TGW
Guatevision
DCA
Prensa Libre
Canal Antigua
La Hora
Sonora
Al Día
Emisoras Unidas
AGN

La perdonable
Por acá todo va de caída. No sé si en otras partes del país abundan los idiotas y violentos; hombres o mujeres capaces de cualquier barbaridad y mezquindad, que todo lo ultrajan. Por acá muchos tenemos no poco que esconder y nadie tilda a los peores de canallas, sino de listos. Aún más, se les […]
Enlace generado
Resumen Automático
Por acá todo va de caída. No sé si en otras partes del país abundan los idiotas y violentos; hombres o mujeres capaces de cualquier barbaridad y mezquindad, que todo lo ultrajan. Por acá muchos tenemos no poco que esconder y nadie tilda a los peores de canallas, sino de listos. Aún más, se les envidia. Amor, pasión, venganza, todo se mezcla y lo entendemos mal. Acá los agravios recibidos no se olvidan jamás y por eso se enderezan a como dé lugar. Le voy a contar una asonada que se dio en mi pueblo.
Aquella patoja era feísima, tan fea que le apodábamos la perdonable, ya que tenía nalgas, pechos y cintura de perdón. Una amenaza para cualquier varón. Pues bien, todo sucedió así: la Catalina, que así se nombraba la perdonable, siendo quinceañera y estando en edad de merecer, se encerraba en su casa y no salía más que a la iglesia, acompañada de sus papás. Los únicos visitantes a su casa eran sus familiares y sin embargo en tal estado de cosas, el más valiente y más galán de sus primos la embarazó y le rechazó cualquier convenio. La cata, cuando ya no podía ocultar su estado, le participó su situación y del rechazo a la Matilda. Ella temerosa de que su marido cachimbeara y matara a ambas, le pidió al bueno de Agapito, el cura, su intercesión ante su marido y su cuñado.
El bueno del cura, luego de extensa meditación e indagación sobre las familias en conflicto, al finalizar la misa dominical, llamó a Cipriano y a Domingo, los cabezas de familia en desacuerdo, a la sacristía. Estos de mal talante, pues no simpatizaban entre sí; de pie y con la cabeza viendo el piso de tan sagrado lugar, escucharon al cura, que sin mayor preámbulo les soltó la situación.
-He recibido quejas de doña Mati don Domingo; de la mala conducta del hijo suyo don Cipriano y doña Mati y la Cata están dispuestas a denunciarlo a fin de que pague el patojo por el gol que le metió a la Cata.
¡Qué deuda ni qué cuentos! mijo no se ha metido con la Cata. Mire padre, seguro que Domingo y la Mati andan detrás de mi pisto –gritó don Cipriano. El Domingo se mordía los labios y apretaba los puños. El cura Agapito, adoptando una actitud de enojo y con mucho aplomo tildó a ambos de mentirosos e hipócritas y les advirtió que estaban comprometidos ante la ley y el cielo a resolver y que si no resolvían pronto y por las buenas, las mujeres ya se habían apalabrado con el secretario del juzgado y el bote esperaba al galán y ambas familias iba a ser el hazmerreir del pueblo, y concluyó diciéndoles que en menudo escándalo se habían metido sus preciosuras y que sacaran el entuerto de la mejor forma. Cipriano y Domingo cayeron entonces en dimes y diretes a lo que siguió una crisis de violencia que ha ambos llevó al hospital y estando en este, les vino otra crisis, esta vez de miedo, que al final, les regresó esta vez con mucha humildad a pedir ¿qué hacer? Al cura.
Todos dicen que callar por un momento acrecienta la credibilidad; eso hizo el cura que luego de apaciguarlos un poco, los citó para el siguiente domingo y les prometió hablar con las afectadas para arreglar las cosas y ellos le juraron mantener silencio mientras tanto con sus conyugues, cosa que ninguno cumplió, pues las cachimbearon a mas no poder.
Al siguiente domingo, Cipriano y Domingo de nuevo fueron llevados a la sacristía por el cura Agapito y luego de un quejarse y de nuevo culparse entre ellos, ambos estuvieron de ley, en poner en marcha acuerdo a que se llegará y a continuación el cura les lanzó la astucia que deberían usar siendo lo primero calmarse y calmar a sus viejas y luego los encomió a fijar la fecha de la boda. Ambos inconformes pero respetuosos, acordaron casar a las pocas semanas a los patojos sin peleas ni rencores. Y tristes y cabizbajos salieron de la iglesia observados por el cura Agapito que se frotaba las manos de contento. Cuentan que en la fiesta de la boda hubo más de cinco heridos y fracturado salió el novio. La realidad de este final es que el diablo pisa los talones a todos.