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Alejandra Paniagua-Ávila: la guatemalteca que lucha contra el abandono de la salud mental y brinda esperanza en tierras del olvido
Con un enfoque comunitario, la doctora guatemalteca lucha contra el abandono de la salud mental rural, devolviendo dignidad a pacientes con esquizofrenia.
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En un país donde el acceso a servicios de salud mental es limitado, especialmente en áreas rurales, la doctora Alejandra Paniagua-Ávila ha dedicado su carrera a cambiar esta realidad.
Médica general graduada de la Universidad Francisco Marroquín, con un doctorado en Salud Pública, Paniagua-Ávila fue reconocida recientemente como una de las cinco ganadoras del premio OWSD-Fundación Elsevier 2025, por su trabajo en salud inclusiva con enfoque en salud mental.
Su investigación se centra en mejorar el acceso a servicios orientados a la recuperación de personas con condiciones mentales graves, particularmente esquizofrenia, en comunidades rurales de Guatemala. A través de un enfoque comunitario y colaborativo, trabaja con familias, proveedores de salud y el Ministerio de Salud, para desarrollar programas que respondan a las necesidades reales de quienes viven con esas condiciones.
¿Cómo empezó su interés por la salud pública y la ciencia?
En realidad, empezó desde que era muy pequeña. Me encantaba aprender, la naturaleza, la biología, todos los temas relacionados con entender la vida y a los humanos. En secundaria, a través de experiencias de trabajo social, me fui dando cuenta de los grandes problemas en Guatemala relacionados al acceso a servicios de salud, especialmente en áreas rurales, donde el acceso era limitadísimo.
Más o menos, a los 16 años, me di cuenta de que las personas que viven en áreas rurales, en su mayoría poblaciones indígenas, tienen muy poco acceso a servicios de salud.
Me preocupaba mucho pensar que algunas personas podrían tener un familiar enfermo y simplemente no tener opciones, ya sea porque no había médicos disponibles o porque no tenían medios financieros para pagar por un médico privado.

¿Hubo algún momento decisivo que la llevó a enfocarse en la salud mental?
Durante mi trabajo como médica e investigadora en áreas rurales, siempre notaba que el tema de salud mental estaba totalmente abandonado o menos priorizado que otros problemas de salud. Veía a mujeres embarazadas con problemas de salud mental, o personas con diabetes que, además, tenían depresión, lo cual complicaba su adherencia al tratamiento.
Recuerdo claramente un caso mientras trabajaba en Sololá: atendí a una persona con diabetes que los médicos catalogaban como “renuente al tratamiento” porque no tomaba sus medicamentos. Sin embargo, al hablar con ella, descubrí que estaba atravesando un episodio de depresión que nadie había notado. La mujer me explicó que había desarrollado diabetes después de perder a su hijo, un evento profundamente traumático para ella. No tomaba sus medicinas porque no quería recordar esa situación dolorosa. Esta dimensión de salud mental había sido completamente ignorada por el sistema médico, que simplemente la había etiquetado como una “paciente difícil”.
También me impactó encontrar en diferentes comunidades —San Juan Sacatepéquez, Santiago Atitlán, Quetzaltenango— a familias que tenían encerrados a miembros con problemas de salud mental severos como esquizofrenia o trastorno bipolar. Estas personas llevaban 10 o 15 años encerradas, sin tratamiento, perdiendo habilidades sociales y cognitivas porque sus familias no sabían cómo apoyarlas.
Como estudiante de Medicina, había rotado por el Hospital Federico Mora, el único hospital psiquiátrico en Guatemala, y me impresionaba que no hubiera otra opción para las personas con condiciones de salud mental severas. Después de trabajar en áreas rurales, decidí especializarme en salud mental, pero desde un enfoque de salud pública y comunitaria, no desde la perspectiva clínica tradicional.
También, a nivel personal, he tenido el rol de apoyar a una persona muy cercana que tiene una condición de salud mental severa. Así que mientras veía estas problemáticas desde el lado profesional y científico, también estaba tratando de navegar el sistema de salud mental en Guatemala, lo cual era extremadamente difícil.
¿Ve una inclinación de las nuevas generaciones a preocuparse por la salud mental?
Yo creo que hay un cambio, definitivamente hay más apertura a hablar de salud mental comparado a lo que se veía en generaciones anteriores. Lo que veo complicado es que en redes sociales hay mucha desinformación. Hay confusión de términos: se usa la “depresión” o “ansiedad” de forma muy general o superficial.
El término “trauma” también se utiliza como si fuera cualquier cosa, cuando realmente una experiencia traumática marca profundamente a la persona y puede desarrollar un síndrome de estrés postraumático debilitante.
Mi preocupación es que se minimiza lo que algunas personas con un diagnóstico real están pasando. Las personas que tienen un diagnóstico pueden sentir que sus experiencias son minimizadas, y no se está dando el mensaje adecuado de buscar ayuda profesional cuando las herramientas de autocuidado no son suficientes.
¿En qué consiste el programa en el que trabaja actualmente?
Estamos trabajando en un programa de psicoeducación familiar, que proporciona conocimientos y herramientas a las familias y a la persona con esquizofrenia, para que puedan cuidar y apoyar el proceso de recuperación.
El programa se desarrolla a través de talleres y sesiones multifamiliares donde participan varias familias, junto con la persona con esquizofrenia. Intercambian ideas sobre lo que les ha funcionado y lo que no, guiados por un facilitador. Se les enseñan habilidades de comunicación, cómo responder cuando hay un evento de psicosis o una recaída, y dónde buscar ayuda. Se les proporciona un mapa de todos los recursos disponibles en la comunidad.
Estamos adaptando y creando un manual paso a paso, orientado a la recuperación, que se nutre con la retroalimentación de las personas de la comunidad, las personas con esquizofrenia, sus cuidadores y proveedores de salud. El plan es tener este manual para finales de este semestre y luego, en colaboración con el Ministerio de Salud y otras organizaciones, hacer un programa piloto con algunas familias para ver cómo funciona y continuar mejorándolo.

¿Por qué enfocar los esfuerzos específicamente en la esquizofrenia?
Empezamos enfocándonos en cualquier condición de salud mental severa, pero nos dimos cuenta de que en lugares como Sololá —que es donde estamos trabajando actualmente—, la mayoría de las personas identifican como condiciones severas principalmente la esquizofrenia. Hemos encontrado al menos 20 familias que tienen a una persona con esquizofrenia viviendo en sus casas, muchas veces encerradas durante años.
Fue una cuestión de partir de lo que las comunidades ya conocen. La esquizofrenia es una de las enfermedades más debilitantes, discapacitantes y estigmatizadas dentro de las condiciones de salud mental.
Ya hemos identificado a un grupo de personas con quienes hemos desarrollado una buena relación y confianza, lo cual es esencial para poder implementar el programa piloto.
¿En Guatemala existe una población considerable que presente esquizofrenia como problema de salud mental severa?
El problema en Guatemala es que no tenemos datos cuantitativos sobre cuántas personas viven con esquizofrenia. A nivel global, sabemos que aproximadamente dos a tres por ciento de la población tiene esquizofrenia, y pensamos que en Guatemala puede ser similar o incluso mayor, debido a factores de riesgo como la exposición a eventos violentos durante el conflicto armado, situaciones de pobreza, exclusión social y violencia intrafamiliar, entre muchos otros factores.
En el poco tiempo que llevamos trabajando con este tema, hemos identificado cerca de 20 familias, solo en el casco urbano de Santiago Atitlán, que tienen a una persona con esquizofrenia. Si hiciéramos este mismo proceso de identificación en otras áreas de Guatemala, probablemente encontraríamos más personas en la misma condición.
Uno de sus intereses es mejorar el acceso a servicios orientados a la recuperación de personas con condiciones mentales graves.

Uno de sus intereses es mejorar el acceso a servicios orientados a la recuperación de personas con condiciones mentales graves. ¿Qué significa para usted un enfoque de “recuperación” en salud mental?
Este enfoque ha surgido de las mismas personas que tienen condiciones de salud mental, quienes expresan que el tratamiento no debería limitarse solamente a eliminar síntomas con medicamentos, sino que debería enfocarse en recuperar áreas de su vida que se ven afectadas por la enfermedad: las áreas sociales, laborales, la participación dentro de su propia comunidad y familia.
En Guatemala, donde existen muy pocos o nulos servicios de salud mental en áreas rurales, nos preguntamos: ¿dónde empezamos? Decidimos comenzar por preguntar a las personas con condiciones de salud mental qué significa para ellos recuperarse. Hemos estado tratando de entender este concepto para las personas en áreas rurales y, partiendo de este objetivo, hemos ido diseñando programas alineados con ayudarles a alcanzar esa recuperación.
Por ejemplo, en Santiago Atitlán, las personas hablan poco de los síntomas y dicen que lo que necesitan es poder descansar, dormir, reducir sus síntomas al punto de que puedan estar tranquilas, tener una rutina diaria, cuidarse a sí mismos. También les importa muchísimo ser parte de su familia, contribuir con algún ingreso y participar en la comunidad. La parte religiosa es extremadamente importante: poder formar parte de un grupo de la iglesia y mantener una relación con su religión.

¿Qué cambios urgentes deberían impulsarse en políticas públicas para mejorar el acceso a la salud mental?
Lo más importante es no trabajar la salud mental como algo separado de todo lo demás, sino verlo como algo integrado en la vida diaria. En lugar de enfocarnos únicamente en hospitales psiquiátricos o clínicas psicológicas, debemos integrar la salud mental en todas las áreas de la vida e identificar dónde se pueden implementar programas e intervenciones.
Por ejemplo, esto empieza desde el control prenatal, donde se pueden hacer tamizajes para detectar depresión, ansiedad o violencia intrafamiliar en mujeres embarazadas. Luego, cuando el niño crece, en las consultas pediátricas o de “niño sano” debería evaluarse tanto la salud física como la mental.
Lo mismo aplica para las escuelas, las universidades y los lugares de trabajo, donde las condiciones laborales muchas veces causan estrés, ansiedad y pueden llevar a la depresión. Incluso podríamos integrar la salud mental en las iglesias, que alcanzan a un gran grupo de personas.
Desde el lado de políticas públicas, necesitamos leyes que integren la salud mental y que aseguren que las personas con condiciones de salud mental tengan acceso a oportunidades laborales, sin discriminación por tener un diagnóstico. En resumen, debemos integrar la salud mental a lo largo de todos los ciclos de la vida, hacerla parte del día a día y de la salud general, en lugar de separarla como se ha hecho hasta ahora.
¿Qué significa para usted haber ganado el premio OWSD-Fundación Elsevier 2025?
Para mí es un gran honor. Cuando me postulé, no esperaba ganarlo, así que me sentí muy feliz y satisfecha cuando me informaron que fui seleccionada como una de las cinco ganadoras. Este reconocimiento es importante por varias razones: llevamos años trabajando en el tema de salud mental, que ha sido poco reconocido. En ciencia trabajas mucho como hormiga, haciendo un trabajo que nadie ve, así que el que reconozcan tu labor y la del equipo es importantísimo.
Me emociona que la salud mental comience a ser reconocida como una prioridad de salud global. Este premio me ha dado la oportunidad de hablar del trabajo que estamos haciendo, no solo yo, sino todo el equipo, los investigadores comunitarios y colaboradores como el Ministerio de Salud. Esperamos seguir trabajando y hablando sobre salud mental para continuar mejorando el acceso a servicios en Guatemala.
🌍✨ Congratulations to the 2025 @OwsdSecretariat-Elsevier Foundation Award winners, 5 pioneering #WomenInSTEM from the Global South! Their transformative work in maternal, mental & environmental health is making a global impact! 👉 https://t.co/bqfIYcYkwg#IWD2025pic.twitter.com/fbspSa42Zd
— The Elsevier Foundation (@ElsFoundation) March 3, 2025
Esfuerzos en equipo
Junto a Alejandra Paniagua-Ávila existe un equipo con el que trabaja mano a mano para que sus esfuerzos tengan fruto.
El equipo está integrado por:
- Michelle Pieters Arroyo (Asociación para la Salud Mental)
- Diego Sapalú (Asociación para la Salud Mental)
- Karla Paniagua Ávila (Asociación para la Salud Mental)
- Alex Petzey (Asociación para la Salud Mental)
- Ezra Susser, Jeremy Kane (Columbia University)
- Alex Cohen
- Aracely Téllez (Ministerio de Salud y Asistencia Social)
- Comité Comunitario de Consulta (SantiagoAtitlán)
