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El mundo que ya no conocemos
Benjamín Netanyahu y Donald Trump son los símbolos perfectos de la decadencia humana actual.
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Si usted no siente el cambio civilizatorio que estamos viviendo, no vive en este mundo. En medio de la incertidumbre por tantos cambios insoslayables de paradigma, la sombra de una tercera guerra mundial se tiende sobre el mundo. La barbarie ha regresado, de forma más descarnada, espectacular y perfecta.
Hace siglos, las guerras se sostenían entre dos ejércitos enemigos en campo abierto; en casa quedaban las familias que sobrevivían o esperaban a los guerreros. El siglo XX marcó la diferencia en ese sentido y las guerras llegaron a las ciudades, a las casas y los pueblos. Hoy, la primera intención de quienes dirigen las guerras en el mundo es acabar con la población civil del lado enemigo, comenzando por las y los niños. Eso constituye un claro signo de deterioro civilizatorio en dos sentidos: la crueldad humana se ha perfeccionado y la esperanza está siendo aplastada. Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, y Donald Trump, presidente de Estados Unidos, son los símbolos perfectos de la decadencia humana actual.
En las últimas semanas, las cosas se han complicado. Esta guerra de naturaleza política, estratégica y religiosa, amenaza a la humanidad entera. La tensión global se siente y todo depende ahora de cómo la resuelvan Irán e Israel. Israel lanzó un ataque “preventivo” y sorpresivo contra Irán recientemente, e Irán respondió rápidamente, lanzando cientos de misiles al centro de Tel Aviv. Entonces Netanyahu le pide apoyo a Washington, que incondicionalmente lo ha apoyado siempre. La tensión puede aliviarse al bajarle la intensidad al conflicto por la vía de la negociación y la diplomacia, o presionando el botón que inicie la temida guerra nuclear, desde las centrales nucleares hasta los territorios. Del lado de Irán están China, Pakistán, Rusia y una buena parte del mundo árabe.
Cada niña y cada niño importa. Importamos todos. Y, sin embargo, hemos dejado el mundo en las peores manos.
Dijo el coronel retirado del Ejército de Estados Unidos, Douglas MacGregor, que “Washington ha gastado 12 billones de dólares en Oriente Medio desde 2003”, lo cual ha matado a miles de estadounidenses y ha dejado a tantos más heridos, afectados o muriendo cada año por consumo de fentanilo. Además, “Un ataque israelí en la isla de Kharg —donde fluye el 90% de las exportaciones petroleras de Irán— o en las terminales de Bandar Abbas, e Irán cierra el estrecho de Ormuz. Eso representa el 20% del suministro mundial de petróleo. Eso significa la interrupción de las cadenas de suministro y una inflación galopante. (…) ¿Para qué? ¿Para que Israel, que inició esta guerra descabellada, pueda arrastrar a los estadounidenses a un conflicto regional más amplio con el potencial de una guerra nuclear?”.
MacGregor sugiere cinco medidas para desactivar una posible guerra: 1. Solicitar una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU y un alto al fuego inmediato que deje claro que Washington se opone a la destrucción de cualquier Estado en Oriente Medio. 2. Exigir que Israel detenga la matanza (el genocidio/acotación mía) en Gaza y se retire de Gaza y Cisjordania. 3. Suspender la ayuda militar a Israel y permitir la ayuda humanitaria en Gaza. 4. Proponer que los ejércitos de los países no alineados vigilen Gaza y Cisjordania. 5. Proponer que EE. UU., Rusia, China, India y Brasil convoquen y arbitren una estrategia de paz en la región. (…) Los belicistas de Washington tuvieron 22 años. Fracasaron. Mintieron. Se beneficiaron mientras Estados Unidos sangraba. Se acabó el tiempo. Estados Unidos Primero significa Estados Unidos Primero. No Israel primero. No Ucrania primero. No la Otán primero”.
Yo, como ciudadana del mundo, creo que la humanidad es primero. Es la ciudadanía mundial la que importa. Cada persona en todo el planeta. No una potencia, no un país, no una región. Cada niña y cada niño importa. Importamos todos. Y, sin embargo, hemos dejado el mundo en las peores manos.