Todo pasa y todo queda

Todo pasa y todo queda

El punto es que nuestros hijos crecen, sin que haya cambiado nada, y nosotros envejecemos, sin que tampoco hayamos hecho mucho para que cambien ciertas cosas.

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Resumen Automático

22/04/2025 00:02
Fuente: Prensa Libre 

El tiempo es el destructor infalible de la vida. Este paréntesis de la Semana Santa, como otros institucionalizados a lo largo del año —y si faltan, se inventan—, permite respirar de una coyuntura atosigante y escandalosa que apenas permite sobrevivir dificultosamente a diario.

En lugar de vivir la vida, repetimos episodios conocidos de una serie limitada, en la que cambiamos a los protagonistas, aunque nunca modificamos el guion.

La Semana Mayor trajo diferentes relevos ministeriales, también la del jefe de la SAAS —el pagador de parte del baby shower presidencial— y del director del Sistema Penitenciario. Mejor hacer las cosas cuando menos ruido hacen, porque que llueva sobre mojado parece no ser lo mejor para los tiempos que corren. Ah, y también se nombró al nuevo superintendente de la SAT.

En los pasados días —casi igual que en los navideños— ciertos malandros aseguran portarse bien, y hacen “visible su piedad”, dejándose ver cargando pasos o haciendo penitencias publicitariamente presentables. Son los mismos desgraciados que, antes y después de estos paréntesis, roban todo lo que pueden o lideran carteles de narcotráfico y corruptela. El “pueblo”, por su parte, mucho menos sofisticado y con más bajo poder adquisitivo —aunque más alegre— se rompe la cara como distracción por Chivarreto, algo que este año decidieron emular en cierta iglesia evangélica en Quetzaltenango, a pocos kilómetros del lugar. Al menos los chivatereños lo hace a puño limpio, dando la cara y con reglas, lo que los dignifica más que a los chivos del monte Sinaí, y no digamos a los políticos de turno.

Y así, casi sin darnos cuenta, regresamos a la vorágine cotidiana, al tráfico imposible que evidencia una nefasta administración municipal, además de la incapacidad de implementar aquellos megaproyectos anunciados, a bombo y platillo, a finales del 2023 e inicios del 2024, en los que íbamos a tener diferentes opciones de transporte en la ciudad. Bueno, ¿quiénes se creyeron las promesas de los políticos de turno?

El tiempo después de la Semana Santa es recio, como casi todo por estas latitudes. El Congreso entrará en receso en unas semanas —aunque parezca que siempre lo está—, y las lluvias harán su presencia provocando las catástrofes de todos los años, sin que nos hayamos preparado para ello. ¡Vamos, lo normal, lo de siempre! Echaremos la culpa al “niño o a la niña”, con esa amplitud de miras que permite la moderna ideología de género, y justificaremos cada inutilidad con razonamientos suficientemente escuchados en épocas pretéritas. Y así enfilaremos hacia la conmemoración de la Independencia y la Revolución. En el medio, diferentes efemérides —previstas o no— atraerán y distraerán la atención de lo importante sobre lo urgente, ¡y a por el pavo o la pierna, según prefiera! Luego, tras otros paréntesis, criticaremos la ineficacia de las comisiones de postulación, algo conocido, pero que no hacemos absolutamente nada por cambiar.

El punto es que nuestros hijos crecen, sin que haya cambiado nada, y nosotros envejecemos, sin que tampoco hayamos hecho mucho para que cambien ciertas cosas. Una suerte de conformismo y ridícula normalización que busca celebrar hitos que justifiquen la inacción más que acciones que promuevan el cambio real. Ellos crecen, y nosotros nos consumimos, en un espacio delimitado por la falta de acción, y la ausencia de responsabilidad por asumir los tiempos que nos tocaron.

En lugar de vivir la vida, repetimos episodios conocidos de una serie limitada, en la que cambiamos a los protagonistas, aunque nunca modificamos el guion. Me pregunto si no advertimos la realidad o esperamos que de tanto repetirla se desgaste lo predecible y ocurra algo diferente, y me da que la ceguera sobre lo primero hace posible el segundo escenario.

¡Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar…!, dijo el poeta.