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“¡Dale, mijo!”: la historia de Dilan Herrera que marcó el ascenso del Chocolate en la Vuelta a Guatemala
Durante la etapa 3 de la 64 Vuelta a Guatemala, en el duro ascenso del Chocolate, en Fraijanes, una escena sencilla se robó la atención de todos: un niño animando con todas sus fuerzas.
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Durante la etapa 3 de la 64 Vuelta a Guatemala, en el duro ascenso del Chocolate, en Fraijanes, una escena sencilla se robó la atención de todos: un niño animando con todas sus fuerzas a los ciclistas que luchaban contra la cuesta.
“¡Dale, mijo!”, gritaba una y otra vez, con una sonrisa enorme y una energía que contagiaba a cualquiera que lo escuchara. Su nombre es Dilan Herrera, un pequeño vecino del sector y apasionado del ciclismo, que cada año espera el paso del pelotón para alentarlos con la misma emoción que si corriera junto a ellos.
Mientras los corredores subían el exigente tramo, Dilan no paraba de aplaudir, correr junto a algunos de ellos y gritar palabras de ánimo. El cansancio de los ciclistas parecía aliviarse por un momento con su voz y su entusiasmo, recordando lo que hace especial a esta competencia: la gente que la vive desde la orilla del camino.
El pequeño Dilan no solo animó, también dejó un gesto que reflejó su calidez. Cuando fue entrevistado, con total naturalidad dijo: “Invito a Prensa Libre a que vengan a mi casa, les ofrezco chocolate del bueno”. Una frase que provocó sonrisas y se volvió rápidamente una de las anécdotas más bonitas de la jornada.
Para los ciclistas, momentos así son los que hacen especial cada kilómetro. En medio del esfuerzo y la fatiga, escuchar el aliento de alguien como Dilan es un recordatorio de por qué vale la pena seguir pedaleando.
La escena resume lo que significa la Vuelta para muchos guatemaltecos: una tradición que pasa de generación en generación, que llena de color las carreteras y que convierte cada etapa en una fiesta popular. Entre el sonido de las bicicletas y los gritos del público, la emoción se siente más cerca que nunca.
Historias como esta son las que mantienen viva la esencia de la Vuelta a Guatemala. Porque más allá de los cronómetros y las posiciones, lo que realmente queda son los gestos, las sonrisas y el cariño de la gente que, como Dilan, hacen del ciclismo una pasión compartida.
