Sir Walter Scott y Pepe Milla

Sir Walter Scott y Pepe Milla

  ¡Que quede claro que la novela histórica (peculiar del romanticismo) no es Historia! Quiero volver sobre este asunto porque incluso algún “intelectual” del más denso nivel en el medio literario, me ha hecho ver que “eso de la novela histórica parece un disparate”. Quiero enfatizar en torno a ello lo siguiente antes de seguir […]

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Resumen Automático

28/07/2025 08:59
Fuente: La Hora 

¡Que quede claro que la novela histórica (peculiar del romanticismo) no es Historia! Quiero volver sobre este asunto porque incluso algún “intelectual” del más denso nivel en el medio literario, me ha hecho ver que “eso de la novela histórica parece un disparate”. Quiero enfatizar en torno a ello lo siguiente antes de seguir adelante:

En el contexto de la estética actual, de la historia del arte, de la filosofía del arte y de la historia de la literatura, llamamos novela histórica a una clave o registro narrativo peculiar del siglo XIX y propio de la escuela romántica en su vertiente histórica y en su vertiente de enredos amorosos.

Esta escuela de novelar no pretende hacer historia genuina. Solo se inspira en ella y la usa como fuente o asunto empleándola como materia y forma estética, esto es, de una estética. De suerte que (empleando la nomenclatura de Kayser) su asunto arranca de la historia real pero sin pensar siquiera en hacerle competencia a la Historia ni menos intentar enseñar Historia empleando “El Visitador” de Milla para instruir al alumno sobre un hecho colonial. Conviene que quede claro decir que no se puede ni se debe enseñar historia empleando una novela de los Dumas o de Víctor Hugo.

La novela histórica (que puso en boga sir Walter Scott en Occidente y que nuestro Milla cultivara con tanto y acertado afán en Guatemala) utiliza –he dicho- la historia ¡sólo!, como fuente y su fin es crear una obra de arte y no una obra científica como debe serlo la Historia. Por ello su meta será entretener, producir placer estético y lúdico y si es posible, alcanzar la belleza de la forma en el grado más alto. Por ello no compite con la ciencia cuyo fin es llegar y descubrir la verdad, enseñar y aprender mediante una metodología científica. De modo que una novela histórica enfrentada a un texto histórico (aun cuando los dos discursos reflejen un mismo tiempo y un mismo espacio) se parecen en fondo -y sobre todo búsquedas- muy poco realmente. El error más grande será, por tanto, querer e intentar sostener tercamente que una novela histórica sea tan genuina (respecto de los hechos que se narran) como un texto de Historia.

Dejando atrás la discusión que traía, retomemos el discurso y la narrativa iniciática: José Milla y Vidaurre se dejó atrapar por la novela histórica con enredos sentimentales por algunas razones que he venido observando y en cuyo análisis continuaremos:

Ya lo he dicho: en primer lugar porque con ello se hacía grato a Rafael Carrera y sus secuaces, esto es, a su corte de conservadores. Milla entró a trabajar a la cartera de Relaciones Exteriores con el ministro Pavón (miembro de una de las más ilustres y rancias familias del exreino y república de Guatemala). El Partido Conservador hacía arrancar sus bases ideológicas de la Edad Media y también sus sentimientos y fe religiosa pues eran incluso bastante supersticiosos, tal y como nos lo narra Antonio Batres Jáuregui cuando cuento el origen de la Virgen de la Empanada.

Los conservadores que por más de treinta años se consolidaron en el gobierno guatemalense gracias a la figura y a las agallas de Rafael Carrera, soñaban y vivían en el mundo colonial de los marqueses y tenían nostalgia de él como hasta hace poco tiempo quedó documentado con las soirées del Club Guatemala, presididas por el cuadro de don Pedro de Alvarado (pintado en el siglo XIX, copia del de Rosales) y cuyos efluvios los hacían retornar con saudade al tiempo de la Colonia. Estos olores los recoge muy bien estéticamente José Milla en sus diversas novelas basadas en la Historia, tomando el ejemplo de sir Walter Scott en cuanto a lo que podríamos llamar el molde de la novela histórica que para –como he dicho ya- para Scott era la Edad Media europea y para José Milla la Colonia centroamericana.