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Qué pasará con el costo de la renovación del avión que Catar le regaló a Trump
Incluso para los estándares de Washington, las técnicas utilizadas para ocultar cuánto costará el proyecto favorito del presidente Trump son ingeniosas.
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El presidente Donald Trump no oculta su descontento por el costo de la renovación de la sede de la Reserva Federal: unos US$2 mil 500 millones, o incluso más según las cuentas del presidente.
Pero conseguir que la Casa Blanca hable de otro de los costosos proyectos de renovación de Washington, el de renovar un Air Force One que Catar ofreció “gratis”, es harina de otro costal.
Oficialmente, y convenientemente, el precio se ha marcado como confidencial. Pero incluso para los estándares de Washington, donde los “presupuestos negros” se utilizan a menudo como excusa para evitar revelar el costo de los anticuados satélites espía y las fastuosas fiestas de fin de año, las técnicas utilizadas para ocultar el costo del proyecto favorito de Trump son ingeniosas.
Lo que puede explicar por qué nadie quiere hablar de una misteriosa transferencia de fondos por valor de US$934 millones de uno de los proyectos del Pentágono que más se ha excedido en el presupuesto y que está fuera de control: la modernización de los viejos misiles nucleares terrestres estadounidenses.
En las últimas semanas, los detectives presupuestarios del Congreso han llegado a pensar que esa cantidad, metida en un oscuro documento del Pentágono enviado al Capitolio como una “transferencia” a un proyecto confidencial sin nombre, incluye casi con toda seguridad la renovación del nuevo Air Force One adornado con oro que Trump quiere desesperadamente en el aire antes de que termine su mandato. (No está claro si la totalidad de la transferencia se dedicará a desguazar el nuevo Air Force One hasta su armazón, pero los oficiales de la Fuerza Aérea reconocen en privado haber echado mano de los fondos de modernización nuclear para el complejo proyecto).
El ministro de Defensa de Catar y el secretario de Defensa Pete Hegseth firmaron el memorando de entendimiento final hace unas semanas, allanando el camino para que la renovación comience pronto en unas instalaciones de Texas conocidas por sus proyectos tecnológicos secretos. The Washington Post informó anteriormente del documento.
Es probable que el avión de Trump no vuele durante mucho tiempo: tomará uno o dos años terminar las obras y después el regalo catarí —mejorado con la última tecnología de comunicaciones y protección en vuelo— se transferirá a la biblioteca presidencial de Trump, aun por crear, después de que deje el cargo en 2029, según ha dicho el presidente.
La preocupación por los numerosos y aparentes conflictos de intereses que entraña la transacción, dados los tratos gubernamentales y los vínculos comerciales de Trump con los cataríes, se ha agudizado desde que surgieron los informes sobre el regalo esta primavera. Pero el propio presidente dijo que no le preocupaba y que la decisión no suponía ningún problema para los contribuyentes.
“Nunca sería de los que rechazan ese tipo de oferta”, dijo el presidente en mayo. “Es decir, podría ser una persona estúpida y decir: ‘No, no queremos un avión gratis y muy caro’”.
Es gratis en el sentido en que lo es un coche usado entregado por un vecino que quiere sacarlo de su entrada. En este caso, entre las muchas modificaciones habrá comunicaciones reforzadas, sistemas antimisiles y capacidades de motor para llevar al presidente rápidamente a un lugar seguro, como hizo uno de los Air Force One más antiguos el 11 de septiembre de 2001, cuando Al Qaeda atacó Estados Unidos. Y está la delicada cuestión de librar al avión de cualquier dispositivo electrónico de escucha oculto que los funcionarios estadounidenses sospechen que pueda estar incrustado en las paredes.
Luego, por supuesto, tiene que estar repleto de los lujos —y adornos dorados— con los que se rodea el 47 presidente, ya sea que esté en el Despacho Oval o en el aire. La cubierta superior del jet tiene un salón y un centro de comunicaciones, mientras que el dormitorio principal puede convertirse en una enfermería en caso de emergencia médica.
Así que no es de extrañar que uno de los mayores juegos de adivinanzas de Washington en estos días sea evaluar dónde acabará el precio, además de los US$4 mil millones que ya se han gastado en los aviones presidenciales que Boeing tenía que haber entregado el año pasado. Fueron esos retrasos los que llevaron a Trump a buscar un regalo.
Funcionarios de la Fuerza Aérea admiten en privado que están pagando las renovaciones del Air Force One catarí con la transferencia de otro programa que está masivamente por encima del presupuesto y retrasado, llamado Sentinel. Se llama así por el misil que constituye el núcleo del largo esfuerzo de Washington por reconstruir el viejo y agujereado sistema de misiles nucleares lanzados desde tierra.
El proyecto se presentó por primera vez al Congreso como un programa de US$77 mil 700 millones para sustituir los 400 misiles Minuteman III, con instalaciones de lanzamiento y comunicaciones diseñadas para resistir ataques nucleares y cibernéticos. Cuando Trump volvió al poder, esa cifra se había disparado un 81 por ciento, hasta los US$140 mil millones y subiendo, todo ello para reconstruir lo que los estrategas nucleares coinciden en que es el elemento más vulnerable e imposible de ocultar de la fuerza nuclear disuasiva estadounidense.
Y esa era la cifra antes de que la Fuerza Aérea anunciaran hace unos meses que tendrían que excavar todos los silos nuevos en Montana, Wyoming y Dakota del Norte, porque los viejos silos Minuteman tenían fugas y se estaban desmoronando.
Los primeros Minuteman se instalaron hace 55 años, cuando Richard Nixon era presidente y Leonid Brézhnev estaba en el Kremlin. Washington y Moscú tenían un total combinado de más de 30 mil armas nucleares apuntándose mutuamente. (Hoy se acercan más a 3 mil 100.)
La buena noticia es que en el primer gobierno de Trump, la Fuerza Aérea se deshizo de los sistemas de mando y control que aún utilizaban disquetes de 8 pulgadas, lo que demuestra que el llamado Estado profundo puede conseguir algo cuando investiga, digamos, a profundidad.
Algunos estrategas nucleares sostienen que las armas nucleares terrestres no necesitan ser sustituidas en absoluto; son mucho más vulnerables que las armas que viajan bajo el mar en submarinos sigilosos, o que pueden cargarse en aviones bombarderos. Pero el Pentágono no quiere desprenderse de un tercio de la “tríada” nuclear, y los silos y sus puestos de mando son grandes empleadores en el Oeste rural.
Cumplen otra función en el segundo gobierno de Trump. El programa de modernización ha demostrado ser perfecto si estabas decidido a ocultar cuánto te gastas en un avión, especialmente en uno equipado para ordenar un ataque nuclear, si fuera necesario.
En un testimonio ante el Congreso en junio, Troy Meink, secretario de la Fuerza Aérea, dijo que pensaba que el costo de las renovaciones del Air Force One sería manejable. “Creo que se ha barajado una cifra cercana a los US$1 mil millones”, dijo. “Pero muchos de esos costos asociados son costos que habríamos experimentado de todos modos, solo que los experimentaremos previamente”, antes de que Boeing entregue sus dos Air Force One. “Así que no sería ni de lejos eso”.
“Creemos que la adaptación real de ese avión es probablemente inferior a US$400 millones”, dijo.
De ser así, sería una ganga. Pero los ingenieros y expertos de la Fuerza Aérea que han realizado proyectos similares tienen sus dudas de que pueda lograrse por algo parecido a ese precio. Los miembros del Congreso expresan su preocupación por que Trump presione a la Fuerza Aérea para que haga el trabajo tan deprisa que no se incorporen suficientes medidas de seguridad al avión. Cuando se le preguntó la semana pasada, la Fuerza Aérea dijo que simplemente no podía hablar del costo —ni de nada más sobre el avión— porque es confidencial.
(Para los coleccionistas de tales evasivas burocráticas, sí, la Fuerza Aérea está dispuesta a discutir el costo de construir una nueva generación de misiles balísticos intercontinentales, pero no el costo de renovar el avión del presidente).
Solo en el Pentágono podría alguien reprogramar US$934 millones y esperar que nadie se diera cuenta. Las arcas volvieron a llenarse con la aprobación de la ley de reconciliación presupuestaria hace varias semanas, según afirman los responsables del presupuesto.
“Cuanto más sabemos de este acuerdo, más preocupante resulta”, dijo la senadora Jeanne Shaheen, demócrata de New Hampshire, quien forma parte del Comité de Servicios Armados. “Las implicaciones para la seguridad de aceptar un avión privado de una nación extranjera como Air Force One y las consiguientes preocupaciones éticas que crea un regalo de esas dimensiones ya eran significativas”.
Pero era más preocupante, dijo Shaheen, que “esta administración esté desviando fondos del presupuesto de la modernización nuclear para financiar las costosas renovaciones de este avión”.
Al hacerlo, dijo, “estamos debilitando nuestra credibilidad para financiar un proyecto de vanidad del presidente Trump”.