fe? Desde la perspectiva católica, consiste en conocer y asumir las etapas que conducen a asumir y vivir en la fe de la Iglesia.
Consiste en asumir las etapas que conducen a asumir
y vivir en la fe cristiana.
El orden de ejecución de esas etapas dependerá del punto de partida de cada persona. Uno puede iniciar el seguimiento de Jesús como adulto que ha crecido al margen de toda referencia religiosa o puede asumir su identidad de creyente que ha recibido como herencia familiar o cultural, para darle la consistencia de opción personal.
Primero hay que establecer qué queremos decir los cristianos con la palabra “Dios”, pues ese término evoca ideas muy diversas según el contexto religioso o filosófico en que se pronuncie. El Dios cristiano es el que se ha revelado en Jesucristo y del que dan testimonio las Sagradas Escrituras, especialmente el Nuevo Testamento. Es necesario conocer la historicidad de Jesucristo y de los evangelios, pues la fe cristiana tiene origen histórico y real. Y también se deben establecer los criterios de credibilidad de que ese Dios bíblico tenga una existencia en sí mismo, más allá de ser un personaje literario. Este proceso es inicialmente racional, pero finalmente exige un asentimiento de la voluntad.
La Iglesia ha aplicado la razón para conocer la revelación de Dios de la que dan testimonio las Escrituras. Así ha llegado a formular la doctrina de la fe, que encuentra su expresión normativa en el catecismo. Parte esencial del acceso a la fe es el conocimiento de su doctrina, que es el estudio de lo que Dios ha revelado de sí mismo a través de sus obras. Por la fe el creyente acepta la doctrina como matriz del sentido de la vida.
La aceptación del Dios cristiano implica también la conversión moral. Quien conoce la identidad de Dios comprende de inmediato que el principal requisito que exige a quienes confían en él y buscan en él la salvación de la muerte y del pecado es que ajusten su conducta a un código ético coherente con la naturaleza del ser humano y de las actividades que realizamos. Para facilitar este paso, Dios ha promulgado los Diez Mandamientos. Pero ese código ético está anclado en la naturaleza de la creación y de la realidad humana personal y social. De modo que la evaluación ética de la conducta humana como constructiva y destructiva no depende de lo que Dios haya mandado o prohibido, sino que Dios ha impuesto o prohibido tal o cual conducta porque es concorde o contraria a la naturaleza de las cosas y realidades que Él creó. La ley moral cristiana tiene a la base la ley natural.
Para seguir a Jesucristo se deben recibir los sacramentos de la Iglesia. Nadie es cristiano por libre y en solitario. Pertenece a la identidad de la fe, aprenderla, aceptarla y celebrarla en la Iglesia. Solo a través de los sacramentos y la participación en la liturgia el creyente queda plenamente integrado a la Iglesia.
Finalmente, el último factor constituyente de la identidad cristiana es la perseverancia en la forma de vida asumida en la Iglesia. El creyente debe despojarse de los impedimentos que obstaculizan su firme adhesión a Cristo y debe estar dispuesto a soportar los acosos, amenazas y persecuciones que le sobrevendrán por ser cristiano. La advertencia de Jesús acerca del cálculo de la fe se refiere principalmente a esta etapa del seguimiento. La perseverancia dará su fruto cuando la muerte se convierta en paso hacia la plenitud y eternidad en Dios.