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¿Quién es el doctor del lago de Amatitlán?
Al entender lo que hay en el agua, se pueden diseñar soluciones reales y efectivas para sanearla.
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Aunque parezca increíble, el lago de Amatitlán está vivo. Siente, sufre, se alegra… y lo expresa a través del color de su agua. Cuando lo vemos azul y cristalino, es porque está sano. Pero si aparece verde, debemos preocuparnos: significa que está cubierto de algas, muchas de ellas cianobacterias, que pueden ser altamente tóxicas. Las “floraciones” no son señales de vida, sino de enfermedad.
Destaca una innovación que marca un antes y un después en la protección del lago: el Laboratorio de Biología Molecular de Amsa.
La profundidad y extensión del lago se han reducido notablemente debido a la sedimentación, causada por la erosión de las orillas, la deforestación y las lluvias que arrastran toneladas de tierra y basura. A diario, recibe aguas residuales domésticas, industriales y agrícolas, especialmente a través del río Villalobos, que actúa como una especie de canal de contaminación constante.
Imagínalo como tu hogar: limpias tu casa cada día, pero alguien viene y te arroja bolsas de basura dentro. Eso es exactamente lo que ocurre con el lago. Esta situación es un gran desafío para la Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca del Lago de Amatitlán (Amsa), que ha asumido el compromiso de rescatar este valioso ecosistema, pero aún falta la cooperación de todos para que dejen de contaminarlo. Por lo tanto, necesitamos infraestructura para detener los sedimentos, proteger los taludes, controlar los lixiviados del vertedero de la zona 3 y, sobre todo, que la ciudadanía se eduque e involucre.
Para enfrentar esta compleja realidad, Amsa impulsa proyectos de gran alcance. Uno de ellos es el trabajo conjunto con la Mancomunidad Gran Ciudad del Sur, que busca rehabilitar más de 55 plantas de tratamiento de aguas residuales, muchas de las cuales están abandonadas o en mal estado. Pero no es todo. Entre las muchas iniciativas, destaca una innovación que marca un antes y un después en la protección del lago: el Laboratorio de Biología Molecular de Amsa, que es el primer laboratorio estatal de biotecnología con enfoque medioambiental en Guatemala.
Este laboratorio es una herramienta poderosa. Permite estudiar el agua con tecnología de punta como la PCR (reacción en cadena de la polimerasa), que puede detectar y amplificar fragmentos de material genético. Gracias a esto, se puede identificar la presencia de virus, bacterias y otros microorganismos contaminantes en las aguas del lago, así como en el agua potable y residual de la región. La ventaja de este laboratorio es que ofrece datos valiosos para la población en el seguimiento epidemiológico de enfermedades infecciosas y otros virus emergentes.
¿Y por qué es tan importante? Porque al entender lo que hay en el agua, se pueden diseñar soluciones reales y efectivas para sanearla. Gracias al trabajo del laboratorio, se vigila la biodiversidad del lago, se identifican riesgos para la salud humana y se fortalecen políticas públicas basadas en evidencia científica.
Este laboratorio funciona como el “doctor del lago”, pues toma muestras, hace diagnósticos y propone tratamientos. Pero necesita que todos colaboremos. La tecnología y la ciencia avanzan, sí, pero el verdadero cambio ocurre cuando la ciudadanía se involucra.
Si pudiéramos personificar este laboratorio como el doctor, diría: “Mi misión es garantizar que el agua que rodea a miles de guatemaltecos sea segura y limpia. Estudio, analizo y actúo, para que ustedes puedan vivir sanos y el lago vuelva a brillar”.
Tú también puedes ayudar: únete a jornadas de limpieza, habla con tu familia y amigos, y evita tirar basura en ríos o quebradas. El lago está vivo. Siente. Y aunque sufre, todavía respira. Cuidémoslo juntos, con conciencia, ciencia y corazón.