Los reyes desnudos

Los reyes desnudos

En tiempos de incertidumbre internacional, Guatemala debe aprovechar la oportunidad que tiene.

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Resumen Automático

20/04/2025 00:01
Fuente: Prensa Libre 

El primer efecto cuando Donald Trump llegó al poder fue el de los “políticos rudos” aquellos a los que no les gustan los protocolos ni las normas, y ni siquiera saben qué son las formas, pero a puro golpe de mesa sacaban su trabajo adelante. A Trump no le fue mal en su primer gobierno con temas de economía y política exterior, que son precisamente las dos áreas donde el Poder Ejecutivo tiene amplio margen de maniobra; pero, luego, el covid-19 le cobró la factura. Pero aparecieron otros personajes aquí y allá: un Jair Bolsonaro en Brasil que pasó de ser el gran cambio después de los escandalosos casos de corrupción de los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Roussef para terminar siendo una caricatura barata de lo que la extrema derecha es en América Latina. Del otro lado del mundo estuvo un Rodrigo Duterte, en las Filipinas, implacable con su ley de pena de muerte a los narcotraficantes y que se materializó en narco —hasta el del menudeo— visto, narco muerto. Y hoy está luciendo un traje de poco lujo investigado por la Corte Penal Internacional, porque el crimen que bajó en su país no fue proporcional con la cantidad de inocentes sin derecho a juicio que perdieron la vida.

El tiempo ha pasado y ya no hay políticos rudos, sino reyes desnudos.

El tiempo ha pasado y ya no hay políticos rudos, sino reyes desnudos. Esa es la nueva aspiración, que parece que es más bien una regresión a la Edad Media. Relata Theodor Zeldin en su magistral obra Una íntima historia de la humanidad —altamente recomendado, de 1998—, y traduzco libremente: “Ser un rey era una vez el gran sueño universal, no solo de políticos, sino de nobles que gobernaban la vida de sus hijos y que trataban a sus esposas como sirvientas, jefes que podían decir ‘córtenle la cabeza’ y funcionarios que se olvidaban del dolor de sus hemorroides porque se sentaban en el colchón de su pequeño trono”. Son prácticamente 50 siglos de la humanidad en donde los humanos hemos sido sumisos y, en el caso de Guatemala, sea este político o económico, discúlpeme el atrevimiento, querido lector, lo seguimos siendo, y más en lo segundo. Y nuestras protestas, clasemedieras, solo han servido para que otros, en el poder —aquí sí más público que privado— se beneficien mutuamente.

En la Edad Media, el poder era disperso, esa es la gran obra de Marsilio de Padua, que rechazó lo que era aceptado por los letrados —por no decir personas que estudiaron leyes en el siglo 14; sí, leyó bien, estimado lector—, que era la doctrina de las dos espadas: una terrenal, dirigida por el emperador, que estaba por encima de reyes, nobles, señores feudales, caballeros y el pueblerino común, y la espada celestial, dirigida por el papa, los arzobispos, los obispos y abades, los sacerdotes y el cristiano común. La modernidad inició cuando eso se derrumbó, y es el pueblo el soberano que le delega el poder al gobierno… ¡El pueblo! No Dios, nosotros los que votamos.

Así es ahora Donald Trump, un presidente que el mundo ya lo vio desnudo, con sus locuras arancelarias, un Nayib Bukele que se arrodilló con tal de no quedar mal con Washington. Una Europa Occidental que sufre su irresponsabilidad ante quien pensaron era su aliado, una Asia que es la apuesta al futuro por no anhelar a ser reyes, sino ponerse una armadura ante lo que se viene, y una Europa del Este que se mueve por instinto, pero no racionalmente. ¿Y América Latina?

Me limito, por hoy, luego del descanso, a hablar de Centroamérica. El Salvador es la opción para deportar bad hombres. Lo único que dijo el rey desnudo de aquel país y Guatemala sigue siendo la mejor opción para invertir. Que el lamentable berrinche entre el presidente y la vicepresidenta se resuelva, porque Guatemala necesita más. ¡Feliz domingo!