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Nuestra Señora de Guadalupe: ¿Cómo rezar la novena para poder enviar peticiones a la Virgen?
La novena a la Virgen es un ejercicio de oración, reflexión y meditación, en el que se pide una gracia para que Nuestra Señora de Guadalupe sea la intercesora ante Dios.
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El día de la Virgen de Guadalupe se celebra cada 12 de diciembre, fecha que conmemora la última aparición de la Virgen María en el año 1531 y la milagrosa impresión de su imagen. Esta festividad suele celebrarse en México, España, Centroamérica y muchos otros lugares con misas, peregrinaciones y hasta serenatas la noche anterior.
Ante esta situación, previo a la celebración del 12 de diciembre se suele llevar a cabo una novena, la práctica de oración devocional de nueve díasconsecutivos, basada en la palabra latina novem, ya que se reza para pedir una gracia especial o unificar la oración por una intención específica, como la intercesión de la Virgen de Guadalupe.
Según el padre David Jasso, de la Arquidiócesis de Monterrey e integrante del Comité en la Intercontinental Guadalupana del Episcopado, “esta novena es un ejercicio de oración, de reflexión, de meditación, en la que particularmente se pide una gracia para que la Virgen sea la gran intercesora ante Dios y nos conceda lo que necesitamos”.
Asimismo, el sacerdote explicó que este rezo especial, que se realizará del 3 al 11 de diciembre, tiene como temas de reflexión los mensajes de la Virgen Guadalupana. Entre los frutos que se buscan con esta novena están la transformación del corazón, el avance en el camino de la conversión personal y la recepción del don de la paz.
Novena a la Virgen de Guadalupe
Primer día (3 de diciembre)
¡Oh, santísima Señora de Guadalupe! Esa corona con que ciñes tus sagradas sienes publica que eres Reina del Universo. Lo eres, Señora, pues como Hija, como Madre y como Esposa del Altísimo tienes absoluto poder y justísimo derecho sobre todas las criaturas. Siendo esto así, yo también soy tuyo; también pertenezco a ti por mil títulos.
Aquí, postrado delante del trono de tu majestad, te elijo por mi Reina y mi Señora, y con este motivo quiero doblar el dominio que tienes sobre mí; quiero depender de ti y quiero que los designios que tiene de mí la Providencia divina pasen por tus manos. Dispón de mí como te agrade; los sucesos de mi vida quiero que corran por tu cuenta.
Segundo día (4 de diciembre)
Santísima Virgen de Guadalupe, qué bien se conoce que eres abogada en el tribunal de Dios, pues esas hermosas manos que jamás dejan de beneficiarnos las juntas ante el pecho en ademán de quien suplica, dándonos con esto a ver que, desde el trono, como Reina de los hombres, haces también oficio de abogada, rogando a favor nuestro
¿Con qué afectos de reconocimiento podré pagar tanta fineza? A ti recurro para que me enriquezcas con los dones de una humildad profunda y de una obediencia al Señor. Esfuerza tus súplicas, multiplica tus ruegos, y no ceses de pedir al Todopoderoso me haga suyo y me conceda ir a darte las gracias por el éxito de tu intermediación.
Tercer día (5 de diciembre)
¡Oh Santísima Virgen María de Guadalupe! ¡Qué puedo creer al verte cercada de los rayos del sol, sino que estás íntimamente unida al Sol de la Divinidad, que no hay en tu casa ninguna cosa que no sea luz, que no sea gracia y que no sea santidad! ¡Qué puedo creer sino que estás anegada en el piélago de las divinas perfecciones y atributos!
Yo, entre tanto, arrebatado del gozo que ello me causa, me presento delante del trono de tu soberanía, suplicándote que te dignes enviar uno de tus rayos hacia mi corazón: ilumina con su luz mi entendimiento; enciende con su luz mi voluntad; haz que acabe de persuadirme de que vivo engañado todo el tiempo que no empleo en amar a Dios.
Cuarto día (6 de diciembre)
Santísima María de Guadalupe, si un ángel tiene por honra tan grande suya estar a tus pies y, en prueba de su gozo, extiende las alas para formar con ellas repisa a tu majestad, ¿qué deberé hacer para manifestar mi veneración a tu persona? No la cabeza, sino mi alma, para que, santificándola con tus divinas plantas, se haga trono digno.
Dígnate, Señora, admitir este obsequio; no lo desprecies por indigno de tu soberanía, pues el mérito que le falta por mi pobreza lo recompenso con la buena voluntad y el deseo. Entra a registrar mi corazón y verás que no lo mueven otras alas sino las del deseo de ser tuyo y el temor de ofender a tu Hijo divinísimo. Forma trono de mi corazón.
Quinto día (7 de diciembre)
¿Qué correspondía a quien es un cielo por su hermosura, sino uno lleno de estrellas? ¿Con qué podía adornarse una belleza toda celestial, sino con los brillos de unas virtudes tan lúcidas y tan resplandecientes como las tuyas? Bendita mil veces la mano de aquel Dios que supo unir en ti hermosura tan peregrina con pureza tan realzada.
Yo quedo, Señora, absorto de hermosura, y quisiera que mis ojos se fijaran siempre en ti, para que mi corazón no se dejara arrastrar en otro afecto que no sea el amor tuyo. No podré lograr el deseo si esos resplandecientes astros con que estás adornada no infunden una ardiente caridad, para que ame de corazón y con todas mis fuerzas a Dios.
Sexto día (8 de diciembre)
Santísima Virgen de Guadalupe, miserable de mí, que, no sabiéndome mantener en los propósitos que hago, no tengo estabilidad en la virtud y soy constante en mis viciosas costumbres. Duélete de mí; ya que soy como la luna en mi inconstancia, sea como la luna que está a tus pies, esto es, firme en tu devoción y amor, para no padecer.
¡Qué bien dice a tu soberanía ese tapete que la luna forma a tus sagradas plantas! Antes de tu primer instante estuviste llena de gracia. Haz que esté siempre a tus plantas por el amor y la devoción, y ya no temeré los menguantes del pecado, sino que procuraré darme de lleno a mis obligaciones, detestando todo lo que es ofensa de mi Dios.
Séptimo día (9 de diciembre)
¡Oh, santísima Virgen María de Guadalupe! Nada, nada veo en las perfecciones de que te dotó el Señor a tu alma inocentísima. Este lienzo grosero y despreciable, ese pobre pero feliz ayate en que se ve estampada tu singular belleza, dan claro a conocer la profundísima humildad que le sirvió de cabeza y fundamento a tu asombrosa santidad.
Pues, ¿cómo no he de esperar yo de tu benignidad que la miseria y pobreza de mi alma no sean embarazo para que estampes en ella tu imagen graciosísima? Yo te ofrezco las telas de mi corazón. Tómalo, Señora, en tus manos y no lo dejes jamás, pues mi deseo es que no se emplee en otra cosa que en amarte y amar a Dios. Amén.
Octavo día (10 de diciembre)
¡Oh, santísima Virgen de Guadalupe! ¡Qué misteriosa y qué acertada estuvo la mano del Artífice Supremo, bordando tu vestido con esa orla de oro finísimo que le sirve de guarnición! Aludió, sin duda, a aquel finísimo oro de la caridad y del amor de Dios con que fueron enriquecidas tus acciones. Y ¿quién duda, Señora, de tu caridad y amor?
Abre el seno de tus piedades a quien es tan miserable; dale la mano a quien, caído, te invoca para levantarse; tráete la gloria de haber encontrado en mí una miseria proporcionada, más que todas, a tu compasión y misericordia. De Dios estuviste siempre acompañada del amor al prójimo, y no por verte triunfante en la patria celestial.
Noveno día (11 de diciembre)
¿Qué cosa habrá imposible para ti, cuando, multiplicando los prodigios, ni la tosquedad ni la grosería le sirven para formar tan primoroso tu retrato, ni la voracidad del tiempo, en cuatro siglos, ha sido capaz de destrozarle ni borrarle? ¡Qué motivo tan fuerte es este para alentar toda mi confianza y suplicarte que favorezcas a los mortales!
No embarco a tu piedad la grosería de mis perversas costumbres. Dígnate solo mirarme, y con esto alentaré mis esperanzas, porque yo no puedo creer que, si me miras, no se conmuevan tus entrañas sobre el miserable. Mi única esperanza, después de Jesús, eres tú, Sagrada Virgen. Espero te dignes estampar en mi alma la imagen del Altísimo.