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¿Qué publicaron los periódicos sobre los sucesos de la Revolución del 20 de octubre de 1944?
Sobresalen hechos poco conocidos del movimiento revolucionario del 20 de octubre de 1944, según consignaron medios impresos de la época.
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La revolución del 20 de octubre de 1944 abrió una era democrática para el país, lucha armada en la que participaron diferentes sectores de la población, hombres y mujeres, cansados del autoritarismo del régimen militar del general Federico Ponce Vaides, quien llegó a la Presidencia apenas tres meses antes. Pero detrás de este movimiento libertario se esconden detalles poco conocidos que fueron registrados por medios escritos de ese entonces.
El Imparcial y Nuestro Diario —que se publicó de enero de 1927 a julio de 1957— detallaron los sucesos acaecidos durante y después de la lucha revolucionaria, así como sus consecuencias.
Llama la atención que el viernes 20 de octubre dichos medios no circularon, pues no aparecen en los ejemplares encuadernados que resguarda la Hemeroteca Nacional de Guatemala.
Fue el sábado 21 de octubre cuando la portada de El Imparcial publicó en su titular: “Día glorioso del pueblo”, con el subtítulo: “Revolución triunfal de la juventud militar, estudiantil y obrera”. El editorial, publicado en esa página, comenzaba así: “Ha caído la tiranía, pero más que nunca, se imponen el orden y la cordura para garantizar la libertad”. “Guatemala necesita que la sangre generosa derramada no se manche ni se envenene; tenemos todos la obligación de demostrar al mundo que nuestro pueblo no necesita ser manejado a punta de látigo”, se lee más adelante en este texto.
En el editorial de Nuestro Diario del 21 de octubre se leía: “Hoy, las juventudes, universitaria y militar, probaron que ambas son ingredientes de una misma masa… El pueblo que acudió a armarse en los primeros momentos para luchar contra la dictadura incipiente, pero de precocidad increíble, corroboró la prueba de la juventud”.
En esa misma edición se afirmaba que unos nueve días atrás se presentía la gesta patriótica que derrocó a Ponce Vaides. También se informó sobre boletines que recomendaban a establecimientos que vendían licor cerrar temprano, para evitar “alteraciones en el orden público”.
Se consignó una visita al Hospital General, donde el reportero presenció los “estragos de las granadas”, como el caso de un hombre a quien la explosión de uno de esos artefactos le “había arrancado por completo la mandíbula inferior, el labio superior y parte de la nariz”.
También se informaba que todos los reos políticos del régimen de Ponce quedaban libres.
Otra nota refería que, a raíz de la lucha revolucionaria, se produjo un “considerable número de muertos y heridos” y se incluyó el nombre, edad, origen y dirección de 200 personas, sin especificar si fueron heridas o si fallecieron, incluyendo niños. Eduardo Cindreta, de 14 años y quien residía en la 23 calle poniente No. 11, y Domingo Sequé, 28, de Chimaltenango, “con herida penetrante”, fueron dos de los afectados.
En la foto que ilustraba la portada de El Imparcial se observa a los “tres jóvenes miembros de la junta revolucionaria”: mayor Francisco Javier Arana, Jorge Toriello y el capitán Jacobo Árbenz, así como una instantánea de los daños causados al fuerte de San José, que se encontraba en en el lugar que ocupa actualmente el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias.
Del Hospital Militar se recibió la noticia de que, entre los 10 fallecidos que fueron trasladados a ese nosocomio, se encontraba el hijo de Ponce Vaides —también de nombre Federico—, quien fue derrocado luego de 108 días en el Gobierno y se asiló en la Embajada de México desde la tarde del 20 de octubre.
Se informaba también que brigadas de civiles se presentaron al cuartel general de la Revolución y llevaban como prisioneros a unos cien policías que fueron capturados en diferentes puntos de la ciudad.
Así fueron los hechos
En una crónica de la mencionada edición de El Imparcial se lee que el movimiento armado, calificado como “triunfo de la juventud”, comenzó a las 2 horas del viernes 20 de octubre en la Guardia de Honor, zona 10. “Los tanques de artillería, ametralladoras y la gente del cuartel, ya dispuestos, iniciarían un ataque conjunto sobre los dos fuertes, de San José y Matamoros —18 avenida y 5a. calle, zona 1—. Tanques, infantería y ametralladoristas se desplegaron por diferentes puntos de la ciudad, en posiciones estratégicas y seguras; por ejemplo, cerca del Palacio Nacional, del Campo Marte, de la avenida del Ferrocarril y de la colonia El Edén —zona 5—. Ese día llegaron cien soldados y cinco oficiales de Quiché.
Nuestro Diario dio a conocer que Ponce Vaides demostró inseguridad, pues “se dio cuenta de que su hora había llegado, y preso de gran nerviosismo iba del Palacio a Casa Presidencial y viceversa, sin poder actuar con firmeza”.
El primero en caer muerto fue el general Francisco Corado, comandante de la Guardia de Honor, a quien se le conminó a rendirse, pero respondió con disparos, por lo que los sublevados lo atacaron. La artillería disparó sin cesar contra los dos fuertes, que se defendieron y contratacaron. Cesó el fuego y continuó a las 4.40 horas. Momentos después, el fuerte de San José comenzó a arder, “dando fin al castillo”.

Vista del incendio del armamento del fuerte de San José, en la zona 1, en una foto publicada el lunes 23 de octubre en El Imparcial. (Foto Prensa Libre: Brenda Martínez).
El fuego cruzado de proyectiles hicieron blanco en “barrios y destruyeron viviendas”. Los más afectados fueron los aledaños a los fuertes mencionados, Palacio Nacional y Guardia de Honor. Un caso fue el de la familia de Anselmo Godoy, en cuya vivienda explotó una granada y causó la muerte de dos de sus hijos, de 12 y 13 años, e hirió a otros dos, de 8 y 10, además de destruir los muebles.
Fue hasta las 6 horas que comenzó a correr la noticia de que la Guardia de Honor se había sublevado.
El fuerte de Matamoros fue el último en rendirse. A las 8.30, las fuerzas avanzaron y, ante el edificio destruido y sin armas, se izó la bandera blanca, a las 10 horas.
Principales beneficios
- Sigue vigente la mayoría de cambios derivados de la Revolución que beneficiaron a la sociedad en general en Guatemala:
- Se emitieron las leyes del Banco Central y Monetaria, decretos 66 y 67, amén de la Ley de Emergencia Económica, a principios de 1945.
- El 1 de julio de 1946 se fundaron el Banco de Guatemala y la Superintendencia de Bancos.
- Se instituyó la división territorial departamental, como se conoce en la actualidad, además del restablecimiento de las alcaldías como instituciones autónomas.
- Se reconoció a la mujer como ciudadana y se le otorgó la capacidad de voto, aunque se le negó a la mujer analfabeta.
- Se reorganizó el sistema de enseñanza, al construir edificios para escuelas primarias tipo Federación, y se implementó un sistema de becas para los jóvenes de la provincia.
- El Código de Trabajo, promulgado en 1948, fue el primero en la historia del país y una novedad.
- El logro más relevante en el ámbito laboral fue la creación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), en 1946.
Catorce estudiantes universitarios se presentaron en la Guardia de Honor, a las 2 horas, organizados por los bachilleres Óscar de León y Julio Valladares, quienes reclutaron a los de mayor confianza la tarde anterior. Su plan era contratar gran cantidad de taxis para “ir a parrandear”. Cerca de la hora indicada, cuando se encontraban en Los Arcos, zona 14, se armaron y obligaron a los choferes a dirigirse al mencionado cuartel, donde apoyaron la revolución. Los universitarios, de Medicina, principalmente, atendieron a heridos en las calles, y otros participaron en el ataque. En la revuelta falleció el bachiller Carlos Andrade Keller.
El armamento de San José se incendió, debido a los ataques, y “los retumbos no cesaron sino después de muchas horas de iniciado el incendio”. Cientos de soldados quedaron atrapados en el interior.

Portada de Nuestro Diario, del sábado 21 de octubre de 1944, en la que se publicaron fotografías de diferentes escenas del movimiento revolucionario. (Foto Prensa Libre: Brenda Martínez)
Quien escribió la crónica afirma haber visto en la Guardia de Honor a estudiantes por centenares, maestros y obreros por millares, para pedir “un arma para pelear”. Desde la madrugada se acercaron cientos de civiles, a quienes se les entregaron fusiles Skoda —checoslovacos— y estadounidenses, “con ametralladoras de diferentes clases y equipados con suficiente parque”. Por su parte, “las mujeres ayudaron a soldados y civiles en todo lo que pudieron, proporcionando refrigerios, auxiliando heridos y alentando a revolucionarios”.
Sobre la Casa Presidencial y el Palacio Nacional se izó la bandera blanca a las 12 horas.
En el Hospital General, el trabajo era intenso para atender a la gran cantidad de heridos que eran llevados. Las ambulancias “desafiaban las balas de las fuerzas militares para recorrer la ciudad y cumplir con su deber”. Muchos heridos llegaron muertos, por lo que se les trasladaba directamente “al anfiteatro”. Se dijo que ese día se practicaron 41 autopsias.
Así tambien, se hizo un llamado a voluntarios que estuvieran en condiciones de servir para identificar “los muchos cadáveres” de personas que perecieron en la jornada libertadora.
Júbilo
Millares de personas, “con el semblante alegre”, recorrían las calles de la ciudad, según El Imparcial, el día después del movimiento. La gente se detenía cerca del Palacio Nacional para admirar los tanques y cañones, entre otro tipo de equipo militar. Los mercados funcionaban con normalidad y no se reportó escasez de artículos de primera necesidad, como ocurrió el 20. El servicio urbano y extraurbano de transporte se reanudó.
“A las 9, todavía no habían abierto sus puertas casi todos los almacenes principales, aparentemente, porque los empleados han querido celebrar la fecha como día de fiesta nacional”, se consignó. Ciudadanos, en traje de civil, prestaron servicio a la comunidad, al dirigir el tránsito de la ciudad, “saludando con amabilidad a los automovilistas”.
Ese día se comenzaron a recibir aportes para los damnificados y heridos. Dos de los donadores fueron Anita Alzamora de Vadillo y el doctor Erwin Jacobsthal, quienes llevaron su aporte en efectivo a la redacción de El Imparcial, que se convirtió en depositario de los donativos, en tanto se formaba un comité encargado de distribuir los fondos recaudados.
Se reportó alta afluencia de personas en las oficinas de comunicaciones, para transmitir a sus familiares “las novedades habidas y su estado personal”. Los receptores eran insuficientes para satisfacer las necesidades del público.
La ira popular arremetió contra El Independiente, periódico del liberalismo, que se encontraba en la 11 avenida norte No. 72, que fue vandalizado y del cual “no quedó casi nada”. En la pared exterior se leía el mensaje: “Linotipo. Esto es del pueblo. Respeto” y “Viva Arévalo”.
Fotografías publicadas captaron a estudiantes armados con fusiles transportándose en motocicleta y un camión con combatientes.
Los boy scouts prestaron servicio de socorro en diferentes sectores de la ciudad, mientras “valientes muchachos” custodiaban viviendas y cuidaban del orden.
En el balcón del periódico La Nación lucía la bandera nacional que tenía sobre la franja blanca la fotografía del doctor Juan José Arévalo. En la oficina de administración de la radiodifusora T.G.N. se recibían mensajes, sin costo, de quienes quisieran informar a familiares sobre su estado. Desde sus micrófonos se transmitían los boletines de la Junta Revolucionaria y pasó a llamarse, a partir de ese día, “La voz de la libertad”.
Los enfrentamientos produjeron daños sin consideración a las líneas telefónicas de la capital, por lo que tuvieron que ser reparados en las primeras horas del día siguiente.
Desde el 21 de octubre, la Policía Nacional se convirtió en un cuerpo organizado para garantizar la tranquilidad de los ciudadanos y “que estaría sujeto a disciplina”, formado por universitarios y reforzado con agentes de la Guardia Cívica.
Fotografías daban cuenta de las largas filas de ciudadanos que deseaban inscribirse en la Dirección de la Policía, así como los daños causados en varias casas, como la que ocupaba el Partido Liberal.
La Junta Revolucionaria solicitó que los comercios retomaran sus actividades a partir del lunes 23 de octubre. También pidió que quienes portaran armas sin autorización procedieran a entregarlas en un plazo de 24 horas.
Tres inmuebles fueron tomados por los revolucionarios, pues se rumoraba que de ellos se proveía de armas a personas afines al gobierno poncista. Uno de ellos fue la casa de Julia Quiñónez, conocida como La Maciste, quien había sido colaboradora cercana del presidente Jorge Ubico, ubicada en la 11 avenida y 15 calle. Una multitud enardecida causó daños a esa propiedad.
El domingo 22 de octubre se publicó una lista de 27 otras personas que fueron heridas o habían fallecido durante la revolución.
Ese día se informó que el Palacio Nacional no había sido objeto de ningún daño, entre otros edificios públicos, “respetando la orden que se les dio al respecto a los revolucionarios”. Asimismo, se respetó la vida de los defensores del Palacio, “a quienes se les dispararía hacia los pies”. También se consignó que Ponce Vaides partió hacia México, con un grupo de colaboradores, gracias a gestiones de la embajada de ese país vecino. Resulta llamativo el dato de que, antes de que su avión saliera, se le pagó el sueldo correspondiente del 1 al 19 de octubre, de Q1 mil 125. Además, se procedió a revisar el equipaje de los emigrados, y a Ponce Vaides se le encontró “buena cantidad de billetes” que daba un total de Q15 mil 128, así como varias armas de fuego.
En una nota se destacó la valentía de los vecinos Francisco Ramazzini, Enrique Izzepi y José Luis Ortiz, que fueron a la Guardia de Honor a pedir armas para participar en la lucha libertaria, luego de lo cual se les comisionó como mensajeros motociclistas para informar sobre el desarrollo de la lucha, “cruzando por lugares peligrosos”, y que fueron atacados por policías. Se destacó que a los heridos de gravedad se les aplicó penicilina, calificada entonces de “maravillosa droga”.

Daños a casas causados por el fuego cruzado producido durante la gesta. Fotos publicadas en El imparcial el 24 de octubre. (Foto Prensa Libre: Brenda Martínez)
La noche del sábado, los ciudadanos fueron alarmados por disparos provenientes de varias viviendas, “de enemigos de la revolución”, que fueron controlados por guardias cívicos.
También se recomendó a los vecinos que, si encontraban granadas, “no intentaran conservarlas ni jugar con ellas”, pues eran un peligro inminente, por posible deflagración, por lo que debían alejarlas de las casas y depositarlas en barrancos cercanos.
En la mañana del domingo circuló el rumor de que la carne y el agua estaban envenenadas, difundido por personas afines al régimen anterior, para causar alarma. Sin embargo, la Dirección General de Sanidad Pública desmintió el rumor. Asimismo, se informó que un grupo de liberales, “armados de ametralladoras”, dispararon “en forma cobarde” contra el Hospital General desde un automóvil.
El lunes 23 se consignó que al día siguiente se reunudarían las clases en las escuelas públicas, según la Asociación Nacional de Maestros. La banca, el comercio y la industria retomaron sus actividades ordinarias ese día también, y se vio a las personas hacer compras y retornar a su vida normal.
Otra información fue que un comité de señoras se había organizado con el fin de brindar ayuda a los damnificados. En ese contexto sobresalía el altruismo de nacionales y extranjeros en el Hospital General, quienes obsequiaban ropa, víveres y medicina, además de donar sangre de manera desinteresada a los heridos.
En el Instituto Nacional Central para Varones se podían inscribir estudiantes y maestros que desearan prestar servicio voluntario en la Guardia Cívica. Se reclutó a mil 231 hombres, a quienes se les entregó un arma y uniforme.
El martes 24 se consignó que el general Jorge Ubico salió del país, acompañado de su esposa, María Lainfiesta de Ubico, rumbo a Estados Unidos. Ambos llevaban, cada uno, Q1 mil. Ninguno de sus allegados llegó a despedirlos. Otras 50 personas afines al régimen anterior viajaron hacia México, en tren. Por aparte, retornaban guatemaltecos que habían huido de las persecuciones del gobierno de Ponce Vaides, como Manuel Galich. En esa edición se publicaron fotografías de los daños causados por las granadas el 20 de octubre.
El martes 24, Nuestro Diario publicó el discurso radial que pronunció Juan José Arévalo, el cual comenzaba así: “La nueva Guatemala que todos soñábamos ha empezado. El corazón templado de nuestra juventud militar ha precipitado los acontecimientos”.
Se intentaba recaudar Q200 mil para socorrer a las víctimas de los sucesos revolucionarios, y para ello se fundó un Gran Comité Central de Socorros, autorizado por las autoridades, para distribuir la ayuda.
El miércoles 25 se narró la historia de una familia que fue asaltada en su casa por personas afines a Ponce Vaides, armadas con machetes. Ataron a la madre, embarazada, golpearon a su hijo de 7 años y se llevaron un dinero que su esposo usaría para un negocio.
El jueves 26 se informó que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público había ordenado a los bancos la inmovilización de bienes de colaboradores en los gobiernos de Ubico y Ponce Vaides.
A los soldados de la Guardia de Honor que apoyaron la revolución se les obsequiaron cigarrillos, fósforos, emparedados, frutas y golosinas. El periodista a cargo de la nota constató que entre los soldados se veía a niños de 12 años.
El viernes 27 se publicó en la portada sobre la masiva manifestación de júbilo efectuada un día antes, por el triunfo de la revolución, que se constató con fotografías de una marcha multitudinaria que desfiló por las principales calles de la ciudad, en la cual se veía a hombres, mujeres y niños portando la bandera nacional o consignas a favor del movimiento libertario. Entre las mantas se leía: “La juventud guatemalteca participa a las democracias del mundo del nacimiento de su anhelada libertad” o “Por fin tenemos una patria libre”. Ese día también se informó que el partido Renovación Nacional postulaba a Juan José Arévalo como candidato presidencial.

Multitudinaria manifestación de júbilo llevada a cabo en la ciudad el jueves 26 de octubre, según fotografías de El Imparcial. (Foto Prensa Libre: Brenda Martínez)
Continuaban las noticias sobre la recaudación de fondos para los damnificados de parte de personas particulares, comercios y la industria. Incluso, el 1 de noviembre se celebraría un partido amistoso a favor de las víctimas, entre Municipal y Tipografía Nacional, que se disputarían el trofeo Capitán Braulio Laguardia, en honor de uno de los héroes de la jornada cívica.
Fábricas como Diana, Altense y Venus; panaderías como La Esperanza, Las Victorias y Unión, y almacenes como Kosak, El Cazador y Arriola Hnos. fueron de las empresas que entregaron donativos.
Se informó que el tránsito vehicular se autorizaba de las 6 a las 0 horas, por motivos de seguridad.
El jueves, el ingeniero Rafael Pérez de León —diseñó el Palacio Nacional, entre otras emblemáticas obras—, secretario de Fomento, informó que, entre las tareas que emprendería, estaba la demolición de los fuertes de San José y Matamoros, que afrontaron considerables daños.
Según el Diario de Centro América del 28 de octubre, se celebrarían unos encuentros de beisbol y futbol, de primera división, en beneficio de damnificados, el 29 de octubre, y el 1 y 5 de noviembre, en el Diamante Minerva —actual Enrique Trapo Torrebiarte— y en el Estadio Escolar —o Autonomía, que se ubicaba donde ahora se encuentra el Banco de Guatemala—. Los trofeos serían obsequiados por el señor Max Russ.
Manifestaciones del 25 de junio
- En las ediciones encuadernadas de El Imparcial y Nuestro Diario, que se pueden consultar en la Hemeroteca Nacional de Guatemala, no se encontraron los ejemplares del 24 de junio al 1 de julio de 1944.
- En El Imparcial del 3 de julio se informó sobre otras personas que resultaron heridas o fallecidas por las manifestaciones del 25 de junio, que habían resultado en la renuncia de Jorge Ubico. Uno de ellos fue Francisco Rivas, sastre de 20 años, quien recibió dos balazos letales.
- El 5 de julio se consignó que distintos sectores de la sociedad solicitaban rendirle homenaje a la maestra María Chinchilla, originaria de Jutiapa, quien cayó herida de muerte en dicho día. Se recomendó llamar con su nombre a alguna escuela.
- Ese día tomó posesión de su cargo el primer designado a la Presidencia, general Federico Ponce Vaides, quien fue depuesto en la Revolución del 20 de octubre de 1944.
- Un grupo de señoras organizó un comité para auxiliar a víctimas de esta manifestación, atacadas por las autoridades. Esperaban recaudar fondos para víveres y tratamientos. El viernes 7 se publicó la fotografía de dos víctimas que sufrieron quemaduras por bombas de fósforo, lanzadas contra los manifestantes.
- En días posteriores se leen historias de personas que habían resultado heridas y, por tanto, no podían trabajar o habían perdido su empleo, o de viudas que narraban cómo sus esposos perdieron la vida, enterrados y sin poder ver sus cuerpos en el cementerio La Verbena.
- También se destacaban los relatos de hombres que fueron vapuleados y apresados, sin motivo específico, y recluidos en la Penitenciaría Central.
- El 8 de julio, la Asociación de Maestros de Guatemala propuso designar el 25 de junio como Día del Maestro. Un día después, la Asociación de Maestras Católicas de Guatemala le entregó un cheque por Q120 a la abuela de María Chinchilla, Virginia de Recinos, como seguro de la entidad.
- El medio que sí salió a la luz fue el Diario de Centroamérica, el 1 de julio, y destacó que Ubico “depositó la Presidencia” en un triunvirato militar, integrado por los generales Buenaventura Pineda, Eduardo Villagrán Ariza y Federico Ponce Vaides. Este último, el 4 de julio, fue elegido por la Asamblea Legislativa como primer designado a la Presidencia.