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Guatemala tiene con qué, solo falta querer hacer bien las cosas
Recursos sobran, lo que falta es voluntad, lo tenemos todo, pero no lo estamos usando bien.
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Guatemala es un país lleno de riqueza: tenemos montañas, ríos, volcanes, tierras fértiles, biodiversidad, culturas ancestrales y salida a dos océanos. Contamos con una población joven, trabajadora y deseosa de salir adelante. Sin embargo, seguimos estancados en pobreza, desigualdad y falta de oportunidades. ¿Qué nos falta? Aprovechar bien lo que ya tenemos.
No hace falta inventar soluciones ni copiar modelos ajenos: si cuidamos lo que ya tenemos y lo usamos con visión, Guatemala puede cambiar su historia.
Lograr un desarrollo sostenible no es un lujo ni una moda: es una necesidad urgente. Pero no basta con discursos bonitos. Requiere responsabilidad, visión y compromiso desde todos los sectores. Nuestros recursos naturales son vastos, y debemos convertirlos en oportunidades. La agricultura sostenible, el turismo ecológico y el manejo comunitario de los bosques son ejemplos reales de cómo generar empleo sin destruir el entorno. No se trata de frenar el desarrollo, sino de hacerlo inteligentemente. Nuestra abundancia de recursos naturales, energéticos y culturales ha sido históricamente mal gestionada o desaprovechada.
Guatemala tiene todo para avanzar en el ámbito energético. Contamos con sol, viento, agua y calor geotérmico. Apostar por energías renovables no solo es positivo para el planeta, también reduce costos, mejora el acceso a electricidad en áreas rurales y genera empleo. Incluso podríamos exportar energía limpia al sur de México y a toda Centroamérica. Aunque la legislación ya es moderna, aún es necesario destrabar barreras legales, especialmente en el sector geotérmico. Con acciones claras y una estrategia coherente, podríamos ser un ejemplo regional en generación de energía renovable.
Pero el mayor recurso de este país es su gente. Una población joven y diversa puede ser la base de un modelo de desarrollo justo y sostenible. Con educación de calidad, formación técnica, apoyo al emprendimiento y respeto por los conocimientos ancestrales de los pueblos originarios, Guatemala puede transformarse. Nuestra mano de obra es muy valorada en el extranjero. En Estados Unidos, por ejemplo, existe preferencia por trabajadores guatemaltecos por su dedicación y esfuerzo.
Si cuidamos lo que ya tenemos y lo usamos estratégicamente, no necesitamos copiar modelos ni buscar soluciones milagrosas. Con voluntad política y compromiso ciudadano, Guatemala puede cambiar su historia. Se requiere de definir compromisos claros, socializarlos con la población y actuar con firmeza. Cuando las decisiones son valientes y enfocadas al bien común, la gente responde. El caso de El Salvador, más allá de las críticas a su estilo autoritario, muestra cómo la ciudadanía apoya acciones concretas que generan resultados visibles.
Todo esto requiere una gestión responsable del dinero. Recursos hay, pero muchos se pierden en corrupción o gastos innecesarios. Necesitamos un Estado que invierta en salud, educación, tecnología y producción sostenible. Hace falta una reforma fiscal donde quien más tiene, más aporte. La corrupción debe ser enfrentada con firmeza. Es inaceptable que el presupuesto se desperdicie en aumentos y prebendas desmedidos, como los vistos en el Congreso y el Organismo Judicial. Se deben revisar los gastos de funcionamiento: dietas, viáticos, uso de vehículos. Indigna ver carros oficiales circulando con permisos especiales en horarios y lugares indebidos.
Pero no todo depende del gobierno. Todos tenemos un papel. Como ciudadanía, debemos exigir rendición de cuentas, cuidar el medio ambiente, consumir productos nacionales, valorar nuestras raíces, respetar las leyes y cumplir nuestras obligaciones. El cambio empieza en cada familia, en cada comunidad.
Guatemala tiene con qué salir adelante. No nos falta riqueza: nos faltan organización, justicia y visión compartida. Si gestionamos bien lo que ya tenemos y nos unimos con determinación, el desarrollo sostenible puede dejar de ser un sueño y convertirse en una realidad.