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Complicación y peligro en el tránsito terrestre
Los accidentes terrestres han vuelto a la capital y el país en lugares donde es imposible calcular el tiempo.
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La reunión de los propietarios de empresas de transporte es una buena ocasión para tratar un tema necesario a causa de sus riesgos: la actual situación de la manera como se desarrolla el servicio de autobuses, así como el del transporte terrestre, en general. La cantidad de accidentes derivados de vehículos mal conducidos es verdaderamente un riesgo nacional, e incluye además las motos, convertidas en instrumentos de peligro y sometidas a un aumento creciente. En la actualidad, su número llega a 2.6 millones, según datos oficiales. Pero también hay 17 asociaciones de autobuses, por lo cual debe buscarse la manera de disminuir los accidentes, causantes muchísimas veces de impedimentos para el paso en las principales carreteras y calles del país.
Los accidentes terrestres han vuelto a la capital y el país en lugares donde es imposible calcular el tiempo.
La solución de todos los riesgos del tráfico terrestre es una tarea no solo urgente, sino complicada, porque se inicia con un masivo plan de educación a todos los conductores acerca de ser peatón, conducir bicicletas, motos, automóviles, picops, camiones, tráilers, autobuses, así como de las condiciones necesarias para arreglar el ancho número de curvas y su inclinación para así hacer seguras las aceras, calles, avenidas, carreteras y autopistas. La cantidad de fallecidos, heridos y lisiados es demasiada para la cantidad de vehículos terrestres y la velocidad con la cual se transportan, muchas veces manejados por conductores sin ninguna o muy poca enseñanza. Sacar licencia toma muy poco tiempo, por la irresponsable corrupción para entregarla.
Los factores más importantes se relacionan con una mezcla de muertes. Primero, se debe exigir comprender un hecho muchísimas veces mortal: los accidentes no ocurren por casualidad, sino son el resultado de la corta edad de muchos choferes, desconocedores de los peligros latentes. Pero por supuesto no son el único, se agrega el desconocimiento de factores fundamentales, como la comprensión de cuántos metros se recorre según la velocidad. Manejar a 40 kilómetros por hora son 11.11 metros/segundo, es decir 9 segundos para recorrer un campo de futbol o una cuadra. Si son 60 km, serán 16.6 segundos para cruzarlo; 80 km, 22.2 km por segundo, la máxima velocidad permitida, y recorrer ese campo; 100 km, 27 metros, y recorrerlo, 3.8.
Otro factor es el tiempo de detener el vehículo desde el momento de presionar el freno, lo cual aumenta según el camino o la calle, tenga inclinación o esté mojado por la lluvia. Por supuesto, manejar ebrio es una total irresponsabilidad. Pero por otra parte es urgente informar a los pasajeros de su derecho a ir en autobuses, taxis, etc, bien cuidados, con frenos y llantas en buen estado. Sobre todo, su derecho adicional de gritarle al chofer detener el vehículo para bajarse y con eso eliminar el peligro. En numerosas ocasiones, los pasajeros heridos o ilesos han informado a la policía haber solicitado esto, sin lograrlo. Y la policía tiene la obligación de detener esos vehículos cuando sea evidente su mala conducción. Manejar así provoca muertes.
La velocidad máxima no respetada muchas veces es el resultado de exigir a los pilotos realizar varios viajes a distancias lejanas. Al ser mencionado todo esto, parecería imposible lograrlo. Pero no lo es, si los cambios a la Ley de Tránsito la convierten en una razón de cárcel a los irresponsables. El mal estado en general de calles y caminos es un nuevo motivo para reducir el número de accidentes, y convertirlos en eventualidades, no en riesgos seguros. La cantidad de percances es una de las causas principales de los embotellamientos constantes, cuyo efecto es haber convertido a la capital, por ejemplo, en un lugar donde ya es imposible calcular el tiempo de llegada de un lugar a otro. Es, en realidad, una emergencia nacional constante y evitable.