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¿Por qué cada vez más personas sufren de ansiedad? Factores culturales y cómo enfrentarla
La ansiedad es una señal del cuerpo y la mente ante contextos que no siempre son sostenibles. Comprender sus raíces culturales y emocionales permite no solo tratar los síntomas, sino también replantear estilos de vida que favorezcan una salud mental.
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La ansiedad se ha convertido en una de las afecciones más comunes del siglo XXI. Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que más de 300 millones de personas en el mundo sufren trastornos de ansiedad, y la cifra va en aumento. ¿Por qué tantas personas hoy viven con esta carga emocional?
Diversos factores culturales, sociales y tecnológicos ayudan a explicar esta tendencia creciente, así como estrategias individuales y colectivas para hacerle frente.
Fenómeno global con raíces culturales
Aunque la ansiedad es una respuesta natural del organismo ante situaciones de peligro o estrés, cuando se vuelve crónica e interfiere con la vida diaria, se convierte en un problema de salud mental. En las últimas décadas, se ha observado un incremento sostenido de casos en distintas regiones del mundo, especialmente en contextos urbanos y tecnologizados.
“En su forma aguda, es útil: nos mantiene alerta, enfocados y nos permite actuar con rapidez ante situaciones complejas. Sin embargo, cuando esta respuesta se vuelve crónica o se activa sin un peligro real, puede generar malestar significativo e interferir con nuestra rutina diaria”, indica Carolina Vásquez, psicóloga.
El aumento de casos de ansiedad no está necesariamente relacionado con una mayor debilidad emocional, sino con las condiciones del entorno. La vida contemporánea, especialmente en contextos urbanos, expone a las personas a un cúmulo constante de estímulos, exigencias y cambios acelerados, lo que puede sobrepasar la capacidad natural de adaptación del ser humano.
“Esta presión constante por ser productivos, eficientes y exitosos puede generar una sobrecarga emocional difícil de sostener”, añade la profesional.
A esto se suma el impacto de las redes sociales, que según un estudio publicado en Journal of Social and Clinical Psychology (2018), están directamente relacionadas con el aumento de síntomas de ansiedad y depresión, especialmente entre jóvenes. La exposición permanente a estándares irreales de belleza, éxito y felicidad puede intensificar la sensación de insuficiencia y generar comparaciones destructivas.
Aislamiento emocional y falta de pausa
Otro aspecto relevante es la desconexión emocional. Aunque el mundo digital facilita la comunicación, también puede debilitar los vínculos significativos. Las personas hablan más, pero se sienten menos escuchadas. En muchos casos, los espacios para expresar el malestar emocional son escasos o poco profundos.
“Desde la psicología humanista, se sostiene que el ser humano necesita contacto auténtico, pertenencia y validación emocional para desarrollarse de forma saludable. La ausencia de estos elementos contribuye a un malestar difuso, que muchas veces se manifiesta como ansiedad”, explica Carlos De León, psicólogo clínico.

Asimismo, la falta de pausa y descanso es otro desencadenante frecuente. La aceleración constante impide procesar lo vivido, reconocer emociones o simplemente estar presentes. La mente se habitúa a una actividad permanente, y cuando no hay estímulos externos, surgen pensamientos intrusivos o preocupaciones anticipatorias.
Cómo enfrentar la ansiedad
Enfrentar la ansiedad implica, ante todo, comprenderla. No se trata de eliminarla, sino de regularla y darle un espacio funcional. Los expertos en psicología clínica recomiendan varias estrategias efectivas:
- Terapia psicológica individual, especialmente las de orientación cognitivo-conductual, ayuda a identificar y modificar patrones de pensamiento disfuncionales.
- Prácticas de autorregulación emocional, como la respiración consciente, la meditación y el mindfulness, favorecen el equilibrio del sistema nervioso y aumentan la conciencia corporal.
- Establecer límites y rutinas, para reducir la sobreexigencia y recuperar espacios de descanso y disfrute.
- Fomentar vínculos de calidad, priorizando relaciones auténticas que brinden contención emocional.
- Aceptar la incertidumbre, comprendiendo que el control absoluto sobre el futuro no es posible, y que parte del bienestar radica en aprender a habitar el presente.