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Los corruptos no paran de morder
No normalizamos la corrupción, porque no es normal ni buena para Guatemala.
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El próximo año está a la vuelta de la esquina y los corruptos lo saben. En el 2026 habrá cinco elecciones importantes: 1) fiscal general del Ministerio Público (MP); 2) magistrados para la Corte de Constitucionalidad (CC); 3) magistrados del Tribunal Supremo Electoral (TSE); 4) Rectoría de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac); y 5) Contraloría General de Cuentas (CGC). Una vez más, la democracia está en juego.
No normalizamos la corrupción, porque no es normal ni buena para Guatemala.
Es por ello que los corruptos ya comenzaron a morder y salpicar a diestra y siniestra. Es de suponer que no quieren que llegue un fiscal general al MP que promueva investigaciones criminales objetivas y les cuente las costillas, como tampoco una CC independiente que no le siga el juego al MP, ni un TSE imparcial ante las próximas elecciones, y menos una CGC que pida rendición de cuentas o un rector que apoye procesos democráticos cuando represente a la Usac en las múltiples comisiones de postulación.
No hace falta haber practicado las artes adivinatorias para imaginar quiénes lideran esto desde el Congreso y quiénes operan ya en otros espacios como la CC, la CSJ y el TSE. Así como no olvidamos rostros y mañas, tampoco olvidamos los burdos mecanismos de “negociación” de estas lacras. Lo que es un secreto a voces es que primero ofrecen a sus colegas diputados de otros partidos u operadores de justicia una jugosa cantidad de dinero a cambio de votos pro corrupción en las elecciones 2026. Si hay resistencia, dulcemente les ofrecen abrir un expediente en el MP. Y como las colas machucadas son muchas, esto último resulta un método por demás convincente.
Estos narcodiputados y transeros de profesión han de pensar que aquí todo se olvida. Sin embargo, cada vez más, la ciudadanía guatemalteca ejercita la memoria y fortalece el músculo social frente a esta generación de burdos y avorazados corruptos que practican la pseudopolítica tropical. “El poder sin responsabilidad es la raíz de la corrupción y el abuso de poder”, dijo Hannah Arendt. Y, cada vez más, vemos cómo cada movida está conectada a la estrategia de mantener gente afín a la corrupción en instituciones claves del Estado. Cuando comienzan a mover piezas en el Congreso, por ejemplo, como han estado haciendo últimamente, es porque han comenzado a preparar la cancha y los jugadores que, a su parecer, les ayudarán en el 2026 a meterle el gol a esta democracia que no quiere comenzar a caminar.
Todo está conectado. Un par de ejemplos: para los corruptos eran importantísimas las elecciones de la junta directiva y el tribunal de honor del Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala (Cang). Sabían que quienes presiden tanto la Junta como el Tribunal participan en la comisión que elabora la lista final de perfiles de donde el presidente Arévalo elegirá al próximo o próxima fiscal general. Por eso, también Mafiariegos, el rector de la Usac que no es rector, y el actual Consejo Superior Universitario (CSU) están siendo parte de la corrupción. No convocan a elecciones en la Usac y son 37 los miembros del CSU que siguen aferrados al cargo para el cual fueron electos, aunque esté vencido y haya resoluciones judiciales que les obligan a dejarlo. ¿Y cómo no, si entre las funciones del CSU está elegir a los magistrados de la CC? ¿Y cómo no, si han dispuesto de más de 9 mil millones de quetzales del presupuesto de la Usac desde el 2022 de manera corrupta?
No normalizamos la corrupción, porque no es normal ni buena para Guatemala. No olvidamos las caras e historias de los corruptos. El sospechómetro ciudadano ha de permanecer encendido, porque las movidas en el Congreso, las cortes y los acostumbrados espacios de la corrupción caminan a un ritmo más rápido que las procesiones de Semana Santa.