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Tesoros de fe: las reliquias que resguarda el Museo del Santo Hermano Pedro en Antigua Guatemala
El Museo del Santo Hermano Pedro, en Antigua Guatemala, se ha convertido en un lugar de encuentro con la fe. Resguarda reliquias que narran la vida de entrega, servicio y devoción del primer santo de Guatemala, y permiten comprender el legado espiritual que dejó.
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Resguardado en las ruinas de la ciudad colonial, entre muros que cuentan historia y evocan el legado de una vida consagrada al servicio, el Museo del Santo Hermano Pedro conserva los tesoros del primer santo de Guatemala como prueba tangible de su entrega a las obras sociales y espirituales.
Ubicado en los espacios del templo de San Francisco el Grande, en Antigua Guatemala, el Museo de Arte Religioso del Santo Hermano Pedro exhibe piezas vinculadas a la Orden Franciscana y al legado de Pedro de San José Betancur. Entre cuadros, imágenes, vestimentas y restos sagrados, este recinto cultural guarda la memoria de un hombre cuya obra transformó la vida religiosa y social del país.
El museo consta de tres salas principales: la sala Colonial, el pasillo de los Milagros —donde se encuentran fotografías de devotos que agradecen favores recibidos o expresan sus peticiones— y la sala del Hermano Pedro, que alberga las reliquias más importantes del santo conservadas en territorio guatemalteco.
Fundado en 1982 por la Orden Franciscana de Guatemala, el museo fue concebido para preservar y dar a conocer la vida, pertenencias y legado del Santo Hermano Pedro. A pocos pasos, dentro del mismo templo, se encuentra también el lugar donde reposan sus restos, resguardados como símbolo de su santidad.
El santuario del Santo Hermano Pedro es más que un espacio devocional: es testimonio vivo de su obra. Su tumba, las reliquias y los numerosos signos de fe que lo rodean mantienen viva una herencia que continúa inspirando a generaciones de creyentes. Estas son algunas de las reliquias que pueden apreciarse en este lugar de profundo significado espiritual.
El rostro del Santo: una imagen inmortalizada
Uno de los tesoros más valiosos que recibe al visitante en el Museo del Santo Hermano Pedro es su retrato a escala real, una obra que combina arte, historia y devoción.
La pintura, atribuida al artista Francisco Antonio Montúfar y Colindres Puerta, data de finales del siglo XVII y principios del XVIII, y fue realizada en cuerpo completo con base en descripciones directas del santo. Representa con fidelidad sus rasgos: rostro alargado, barba rubia, mirada serena y una expresión de profunda humildad, tal como lo describe fray Francisco Vázquez, uno de sus primeros biógrafos.
Según explica fray Edwin Alvarado, rector del santuario, este retrato también incluye una singular hendidura en el cráneo, detalle confirmado durante la exhumación de sus restos en 1990, lo que refuerza su autenticidad. En ese mismo estudio se comprobó que el Hermano Pedro medía 1.55 metros, justo como fue plasmado en la obra conocida con el nombre del Verdadero retrato del Santo Hermano Pedro
Además de sus rasgos físicos, el cuadro muestra elementos simbólicos de su vida franciscana: el rosario de cinco y quince misterios —que usaba según el calendario litúrgico—, el hábito del terciario externo y el cordón franciscano con tres nudos, que representan los votos de castidad, obediencia y pobreza.

Retrato realista del santo Hermano Pedro, atribuido a Antonio Montúfar y Colindres Puerta, realizado a finales del siglo XVII y principios del XVIII. .(Fotografía: Hemeroteca / Prensa Libre )
Otros objetos presentes en la imagen son un pequeño plato para recoger limosnas, un papel doblado con nombres de difuntos por quienes oraba y su bastón de peregrino. Bajo su mano derecha se distingue la antigua ermita del Calvario, templo que ayudó a construir y que fue destruido por los terremotos de 1717.
Finalmente, el paisaje incluye volcanes guatemaltecos que remiten a sus raíces en Tenerife, España, donde se encuentra el volcán El Teide. Este detalle conecta su origen con la tierra que adoptó como suya y en la cual dejó un legado que perdura expuso Alvarado.
Pertenencias del santo Hermano Pedro
Fray Edwin Alvarado, rector del santuario, explica que el Museo del Santo Hermano Pedro fue creado con el propósito de conservar las principales reliquias del primer santo de Guatemala, muchas de las cuales aún se preservan como testimonio de su vida de entrega, penitencia y servicio.
Entre los objetos más significativos se encuentra una pequeña campana que el santo hacía sonar cada noche en las calles de Antigua Guatemala para reunir a los fieles y orar por los moribundos, los difuntos y la conversión de los pecadores. Acordarse que un alma tienes no más, si la pierdes, ¿qué harás?, solía decir, según recuerda fray Alvarado.
También se resguardan instrumentos de penitencia que utilizaba como forma de mortificación, en una época en la que se concebía que el cuerpo podía afectar el alma. El Hermano Pedro practicaba la flagelación como acto de humildad y expiación.
Una de las piezas destacadas es la cuerda con cinco nudos que llevaba en su hábito, símbolo de las cinco llagas de Jesucristo. A diferencia del cordón franciscano tradicional —que tiene tres nudos, representando obediencia, castidad y pobreza—, el suyo reflejaba su particular devoción y espiritualidad como terciario.

Otro objeto notable es su pandereta, instrumento que utilizaba durante las celebraciones navideñas. Con ella salía por las calles de la ciudad acompañado de niños y fieles, anunciando con alegría el nacimiento del Señor mediante cantos, danza y proclamación.
Vestimenta del santo Hermano Pedro
El museo resguarda diversas prendas utilizadas por el santo Hermano Pedro, entre ellas la vestimenta con la que falleció en 1667.
Esta incluye su capa, la túnica original en la que fue sepultado, su bastón, sombrero, decenario, rosario breve, medias y zapatos, todos conservados por la Orden Franciscana.

Una pieza particularmente significativa es su fustán, confeccionado en tela de saco o sallal, un material áspero y rígido. Esta prenda, al igual que su ropa interior, era utilizada voluntariamente por el santo como acto penitencial.
Según explica fray Edwin Alvarado, este tipo de vestimenta le provocaba incomodidad física y reflejaba su espíritu de humildad y mortificación.

Reliquias corporales del santo Hermano Pedro
Entre los elementos más conmovedores que pueden apreciarse en el santuario del santo Hermano Pedro se encuentran las reliquias de su cuerpo, testimonio físico de una vida entregada a la oración, la caridad y la penitencia.
Uno de los hallazgos más significativos del estudio forense realizado en 1990 fue una hendidura en el cráneo del santo, visible tanto en sus restos como en su retrato a escala real. Según Alvarado esta marca ha sido interpretada como una posible herida o condición congénita por los forenses que analizaron sus restos óseos.
Otro detalle impactante revelado durante la exhumación fueron las profundas callosidades en sus rodillas, visibles incluso en el hueso.
Estas marcas evidencian su intensa práctica de oración de rodillas y penitencia continua. Cuando preparaban su cuerpo para la velación, los callos se desprendieron y fueron guardados como reliquias de primera mano, relató fray Alvarado.

(Fotografía: Prensa Libre / Esbin García )
Entre las reliquias de mayor relevancia también se encuentra una parte de su costilla, clasificada como reliquia de primera clase. Este fragmento fue extraído en la sala de operaciones de las Obras Sociales del Hermano Pedro y posteriormente dividido en cinco partes.
Una fue entregada al papa Juan Pablo II en el momento de la canonización; otras fueron destinadas a las hermanas y hermanos belemitas, y una más fue enviada a Tenerife, su tierra natal.
Estas reliquias, conservadas con profundo respeto por la comunidad franciscana, no solo representan un vínculo físico con el santo, sino que también son expresión de la fe viva de un pueblo que lo reconoce como intercesor y modelo de vida cristiana.
En el museo también se exhiben los recipientes utilizados para conservar y trasladar los restos óseos del santo Hermano Pedro. Entre estos se encuentran las bolsas en las que fueron transportadas sus costillas, así como el polvo hallado en el interior del ataúd original y del cofre donde permanecieron sus restos antes de ser trasladados a su actual lugar de exposición en el santuario.

Documentos que narran su historia
Uno de los documentos más significativos en exposición es el acta de bautismo de Pedro de San José Betancur, extendida el 21 de mayo de 1626 en Vilaflor de Tenerife, su lugar de origen. Se trata de una copia original enviada desde España, considerada por la Iglesia como el registro oficial que marca su ingreso a la vida cristiana.
Alvarado, explicó que, aunque se reconoce el 19 de marzo como la fecha tradicional de nacimiento —por su nombre en honor a San José—, no existe un acta de nacimiento que lo certifique. Por ello, la Iglesia ha tomado la fecha del bautismo como referencia litúrgica y oficial para conmemorar su nacimiento.
Lo que sí existe es el acta de bautismo, tal como está en el libro de bautismos de su parroquia en Vilaflor. Por eso afirmamos que nace a la vida, a la Iglesia y a la sociedad el 21 de mayo, precisó fray Alvarado.
También se conserva el acta de defunción del santo Hermano Pedro, fechada el 25 de abril de 1667. Este documento confirma su fallecimiento a las 14 horas de un lunes, luego de haber enfermado gravemente mientras cuidaba a personas vulnerables, afectado por infecciones y el desgaste físico provocado por el ayuno y el desvelo.
Una particularidad litúrgica es que su fiesta no se celebra el día de su muerte, sino el 24 de abril. Esto se debe a que el 25 se conmemora a san Marcos, apóstol, y para evitar la coincidencia de fechas, la Iglesia trasladó la festividad del santo Hermano Pedro un día antes.
Ambos documentos forman parte de una exposición que permite a los visitantes adentrarse en los momentos más significativos de su vida y conocer de cerca el contexto histórico y espiritual de quien fue declarado santo en el año 2002 por el papa Juan Pablo II.

El museo, que está ubicado en la 1.ª avenida sur y 7.ª calle oriente, en Antigua Guatemala, guarda estas y otras reliquias de la vida del santo Hermano Pedro, que guatemaltecos y extranjeros pueden visitar de lunes a viernes, de 9 a 16 horas.