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Microtransformaciones
La transformación no ocurrirá como una apoteosis súbita y relampagueante.
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Los cambios competitivos globales del siglo XXI avanzan vertiginosamente. La ubicua conectividad, información actualizada al segundo y disponibilidad de aplicaciones digitales por millares son evidencia de ello. Y, sin embargo, aún prevalece la brecha digital, sobre todo respecto del desarrollo de productos de software y también hardware, que más bien parecen destinados a grandes potencias asiáticas, europeas o norteamericanas.
Existe un vibrante sector tecnológico en Guatemala, pero queda aún mucho espacio por conquistar y existen perspectivas para avanzar. Por ejemplo, desde noviembre del 2024 se habla del International Technology Security and Innovation Fund (ITSI Fund), promovido por Estados Unidos, como parte de una estrategia para competir en el campo de la investigación y fabricación de microcircuitos, en la cual la República de Taiwán tendría interés de instalar una fábrica en Guatemala.
La posición geoestratégica del país, la disponibilidad de energía renovable, la existencia de parques industriales y fuerza laboral joven son algunos de los factores a favor de esta visión que ya está siendo evaluada. Sin embargo, la brecha digital pasa factura al momento de contabilizar las cifras de capital humano especializado. Y no se trata solo de formación básica en programación —para la cual media un previo dominio del inglés—, sino de la disponibilidad de técnicos e ingenieros interesados en hacer carrera en una materia prácticamente sin precedentes en el país.
Y es allí donde entra el desfase en el que se encuentran muchos planteles vocacionales estatales, desactualizados, sin equipo y sin personal docente de alto nivel. Pero también a nivel privado es usual escuchar de colegios que dan “orientación” en computación, cuando en realidad tal apellido a una carrera es redundante a estas alturas.
La transformación no ocurrirá como una apoteosis súbita y relampagueante. En ningún país ha ocurrido así, y eso es un factor por considerar para comenzar a avanzar, es la microtransformación la que verdaderamente importa, a nivel personal y nacional. Esos pequeños cambios, casi imperceptibles, trazan los grandes objetivos.
En la carrera competitiva actual, poder trazar la visión de convertir a Guatemala en un polo del proceso de fabricación de componentes digitales, además del desarrollo de programas, sería un parteaguas para la economía y para la educación. Lamentablemente, esa visión no les interesa ni les importa a las mediocres dirigencias sindicales del sector.
Ello, sin embargo, no le resta un ápice de factibilidad a un plan de oportunidades para niños y jóvenes talentosos, dedicados y sobre todo convencidos de la necesidad de salir adelante, para bien de sí mismos, de sus familias y sus comunidades.
En todo caso, la transformación digital no es solo una necesidad para estudiantes, sino para todo guatemalteco que esté buscando y procurando una mejora económica. Artesanos, emprendedores, comerciantes, prestadores de servicios e incluso profesionales liberales pueden beneficiarse aún más de las potencialidades del medio digital. Esto va más allá de programar un bot para que responda en WhatsApp o Facebook, tiene que ver con imagen, video, explicación al usuario, descripción y diferenciación de propuestas de productos 100% guatemaltecos que pueden alcanzar nuevos nichos de mercado nacional y regional.
Pero, de nuevo, como en un laberinto de videojuego, el gran desafío está en encontrar una hoja de ruta institucional, a nivel estatal, comercial, diplomático e incluso cultural, para que las comunidades empiecen a acunar, motivar y apoyar esas inteligencias locales que pueden marcar un nuevo rumbo.